¿Somos títeres de un poder supremo o somo hacedores de nuestro propio destino?
¿Somos el alimento desbalanceado de alguna divinidad menor del universo o aves que vuelan libres en el bosque y tienen la posibilidad de convertirse en cometas o arcángeles?
En estas cosas pensaba al levantarme, mientras me lavaba los dientes y mientras me vestía para salir de mi casa.
En el momento en que salí...
Nota: aquí es importante resaltar, prinicipalmente para aquellos lectores que no han tenido aún el placer de conocerme personalmente y no saben nada de mi ni de mis cosas, que vivo en el campo y me levanto a las cuatro de la mañana.
En el momento en que salí, decíamos ayer, vi un cielo maravillosamente estrellado, y el aire era fresco y puro, y fue un placer respirarlo, y algunos grillos, algunas ranas, el gallo (que me parece que es un poco ansioso porque es un poco temprano para andar cantando), etc.
Quiero decir que en el momento que salí no sólo me di cuenta de que yo no había hecho mucho para que estas cosas sucedieran y sin embargo estaban ahí.Lo más importante, sin embargo, era que en realidad no me importaba si yo había hecho algo o no, si controlaba la situación o era controlado por ella.Estar ahí, respirando, era suficiente. Me sentía bien.Ahora también me siento bien.
Espero que esta tendencia continúe durante el resto del día.
En la frase anterior podemos ver al demonio a los ojos.
Por eso la esperanza estaba en la Caja de Pandora.
Querer controlar, ese vicio ancestral, ese veneno cósmico, esa ambición que puede ser el tanto origen del progreso y la evolución como la fuente de la infelicidad.
Acá veo a través de la puerta la luna llena. Qué belleza.
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