1. El principio de todo.

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Diría, como cualquier otra protagonista, que me he despertado por los rayos de luz que entran por mi ventana, o por el llamado que mi mamá me ha hecho para que me bañe para ir al instituto. Pero no. Yo no soy cualquier otra protagonista.

Yo soy una la cual siempre cierra las cortinas, porque díganme, ¿quien en su sano juicio deja las cortinas abiertas la noche anterior? Exacto, nadie.

También soy una que no tiene a nadie para despertarla. Mis padres sabrá Dios donde están, me dejaron a los cuatros años con mi tía y desde ese entonces, en mis 16 años nunca más los he visto. Se que siguen vivos por los cheques que cada quincena le mandan a mi tía para mis gastos. No me quejo, gracias a eso he comprado todos los libros que me gustan.

En este instante me encuentro pensando, como en todas las mañanas, en si levantarme o no. Todos los días, a excepción de los fines de semana, tengo dudas existenciales.

Como todos los días, decido levantarme a enfrentar este mundo tan injusto.

Camino con toda la flojera del mundo hacia el baño. Cuando me adentro en este y me miro en el espejo no veo nada. No, literalmente esta miopía me está matando. Camino esta vez más rápido a mi mesita y agarro mis lentes, ahora si me los pongo y veo lo que menos quería ver. Veo el desastre que soy. Mi cara es de depresión total; mis ojos están decaídos, tengo ojeras de panda y lo peor de todo es que me odio a mí misma.

Comienzo a pensar en lo diferente que sería mi mundo si mis papás no me hubiesen abandonado.

¿Mi mamá nunca pensó en la falta que ella me haría?

Cuando me llegó por primera vez el periodo, a los doce años, pase la primera avergüenza de mi vida. Mi mamá me hizo falta en ese instante.

Y tal vez se preguntaran; ¿Por que te quejas tanto si tienes una tía contigo? Esa es la respuesta, mi tía nunca está conmigo. Para su vida trabajando como si el cheque que mis padres le mandan de tres mil dólares (no se donde trabajan) quincenal no le alcanzara. En los trece años que tengo viviendo con ella, solo la puedo ver mucho en navidad. Dudo mucho que sepa cuando yo cumplo años, yo tampoco se cuando ella lo cumple.

Sin querer, y al igual que todos los días me encuentro aquí, llorando en la ducha.

Abro lentamente el grifo del agua, por estar pensando tanto me olvide de prender el calefactor.
Lentamente introduzco mi pie izquierdo.

—Ay Dios—. Suspiro y miró el techo de mi baño, como si en este estuviese Dios.

Me muerdo el labio inferior y decido meterme entera de una vez.

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Ahora me encuentro aquí, buscando que ponerme en este hermoso día (nótese mi sarcasmo).

En verdad a mi no me importa para nada vestir bien, ya las personas se han burlado tanto de mí que se que si me visto bien, probablemente se burlen de eso también.

Decidí ponerme unos jeans sueltos, un t-shirt blanco con cuello y mis converse blancas que tengo como desde hace 2 años.

Cuando ya me había vestido, voy con mi cabello y me hago una coleta alta, me pongo mis lentes, agarro mi mochila y bajo las escaleras.

Ya abajo ni siquiera pienso en buscar a mi tía, se que debe de estar trabajando. No tengo hambre así que de una vez salgo y comienzo a caminar a el instituto.

Día de mierda, aquí vamos.

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