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Me había levantado temprano a pesar de me había acostado tarde esa noche. Supuse que podría ser porque no estaba muy acostumbrada a recibir visitas en mi propia casa. Es más, sólo había que mirar el interior de esta para saber qué aquí sólo vivía una persona en su propio caos. Platos sucios por el suelo de la noche anterior, algún que otro bol de fideos instantáneos vacío por ahí, cajas de componentes de ordenador por otro lado... Es más, tenía tres ordenadores en ese momento en mi casa.

Vivía en un pequeño estudio en el que sólo había un pequeño cuarto, cocina y baño. Había tan poco espacio que tener una mesa o cualquier otro no era lo que más necesitaba. Tenía mi ropa dentro de una mochila de deporte, aunque eran cuatro prendas de nada y realmente acababa por sobrarme espacio. El único mueble que había allí era mi cama, la cual estaba desecha y sólo tenía una manta sobre ella. Acababa de levantarme y hacerla no era mi prioridad. Primero iba a desayunar.

A diferencia del salón, la cocina y el baño estaban impolutos. Me dan mucho asco los insectos, y ser una guarra los atraería. No quería eso por mucho que fuese una dejada, por lo que me acababa obligándome a recoger algunas cosas como la comida del día anterior y los boles de fideos. Así pues, antes de ir a desayunar, cogí las cosas sucias y las llevé a la cocina. Eso sí, los miles de ratones de ordenador que había en el suelo se iban a quedar allí por ahora. Suspiré. Estaba nerviosa e incluso recogía sólo y únicamente porque iba a recibir una visita.

Tras recoger algunas cosas, me dispuse a desayunar. No era alguien que comiera en exceso, pero ese día tenía mucha hambre. Me apetecían tortitas con sirope de chocolate, pero no sabía hacerlas. Realmente era muy torpe en la cocina, de ahí los fideos instantáneos. Bueno, era un buen día para aprender. Aún tenía tiempo para ponerme a aprender a cocinar.

Cogí mi teléfono y me dispuse a buscar cómo se hacían unas pobres tortitas, cuando recibí un mensaje de aquí chico mal teñido con el que había quedado. Parecía que él también se había levantado pronto, por lo que me puso.

"He tenido que salir temprano de casa hoy. Si no haces nada, ¿podemos quedar antes? O ahora mismo si estás despierto."

Despierto. Me reí al recordar que este chico aún se pensaba que mi cuerpo era el de un niño. Miré mi pijama con un oso gigante en el medio de esa camiseta enorme. Creo que mi pijama era la prenda más femenina que nunca jamás me haya puesto.
Ahora en serio. Dudé mucho en que podría decirle. Podría decirle que suba ya a mi casa y olvidarme de las catastróficas tortitas que pretendía hacer, o bajar y buscar un sitio donde las hagan bien de verdad y no ensuciar mi cocina.

"Quedamos ya con la condición de que pueda comer tortitas para desayunar."

Oh Dios. Ya estaba en plan novia con antojos, pero bueno. El me necesitaba para La Montaña por lo que...

El móvil vibró sin apenas haber pasado un minuto desde que lo envíe. Esperaba recibir una buena respuesta, aunque sospechaba que me mandaría un rato a la mierda por lo que le había pedido.

"Se me dan muy bien hacer tortitas. Voy a por los ingredientes a la tienda de aquí al lado y subo a tu casa."

¿Qué? ¿Un chico iba a hacerme el desayuno? Quizás había ligado y no me había dado cuenta, o quizás quería envenenar mi comida con drogas para luego hacerme cosas impuras. Aunque no tenga un trabajo muy humilde, mi pureza interior seguía intacta.

Me reí y volví a la realidad. Primero porque no estaba interesada en ello y, segundo, porque no creía capaz a nadie de poder quererme. Si ni si quiera mi padre me quiso, iba a quererme alguien de fuera. Quizás eso me hacía perder el interés. Ahora solo quería vivir y poco más. Quizás vengarme de las personas injustas, que es la razón por la que había seguido en este trabajo. Suspiré de nuevo y decidí contestar al Fénix dorado.

K4RM4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora