13. una de cal y una de arena.

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Llegamos a Tenerife, en todo el vuelo no salió de mi boca ni una sola palabra. No podía entender como la vida da giros tan drásticos en segundos, de ahí a que digan que siempre te da una de cal y una de arena, pero todavía no asimilaba... no asimilaba no poder despedirme de mi abuelo, o no poderle decir todo lo que le quiero o no poder volver a ver su sonrisa una vez más.

Nos encontramos con mis padres, y cuando acabamos el reencuentro les presente a Samuel, ya que ellos solo sabían que estaba con él, pero no le conocían en persona. En el mismo vuelo vino Erick pero él siguió a sus cosas, solo pude verle a lo lejos.

Nos montamos en el coche y pusimos rumbo a mi antigua casa, durante el trayecto mantuvimos una conversación típica de familia, hasta que por fin llegamos, bajamos las maletas y entramos.

Entre y a la primera que vi fue a mi abuela, la mujer que después de mi madre es uno de los pilares fundamentales de mi vida, estaba triste, tenía una ojeras pronunciadas y se le notaba muy cansada, le presente a Samuel y nos fuimos a mi habitación.

Mi madre nos llamaba para almorzar, nos llevó gran parte de la mañana organizar las maletas en mi armario, ya que estaríamos una semana entera aquí.

Nos sentamos en la mesa y almorzamos tranquilamente charlando sobre varios temas. Hasta que por fin salió el tema que no quería que saliera, mi abuelo, sería el entierro mañana y tendríamos que estar preparados temprano para ir al cementerio.


Me levanté, y me inundaba un gran y desgarrador sentimiento de tristeza, Samuel me abrazo por la cintura, beso mi hombro y me susurro al oído que él estaría conmigo siempre.
Nos vestimos y bajamos al salón donde ya nos esperaban mis padres y mi abuela.

Y aquí estábamos, viendo como todos le daban la última despedida a mi abuelo y como nos iban dando el pésame una persona tras otras, y lo siento pero no estoy hecho para esto, estaba abrazado a Samuel y las lágrimas resbalaban por mis mejillas, hasta que por fin llego al final del entierro y pudimos volver a casa, destrozados, pero así es la vida y después de todo la vida no te da nada que no puedas soportar o eso dicen.

Llegamos a casa dejamos las cosas y le dije a Samuel de ir a pasear no podía estar encerrado necesitaba despejarme, olvidarme de todo y solo Samuel podía conseguir que el mundo se parara y me olvidara de todo aunque tan solo sea por minutos. Cogimos nuestras cosas y salimos a caminar por las calles de Tejina, el pueblo donde había crecido y pasado la mayor parte de mi vida. Nos fuimos a un mirador donde mi abuelo me llevaba de pequeño, nos sentamos, en el banco que da hacia el horizonte y nos quedamos callados, contemplando como pasaba todo a nuestro alrededor, me encendí un cigarrillo y le agradecí a Samuel todo lo que está haciendo por mi, por ser él y por darme todo lo que se podría pedir y que no se paga con dinero, su cariño y su tiempo, todo este tiempo que hemos compartido juntos, con nuestros más y nuestros menos pero juntos. Y es cuando me di cuenta que Samuel puede que sea esa una de cal que siempre permanecerá.

Siempre hay un pasado. (2do libro de la vida de un adolescente gay.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora