|Capítulo|-|5|

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Regulus sacudió su cabello mojado con sus manos. Había encontrado bastante atractivo a aquel tramo de océano que, los días que llevaba establecido allí, no le había permitido salir de él sin sentirse desahuciado, a menos que su estómago rugiera de hambre como en ese mismo instante.

Entró a la elegante cabaña de su padre, luego del largo recorrido que se permitía hacer a pie. El lugar era bastante vistoso y cómodo, lleno de lo necesario, ni tan elegante ni tan burdo. Los vestigios de la esencia Black se podía percibir en el aire como una marca Ancestral. Era especial y único.

Encontró a su lechuza con un sobre en su patita sobre la mesada de la cocina. Parecía molesta y cansada, y lamentó no haberla visto antes. Era tan irritable como cualquier mujer de mal humor.

—Gracias, Galatea. Sé que me merecía eso —mencionó divertido sobándose el dedo. La vio salir apresurada por la ventana, seguramente a cazar algo, y lo dejó solo con el sobre color melocotón. Sam había sido encargada de la respuesta. Estaba completamente seguro. Esa niña tenía una rara obsesión con ese raro y poco usado color.

Sonriendo apenas, abrió con cuidado el sobre mientras mordía una manzana verde del frutero.

"Querido tío Reg:

Todo está bien por aquí. Hemos hecho varias actividades como familia en ausencia de mamá. No hemos terminado la mayoría de ellas, pero estimo que no pasará mucho en que todo esté concretado.

Nick, bueno, él sigue ofendido contigo, y Charlus, tú sabes cómo es el pequeño. Nada a cambiado, al menos eso creo.

Gracias por los regalos.

Nos alegra mucho que estés disfrutando tus vacaciones a largo plazo.

Te extrañamos.

Los Black."

Durante esa semana no volvió a recibir ni una carta más de sus sobrinos, ni respuestas a las suyas, ni nada por el estilo. Ni siquiera del insistente de su hermano o de su amable esposa. Y lo peor de todo es que no había sospechado nada, hasta ese día en que El Profeta llegó finalmente a sus manos, varios días después de haberlo solicitado.

El título era demasiado conciso y un tanto más aterrador de lo que hubiera  esperado.

"Grave ataque a la Familia Black"

Se preguntaba que cruel alma le había negado aquella noticia de hace tres días. Ni los Potter, ni siquiera Lupin se habían acordado de su existencia y por lo tanto de la importancia que eso en verdad tenía para él.

Era su familia, la única que le quedaba. La única que tenía.

Se dejó caer sobre una de las sillas del comedor y bajó lentamente el ejemplar en sus manos. Se permitió mirar a la nada y mantener su mente en blanco por varios minutos, antes de tomar la decisión de largarse de allí e ir a Londres inmediatamente.

Lo que no pudo hacer hasta que el Ministerio aprobó el maldito traslador. Dos días después, llegó al número 12 de Grimmauld Place; habría deseado que todo hubiera sido una broma de Sirius para hacerlo volver y que en el momento de abrir la puerta escuchara un rotundo "¡Caíste!" Pero no halló a su hermano ni al resto de su familia, sino un sitio lúgubre y vacío ocupado apenas por los restos de construcción demolida a causa de fieros y violentos ataques.

—Regulus... —giró sobre sus talones al oír su nombre. Un apesadumbrado Remus Lupin estaba de pie en la puerta de su hogar. O lo que quedaba de ella. Mantenía su habitual gesto de cansancio, pero sobre todo una gran tristeza sobre sus hombros.

—¿Dónde están? —logró preguntar sin que se le quebrara la voz.

—Tendrás que venir conmigo. No es un lugar seguro. —respondió éste. Sólo allí, había notado que su mirada no se quedaba en un solo sitio y que además, su mano apretaba con firmeza su varita.

—Creí que todo había terminado... —insistió volviendo su atención lo que había frente a él. Rescató el oso de Charlus entre los escombros y lo observó con demasiada aprehensión.

¿Qué había sucedido?

—Ven conmigo, debemos salir de aquí.



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