Capítulo I "¿Juntos por primera vez?"

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Capítulo l 
¿Juntos por primera vez?

Montserrat… Una chica encantadora de pies a cabeza y como es obvio, realmente hermosa, ya saben, cómo la típica chica que te encuentras en el bus, en el metro o quizá en algún ciber-café que frecuentas, y de repente en un santiamén su mirada choca con la tuya, ante la cual no sabes qué hacer y lo único que piensas es en asomar una sonrisa.

Así era Montse, con una tez blanca y un cabello lacio de color negro muy oscuro, el cual casi siempre llevaba recogido por una coleta que recaía en sus hombros, dejando un ligero flequillo por encima de sus ojos color café, los cuales eran pequeños y un tanto rasgados, sin embargo, eran capaces de mostrarte un pedazo de su historia con solo mirarlos. Literalmente, era el concepto más acertado de una mujer hermosa para un hombre o en este caso para mí, Daniel. Un muchacho de apenas trece años que no poseía la experiencia ni madurez suficiente, como para darse cuenta que aquel nombre marcaría su historia en tan solo un abrir y cerrar de ojos, no solo con aquella mujer, sino con todas las demás con quienes me vería involucrado para llegar a ella y desatarme de ella. Estos capítulos de vida, estimado lector, son Los Caminos a Montserrat.

La historia de Montserrat quizá resulte un poco común para algunos. Ella vivía con su familia en una colonia llamada “la popular”, nombre que se lo ganó por méritos y el cual no le quedaba mal al barrio, ahí seguidamente se disputaban peleas callejeras a partir de las 7:30 p.m., la mayoría de las veces era por riñas que llevaban décadas entre familias, algunas de ellas por el asesinato o heridas de gravedad cometidas hacia un hijo de alguna de las familias o incluso solamente por un choque accidental de hombro con hombro al caminar por la calle, lo que pasara primero.  

Podría decirse que “la popular” era semejante a aquel barrio Estadounidense tan famoso y tan peligroso a la vez, el cual también tenía un nombre un tanto curioso “El Bronx”. Sí, ese mismo barrio al que Arjona hace referencia en su canción “Un caribe en Nueva York”, era de aquellos barrios donde no puedes tener cosas muy costosas ni en tu casa ni en tu persona, ya que te ves amenazado por las oleadas de vándalos que se encuentran acechando desde los primeros pasos al salir de tu casa, eso era lo que se vivía a diario en “La popular”. 

Quizá esa vida y el hecho de que Montse no tuviera una relación muy buena con su familia, dio como resultado esa personalidad tan única e indescifrable y que al mismo tiempo tan deseable. Su mirada era vacía casi todo el tiempo, como si un recuerdo estuviera pasando ante sus ojos, como si estuviese soñando despierta, al menos esa fue la impresión que me dio su mirada al verla por primera vez. Nunca tuve la oportunidad de saber si a ella le afectaba de alguna forma vivir en aquel lugar o si solamente era puro delirio mío,  puesto que comencé a conocerla mucho más a fondo años más tarde...

A Montse le faltaron cosas tan sencillas como alguien con quien pudiera desahogarse o al menos ese alguien que con sus palabras le sacara una que otra alegría, no obstante que el tipo de personas que describo vivían con ella, refiriéndome a su madre y a su hermana. Su madre no era mala persona, de hecho la amaba más que a nada, solo que no congeniaban mucho que digamos, y sí, esto es lo que nos pudo haber ocurrido a muchos de nosotros siendo adolescentes, retando a la autoridad de nuestros padres y desobedeciendo aquellas ordenes de recoger la habitación. 
En el otro lado de la moneda familiar, tenía un cierto sentido de rivalidad con su hermana Lizet, pero aquella rivalidad era la manera en que se demostraban que se preocupaban una por la otra, supongo. Hubo una ocasión en la que un par de compañeros, Victoria y un amigo suyo del cual no recuerdo su nombre pero utilizaré las letras “CH” para referirme a él, junto conmigo, planeamos ir a visitar a Montse, esto fue unos meses después de terminar el tercer y último año de la secundaria. 

Al llegar a aquel barrio donde Montse vivía (La popular), no teníamos la menor idea de por dónde ir ni hacia donde caminar, las calles eran un completo revoltijo peor que un laberinto y Google Maps no nos apoyaría en esos momentos, ya que por propio sentido común no se debe sacar el celular para entrar a la red en aquel lugar, o nos hubiéramos encontrado en la alta posibilidad de que nos robasen el celular y demás pertenencias, así como el poco efectivo con el que contábamos y, por si fuera poco,  resultaba un tanto difícil descifrar lo que decían los letreros que indicaban el nombre de las calles, ya que todos estaban pintarrajeados con grafitis de las bandas del barrio. Cuando por fin logramos llegar a la dirección deseada y estábamos preparados para llamar al portón de la casa donde vivía Montse, se escucharon unos gritos y una que otra palabra fuerte que pertenecía a una discusión entre Montse y su hermana Lizet. El pleito se oía bastante rudo, así que mejor decidimos esperar a que la cosa bajara un poco de tono. Finalmente, cuando llegó la calma, con un poco de duda llamé a la puerta.  
Montse salió con una cara de sorpresa y de furia contenida al ver que Victoria, CH y yo estábamos parados frente a ella, y es que era de esperarse ya tenía tiempo que no nos veíamos las caras, respecto a la furia contenida, pues eso era por Lizet… en ese momento dio un paso hacia nosotros y cerró la puerta a sus espaldas
— Pero... ¿Qué es lo que hacen por estos rumbos?- preguntó Montse aún sorprendida por el momento. 
—Pues ya van varios meses que no nos vemos así que decidimos reunirnos, pero aun faltabas tú y pues aquí estamos- le respondí.
— ¿Qué?.
— ¿Quieres ir a dar una vuelta con nosotros?
— ¡Oh! Em… claro vamos. ¿A dónde? —  Fue la mejor respuesta que pudo ocurrírsele a Montse pues Lizet seguía gritando, sola al parecer…
—Teníamos pensado ir a dar un paseo por la ciudad o tal vez a alguna plaza comercial que se encuentre cerca de aquí pero como tú gustes. — Dije.

En fin, partimos en una caminata hacia ningún sitio y es que el punto de aquella visita no era ir al cine o algo por el estilo, simplemente era para verse una vez más y pasar un rato agradable los cuatro conversando acerca de lo que había hecho cada uno durante el tiempo sin verse.

Ahora bien, puesto que Montse solo cerró la puerta y tomó camino conmigo y mis compañeros, no avisó a su hermana o a su madre de que había salido fuera de casa, así que cuando por fin, luego de unas 3  o 4 horas fuera regresamos a donde ella vivía, nos encontramos con algo que no se veía todos los días, o al menos yo no lo veía todos los días, apenas llegamos y Lizet se encontraba  esperando a Montse en el portón cruzada de brazos y con un gesto espantoso, digno de una mujer realmente enfadada. Aquel gesto me helo hasta los huesos y eso que yo contaba con una altura cercana a un metro con ochenta centímetros, mientras que Lizet no rebasaba el metro con cincuenta y cinco. Cuando Montse se dio cuenta de la desagradable actitud de su hermana, también hizo uso del mismo gesto y simplemente se despidió de mí, entró a su casa seguida de Lizet y comenzó el griterío entre ellas. Otra vez...
— ¡Carajo! Pero que miedo da esa mujer y vaya que está malhumorada.- pensé para mis adentros en tono de burla y por supuesto que lo dije en voz alta.

Al retirarse Montse; Victoria, CH y yo decidimos hacer lo mismo e irnos de allí para tomar cada quien su camino y esperar volver a encontrarse algún día.   Menuda descripción de solo una chica ¿no?

En cuanto a mí, no era de un barrio alto ni de una clase rica de la sociedad, en realidad vivía en un barrio no muy diferente de donde ella vivía llamado “San Pablo” ahí vivía con mi madre, hermana y mi sobrina. Como dije “San Pablo” no era muy distinto de “la popular” a excepción de que donde yo vivía no había mucha presencia de vándalos y se tenía la libertad entre comillas, por así decirlo, de salir a la calle sin involucrarse en riñas familiares que llevaran décadas en resolverse por medio de la violencia o de ser víctima potencial de un robo.

Respecto a mi forma de ser y quién era, no se trata exactamente de alguien del que pudiéramos decir cosas extraordinarias o impactantes, al menos por aquellos entonces, pero tampoco se trataba de alguien que fuera parte del montón, más bien era alguien supongamos neutral y con un pensar algo desalineado, puesto que aún no había sido moldeado por los años que se precipitaban ante mí.
Siempre fui el raro del salón y de mis compañeros, raro no solamente en el sentido de la actitud, sino también en lo físico en mis primeros 8 años, no era una persona digamos fea, solo era un tanto simpático de mirar. En el año de 2009 terminaron esos 6 larguísimos e insoportables años de lo que sería mi etapa en la escuela primaria, seguí conservando aquel toque raro que me distinguía de los demás, mientras que el otro raro humor de mirada había desaparecido, ahora era bien parecido según yo y algunas personas al entrar a la secundaria.  

En fin, Montserrat y yo quizá éramos polos opuestos, quizá polos iguales, no desesperen aún no comienza lo bueno, pero de lo que estoy completamente seguro es que ella me parecía la mujer más hermosa que había visto antes y tal vez se pregunten ¿A dónde vamos con esto? Es decir, ¿Qué más daba?, a esas alturas tan relativas solo se trataba de una chica que vi al entrar al salón de clases de mi primer año de secundaria, lo que sería una etapa en la que no sólo aprendería, sino que también forjaría lo que ahora, es mi pasado.

Caminos a Montserrat.Where stories live. Discover now