PRINCIPIO VIII

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«NO IDEALICES AL SER AMADO: MÍRALO COMO ES, CRUDAMENTE Y SIN ANESTESIA»

Se habían conocido hacía más de siete años, en aquella reunión de alcohólicos anónimos a la que él había asistido por primera vez. Él había tenido un problema con la bebida a raíz del abandono de su padre, y su madre, creyendo que con la ayuda de desconocidos, él podría salir adelante.

Recordaba aquella fría mañana de noviembre perfectamente. Teniendo recién cumplidos los diecisiete, se había aventurado a aquella reunión en la que había tomado asiento en medio de personas desconocidas que al igual que él parecían hastiadas de la situación.

Se había sentido ansioso, al punto en que incluso se notaba físicamente. No paraba de mover su pie arriba-abajo mientras sus dedos golpeaban repetitivamente su muslo cubierto por la gruesa mezclilla del pantalón. Su oscura mirada chocolate brincaba de un sitio a otro mientras inspeccionaba las expresiones de las personas que le rodeaban y escrutaba el sencillo ambiente.

--¿Quieres contarnos algo sobre ti, Seung Hyun?- el viejo hombre de larga barba canosa le llamó la atención. Volviéndose, el aludido frunció el entrecejo.

--¿Cómo?- inquirió confundido.

--¿Deseas contarnos la razón por la que estás aquí?

--En realidad no...- gruñó, notando el suspiro cansino que abandonaba los labios del otro.

--Seung Hyun, estas reuniones son para que te des cuenta de que no eres el único que ha pasado por malas experiencias. Desafortunadamente, tales han desencadenado un problema para nosotros. Nadie va a juzgarte, sea cual sea la razón.- suspiró al ver la renuencia- ¿SeungRi, podrías darle un ejemplo a Seung Hyun?

--Claro...- una suave voz consiguió la completa atención del pelinegro, quién ladeó el rostro, encontrándose con una joven expresión traviesa- Para los que no me conocen...- dijo mientras le miraba, dedicándole una suave sonrisa- Mi nombre es Lee Seung Hyun, pero todos me llaman SeungRi, tengo quince años y llevo sobrio seis meses.

El jovial vitoreo consiguió que Seung Hyun frunciese el ceño mientras se dedicaba a observar a aquel radiante muchacho de cabellos castaños, quien poseía unas naturales ojeras, mismas que yacían a los pies de un bonitos ojos color chocolate.

--Comencé a beber cuando tenía trece.- admitió el ojeroso- Me justifique con el hecho de que mis padres se mantenían ocupados y no tenían tiempo para mí. Empecé en AA hace casi un año... y he conseguido muchas cosas.- sonrió- Grandes amigos y mucho apoyo.

--Muy bien, gracias SeungRi...- el aludido asintió- ¿Lo ves Seung Hyun? No es difícil y nadie aquí va a juzgarte.

--Bien...- murmuró quedamente- Mi nombre es Choi Seung Hyun y tengo diecisiete.- externó- Comencé a beber desde que mi padre nos dejó, a mí y a mi madre. Encontró a alguien más...- rio sin ganas- De eso hace poco más de dos años.- alzó los hombros con fingido desinterés- Y a decir verdad estoy aquí por la insistencia de mi madre...- admitió- Nada más simple que eso.

--Deberías estar aquí porque crees que el abandono de tu padre no puede más que tú...- murmuró el ojeroso quedamente, sin mirarle ni decir nada más.

Aquella mañana había sido la indicada para comenzar algo de lo que ahora no tenía certeza. SeungRi se había convertido en su padrino. Era él quien le ayudaba en los momentos en los que sentía que no podría más y deseaba romper su sobriedad.

Poco a poco aquella estrecha amistad, se había convertido en otra cosa. De un momento a otro, había comenzado a verle distinto. Para él, el ojeroso era la perfección. SeungRi era inteligente, responsable, agradable, apuesto e ingenioso

Una tarde había externado sus sentimientos. Había pronunciado en voz alta todas y cada una de las sensaciones que albergaba su alma. A cambio había obtenido una tímida sonrisa que se había transformado en un gesto sorprendido cuanto se había acercado a él y había tomado entre sus manos el pequeño rostro para depositar gentilmente un suave beso sobre aquellos acorazonados labios color de rosa.

Él era perfecto. Único y especial.

Caminando apresuradamente, se internó en aquel lujoso departamento, inclinando respetuosamente la cabeza a forma de saludo hacia el hombre de la recepción, quien le sonrió y saludó con cordialidad.

Esperó a que el ascensor le llevase hasta el último piso, en el cual residía junto con su pareja. Peinó ansiosamente su cabello azabache y ajustó el agarre en el maletín mientras sacaba las llaves del departamento y las introducía en la puerta, sin embargo antes de girar la llave, un alto y agudo sonido placentero le llegó desde el interior del departamento. Frunciendo el entrecejo, abrió con cautela la puerta, encontrándose entre luces bajas. Andando a pasos lentos, observó el par de copas sobre la mesa de centro de la amplia sala mientras los sonidos de las risas y alardeos provenían de la habitación principal.

Caminando desorientado, llegó hasta la cocina y se apoyó contra el largo mostrador mientras su mente parecía viajar a otro sitio. Lamiendo sus labios repetidas veces, intentó tragar el fuerte nudo que se había formado en su garganta gradualmente mientras pestañeaba e intentaba enfocar su vista.

El sonido de la puerta cerrándose le trajo nuevamente a la realidad. Obligándose a sí mismo a andar, consiguió llegar y echarse en el sofá de la sala mientras tomaba el resto del licor directo de la botella que yacía sobre la mesa.

--Seung Hyun...- la suave voz a sus espaldas le hizo cerrar los ojos con fuerza mientras bebía con más ahínco- ¿Qué haces?- se vio reprendido mientras le arrebataban de las manos la vacía botella.

--Bebo...- resolvió mientras una torcida sonrisa abandonaba sus labios.

--Seis años Seung Hyun. Acabas de tirar a la basura seis años de sobriedad.

--¿Qué son en comparación de tres años de mi tiempo?- le miró a los ojos.

--¿Por qué?

--Tan solo necesitaba anestesiarme...

--¿Cómo dices?

--Necesito verte como alguien perfecto...- murmuró mientras una lágrima corría a lo largo de su mejilla- Único y especial.

Mira la realidad tal cual es. No perfecciones a las personas en tu mente, porque ni siquiera allí son perfectas.

10 PRINCIPIOS BÁSICOS PARA NO MORIR DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora