Capítulo 9.

7 0 0
                                    

Besos juguetones a escondidas de papá.

Instituto. Infierno. La misma cosa. Es increíble cómo un lugar que busca formar jóvenes con capacidades se pueda convertir en tu peor pesadilla. Recuerdo haber mencionado que los chismes no eran el diario vivir de cada uno de los estudiantes en mi escuela, y lo reiteraba las veces que fuera necesario hacerlo pero, ¿los exámenes? ¿Los profesores? ¿Los trabajos y tareas por entregar? Todo se estaba convirtiendo en una absoluta mierda.

Así que, aquí estaba yo. A las dos y media de la madrugada tratando de comprender el significado de la vida puesto que se me hacía imposible concentrarme en aquellos enlaces covalentes para la prueba de química que tendría en pocas horas.

Todo se acumulaba, y mi cerebro necesitaba descansar, aunque la conciencia me recordara que de hacerlo, no estaría preparada, y no me podía permitir algo así. La irresponsabilidad había sido mía. Total y completamente mía. Nunca me catalogué cómo aquellas nerds que viven de sus perfectas notas pero, sí le daba el interés correspondiente en obtener buenos resultados. Más que alegría, me sentía orgullosa de todo lo que lograba, y era una victoria personal. Aunque, la última semana me había distraído un poco y el causante de todo se encontraba del otro lado de la ventana haciendo muecas para llamar mi atención.

Giré mis ojos con aspereza al tiempo que me disponía a hacerle frente a Elliot. ¿No se cansaba? Ya bastante tenía con nuestros encuentros matutinos a la hora de mi receso escolar pero, no. El joven pretendía sacarme de quicio.

Me dirigí con paso decido hacia la ventana y la abrí abruptamente haciendo que Elliot cayera de frente.

—¿Qué coños te pasa? —cuestionó al ponerse de pie.

—¿Qué coños te pasa a ti? —contraataqué— ¿Qué se supone qué haces aquí a las —miré el reloj de pared para luego fijarme en sus hermosos ojos— dos y cuarenta y cinco de la mañana?

Traté de ignorar su sonrisa y me separé un poco de su burbuja para no caer en sus redes. Necesitaba respirar.

—¿Me vas a decir que te molesta?

—¿Cambiará algo mi respuesta?

—¿Contestarás con preguntas?

—¿Lo harás tú?

Elliot giró los ojos y pasó por mi lado haciendo caso omiso a mis advertencias para que abandonara mi habitación de inmediato. No podría pensar qué castigo tendría si algún ser que habitara esta misma casa se enterara de su precencia. El susodicho tomó lugar en mi cama y palmeó a su lado.

—Carla, ven aquí.

—No.

—Cariño, no entiendo tu actitud. Me dices que te encanta estar conmigo y me decido por venir a verte porque no creo aguantar otro día más sin hacerlo, y lo único que recibo de parte tuya son evasivas y miradas de odio. ¿Qué te sucede?

Al oírle confesar aquello, lo único que puedo hacer fue sonreír. Sabía muy bien que era débil al dejarme convencer tan rápido pero me era imposible. Si tan solo estuvieran frente a la persona que los trae locos mirándolos cómo lo estaba haciendo y diciéndoles cosas así, no se resistirían en absoluto. No se engañen.

Caminé con parsimonia al acercarme a él. Elliot se hizo de lado dejándome un espacio para acomodarme junto a él. Al estar bajo su escencia, se me hiso imposible conectar todos los factores que hacían razonar a mi cerebro y me llevaban a perder totalmente los sentidos.

Sabía que no haría nada de lo cual me arrepentiría luego. Así que insté a mi corazón a tranquilizarse y actuar con calma. Tú tranquila, me dije.

MI GRAN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora