Nerviosismo y hermanos menores

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¡Hola de nuevo! Tarde otra vez, lo sé pero... exámenes... Como sea, tengo dos exámenes mañana pero no voy a dejar que eso tiña de tristeza este ambiente de festividad así que... ¡a leer Solangelo!

Miércoles-Día de la Familia

Nerviosismo y hermanos menores

Nico los había presentado hacía un tiempo, pero eso no hacía las cosas más sencillas.

Por todos los dioses, aún no se sentía del todo cómoda cuando se encontraba sola en el campamento griego como para que Hazel Levesque tuviera la energía de recordarse a sí misma que ese alegre hijo de Apolo era el novio de su hermano. Eso sin mencionar que los viajes sombra, por más que Nico la hubiera estado ayudando, seguían dejándola exhausta.

No se trataba de las preferencias románticas de su hermano, de eso estaba segura, pues hacía mucho que sabía de la sexualidad de Nico y no había permitido que algo tan pequeño como eso cambiara la manera en que veía a su hermano. Aun así, Hazel no podía evitar la vaga sensación de inconformidad que la invadía al estar tan cerca de Will.

Lo cierto era que quizás ese incómodo encuentro había sido culpa suya, pues Hazel se había aparecido en medio del Campamento Mestizo de buenas a primeras sin haber avisado a nadie, lo que quería decir que nadie la esperaba y, por tanto, Percy y Annabeth estaban en Nueva Roma, Jason y Piper habían ido a visitar al padre de la hija de Afrodita y Leo estaba en las fraguas con sus hermanos. Nico, igualmente, se encontraba en los dioses sabían dónde.

En definitiva, la próxima vez que planeara una visita enviaría a su hermano un Mensaje Iris.

Para como estaban las cosas en ese momento, Hazel se había dirigido a la Casa Grande para preguntar si alguien tenía idea de la ubicación de Nico, lugar en donde se encontró a Quirón ―quien la recibió efusivamente― y al hijo de Apolo, semidiós que le prometió la llevaría hasta su hermano si tan sólo le daba un par de minutos para terminar de hablar con el centauro. Decidiendo que no tenía nada que perder, Hazel esperó.

Fue hasta después, cuando hubieron salido de la Casa Grande y mientras se dirigían hacia la arena que esa sensación invadió a la joven, aunque Hazel se esforzó bastante por no permitir que ello se trasluciera en sus facciones.

Afortunadamente, el trayecto duró poco y pronto ambos semidioses se encontraron frente a la cabaña entera de Apolo, mientras ésta entrenaba. Por un momento, Hazel consideró reiterar que estaba buscando a Nico, pues no veía a su hermano por ninguna parte y, en cambio, podía distinguir a todos los hermanos de Will.

Fue entonces cuando sus ojos se fijaron en una cabellera oscura que sobresalía entre la multitud de rostros sonrientes y melenas claras: acuclillado para quedar a la altura de un niño rubio que no podía tener más de ocho años, Nico se ocupaba de corregir la postura del chico, enseñándole una y otra vez cómo debía sostener su espada para luego señalarle que lo atacara.

Sin poder contenerse, una sonrisa escaló a los labios de la joven.

―¿Y bien? ―inquirió de súbito el hijo de Apolo―. ¿No vas a decirme nada?

―Este... ¿gracias? ―murmuró Hazel apresuradamente tras parpadear un par de veces para salir de su ensimismamiento, acción que le valió una risa de cariño por parte del rubio.

―No, no me refería a eso ―sonrió Will―. Hace dos semanas Reyna vino a resolver no sé qué asunto con Quirón y antes de irse se aseguró de decirme que si se me ocurría meter la pata con Nico ella misma se iba a encargar de que sus perros me hicieran pedazos; pensé que tú querrías hacer algo así.

Judías, accidentes y frusleríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora