Prólogo

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Ella conoce el dolor, pero también el amor. Ella extraña esos momentos tan mágicos y desprevenidos. Ella recuerda muy bien, los inviernos en Chicago, EUA. Ella recuerda, lo feliz que era... Con su mamá, con su papá, y con su hermano mayor... En esa gran casa, de 3 pisos, hecho de madera, diseño victoriano, y perdido en medio de un gran bosque... 

Un bosque, que siempre la atormentaba,  pero en el fondo, ella sabía que era su refugio y protección, del peligro más aterrador, más peligroso, pero puede llegar a ser... el más hermoso y el más sorprendente...: la humanidad...

-¡Mateo! ¡Mateo!

- ¿Anna? ¿Qué haces aquí? Es peligroso...

- Pero... quiero ir contigo...

- No puedes, es peligroso...

- ¡Pero...!

- Nada de peros...

Cuantas ganas ella tenía de ir con él, especialmente con él. Mateo, él era su protector, su guardián, su amigo, su confidente, su compañero, pero era más que nada... su hermano, el hermano mayor. Se abrazó ella misma, pues, esa mañana hacia mucho frío...  Esa mañana en medio del invierto, tan frío, pero tan cálido dentro del corazón de la pequeña. Esa niña que recién tenía 9 años... Con su cabello castaño, y ojos miel, se acerca a la puerta, pero se siente vigilada, pero no le da importancia, pues su inocencia, no la deja hacerse peguntas, pero se sentía intimidada ¿Por qué?...

Entró a la casa, sin pensar en lo que pasaría...

...

...

- ¡Feliz cumpleaños a ti!...- Anna apagó la velitas de cumpleaños, sonrío, estaba en medio de la felicidad más pura que hay...

 Estaba con su familia, en un ambiente alegre y tranquilo, con una música movida, y comida en todas partes. Anna cumplía 9 años, y todos sus familiares se juntaron para celebrarlo: desde Los Ángeles, vinieron sus abuelos paternos; desde Nueva York, sus tías paternas.

También vinieron sus familiares, desde Guadalajara, México: sus abuelos maternos Camilo y Luz, sus tíos Tobías y Laura, junto con sus dos hijos, Diana y Matías.

Mateo estaba al otro lado del salón, no estaba festejando, sus cabellos negros estaban despeinados, mientras miraba la ventana, veía los paisajes más hermosos que había en ese jardín tan diverso, pero por alguna razón, él solo veía sombras y oscuridad. Anna noto ese mal humor, se le acerco al joven, dándole una dulce sonrisa, y un sincero abrazo. Mateo, solo supo devolverle el abrazo, pues sus pensamientos lo invadían, y por consecuencia, ocultaba algo...

- Anna... ven conmigo...- Su abuela paterna Nina, la llamaba, dejo de abrazar a Mateo, pero antes de dejarlo le volvió a dar otra de sus dulces sonrisas, pues, en ese momento, era lo único que tranquilizaba el corazón del joven adolescente. 

Anna se acerco casi saltando hacia su abuela, que estaba sentada, en medio de todos los invitados. Anna tuvo que saltar y esquivar unos cuantos globos fugitivos de varios colores. Anna se sentó al lado de su abuela, la abuela de Anna, sacó una caja, un poco más grande, más ancha, y más larga, que una caja de zapatos de la talla que su papá usaba...

- Para tí... Feliz cumpleaños Anna.- Le entrega la caja a Anna, esta, observa detalladamente la caja. No era una caja cualquiera, con el tacto, Anna se dio cuenta de que la caja estaba hecha de madera, sus detalles, eran finos y delicados, nunca se habría imaginado, lo que realmente contenía es caja... ¿Unas reliquias, joyas preciosas, una receta secreta?... ¿El comienzo de una aventura de película? ¿Todo eso junto? O algo más...

Intranquila: SujetadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora