PRINCIPIO VI

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«NO SIEMPRE UN CLAVO SACA A OTRO: A VECES LOS DOS QUEDAN ADENTRO»

Había estado involucrado en una estrecha relación de más de seis años, en los que llegaron a existir los planes de boda, e incluso de convertirse en padres. Su corazón se había involucrado a ese grado. Había pensado en los nombres de sus hijos, e incluso en la cantidad de mascotas que tendrían.

En ningún momento llegó a creer que aquella sólida relación se fragmentaria y terminaría por disolverse. Al menos no hasta aquella tarde en la que su pareja decidió que tenían que hablar.

No había comunicación.

No había confianza.

No había tiempo.

O por lo menos eso había dicho ella en un fiero intento por deshacerse de él, y había funcionado. Apenas un par de días después, ella había desaparecido sin dejar rastro, como si nada hubiese ocurrido y como si no hubiesen compartido seis años de relación.

Caminando a paso lento a lo largo de esa transitada avenida, mordió su labio inferior mientras bajaba de la acera e intentaba cruzar la calle, ignorando las expresiones consternadas de las personas a su alrededor. Sus oídos escucharon el sonido lejano de un claxon mientras su cuerpo sentía el fuerte impacto de algo arrollándolo. Su cerebro traqueteó dentro de su cráneo al impactarse contra el duro pavimento mientras un insistente pitido atacaba su audición y su vista se nublaba gradualmente.

Abriendo los ojos con suavidad, frunció el entrecejo mientras su retina intentaba acostumbrarse a la intensa luz blanca. El molesto y repetitivo sonido de una máquina a su costado le hizo gruñir gravemente al sentir cómo el dolor explotaba a lo largo de su cuerpo y un fuerte y agudo malestar atacaba la cuenca de su ojo izquierdo.

--Me alegra verlo despierto...- un suave murmullo a su costado le llamó la atención. Volviendo el rostro, sus ojos encontraron una preciosa mirada del color de la miel, la cual iba acompañada de una apenada sonrisa y un ligero ceño fruncido. Una mujer de largo cabello dorado yacía a un lado suyo, sosteniendo la mano que tenía conectada a lo que parecía un electrocardiógrafo. Esbelta y de finos y delicados rasgos, la mujer frente a él poseía una piel tan clara como la nieve.

--¿Quién es usted?- murmuró quedamente, observando cómo aquellos finos labios rosados se entreabrían, dispuestos a liberar una respuesta cuando la puerta de la alcoba se abrió abruptamente, dando paso a una alta mujer de cabellera azabache y curvilínea figura- HyoRi...-

--Buenas tardes, mi nombre es la doctora Lee HyoRi...- murmuró con diplomacia mientras se acercaba y tomaba el expediente que reposaba sobre la mesilla frente a la camilla- Señor Choi, se le han practicado ya algunas pruebas y afortunadamente, no ha habido daños graves.

--¿Qué?- frunció el entrecejo mientras le miraba y notaba la resistencia de su ex pareja hacia él- ¿De qué hablas?

--Su accidente.- explicó mientras miraba a la mujer a su costado- Fue muy inteligente que llamase a la ambulancia e lugar de...- el pelinegro se vio interrumpiéndola.

--¿Dónde estuviste todo este tiempo?- inquirió con la mirada nublada. Cerrando los ojos, la profesional suspiró con cansancio un par de segundos antes de mirarle severamente.

--No te importa.-gruñó.

Seung Hyun frunció el entrecejo con desconcierto mientras observaba cómo la mujer frente a él alzaba la barbilla altivamente, burlándose de él. El suave apretón en su mano, le recordó la presencia de aquella joven desconocida para él y sin siquiera saber el motivo, la haló hacia su cuerpo y capturó sus delgados labios rosas, degustando el sabor a frutillas y emborrachándose de la dulce esencia a vainilla que los claros cabellos desprendían.

Una risa burlesca abandonó los labios de la doctora mientras viraba los ojos y se giraba sobre sus talones y abandonaba la habitación.

Suspirando gentilmente, Seung Hyun se separó de aquellos labios rosados, sintiendo el cálido aliento desprendiéndose de aquellas apetitosas almohadillas.

--Lo siento, señorita...- se disculpó mientras su mirada delineaba las finas facciones del exquisito espécimen frente a su rostro.

--¿Perdón?- la suave risa acarició el oído del más viejo, como la más exquisita de las melodías- Se equivoca, no soy una mujer.- sonrió.

--¿Qué?

--Soy un varón...- explicó mientras sacudía la cabeza y se ponía de pie- De hecho, el varón que lo arrolló.- admitió- Cuídese, señor Choi.

No había sido la más adecuada de las presentaciones, sin embargo, había sido la mejor. Desde aquella tarde, Seung Hyun se había empeñado en encontrar al joven chico de cabellos de oro, quien simplemente se había despedido con una expresión alegre y un tono jovial.

Habían salido de manera informal. Encontraron cosas en común, rieron de las mismas tonterías, suspiraron por las mismas experiencias y se lamentaron por los mismos malestares. Encontraron algo que les hizo besarse una noche, y la siguiente, y la siguiente a esa.

Llenaron el vacío que existía en el alma ajena, y una noche se entregaron mientras hacían el amor como si en verdad uno fuese la extensión del otro.

Y fue entonces que Seung Hyun imaginó un futuro. Planeó cada día y cada hora, hasta que un día de la misma forma, su amante decidió que tenían que hablar.

--No soy ella...- murmuró con lágrimas en los ojos el joven pelirrubio.

--Mi vida...

--No.- sollozó- No soy tu vida.- alzando la barbilla, el joven se separó de los fuertes brazos del pelinegro, quien le miró con desconcierto- Nunca seré más que un remplazo.- se lamentó.

--No...

--¿Acaso crees que no te he escuchado nombrarla cada noche mientras duermes? ¿Crees que no he leído las cartas que nunca te has atrevido a mandarle diciendo lo mucho que la amas?- sollozó- ¿Crees que no me doy cuenta de la forma en la que me miras? Como si quisieras encontrar algo que te recuerde a ella.

--No es verdad, Yongie...

--Por favor, Seung Hyun...- se burló con lágrimas en los ojos- Cada noche que hacemos el amor te he escuchado diciendo su nombre.

--¿Y entonces por qué te has quedado a mi lado?- inquirió con acidez.

--Porque me hundí junto contigo...- admitió- Y me enamoré, como tú te enamoraste de ella.

El desquite nunca es sano, porque se tiende a comparar y a recordar, y al final, el clavo se hunde más, si añades otro.

10 PRINCIPIOS BÁSICOS PARA NO MORIR DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora