Hace tres días que mi vida dió un cambio radical, un cambio que nunca esperaría, que solo lo imaginaba en películas.
Mis padres fallecieron trágicamente, en un accidente de tráfico, y a deseo de estos, debo viajar hasta Londres con un tío que ni conozco a continuar mi aburrida y monótona vida.
Mi padre, Mikaël, escribió a lo largo de su vida una enciclopedia completa de animales y ha visitado casi todos y cada uno de los lugares de este mundo. Es un amante de la naturaleza, e incluye desde la más pequeña hormiga hasta la mayor y más extraña de las ballenas azules jamás vistas en sus libros. Tiene una manera de ver las cosas que me hace replantearme realmente si no es Dios reencarnado o algo parecido, pues es capaz de comprender a cualquier tipo de especie, o deducir por qué los perros cuya raza no recuerdo tienen la lengua azul... Es increíble, y realmente lo admiro.
Mi madre, Katherine, era una magnífica fotógrafa. Hacía de lo que podía ser una simple captura, una obra de arte que a ojos de muchos costaba no solo dinero, sino un increíble valor sentimental. Ningún detalle, mota de polvo o rayo de luz se escapaban a sus lentes de alta precisión, a su cámara, que por cierto cuesta más que mi pulmón y riñón juntos y a su trípode. He de admitir que todas mis fotos me las sacaba ella, tenía el ojo que buscaba en mis inmortalizaciones.
Esta profesional con la cámara conoció al friki animal en un viaje de trabajo a Sudamérica. Mi madre estaba sacando fotos a los cóndores de los Andes, mientras que mi padre se acercaba sigilosamente a los nidos para observar y dibujar los huevos.
Para su fortuna, ambos se toparon en un nido y se dieron cuenta de lo mucho que tenían en común, desde el amor a los animales, que por cierto me contagiaron, hasta la pasión por el ave que estaban investigando. Mi padre invitó a mi madre a cenar, puesto que se hacía tarde y tampoco querían llevarse algunos picotazos al ser descubiertos. Los dos cayeron en el amor a primera vista, y no puedo mentir, hacían una pareja preciosa.
Al mudarse mi padre y establecer con mi madre un nuevo projecto, comenzaron a trabajar juntos en la enciclopedia. Viajaron a lugares maravillosos, crearon momentos inolvidables... Y tras casarse en el Gran Cañón del Colorado y tener su preciosa luna de miel en la increíble Venecia, yo di mi aparición en el vientre de la fotógrafa.
Tras dar a luz, tuvieron que volver a Francia para criarme como es debido y poder tener una educación... No creo que aprendiera mucho de los chimpancés, los armadillos o las ginetas.
Nací fuerte y sana una noche a finales de julio, cuando el calor de verano envolvía el aire. Mi padre y mi madre tuvieron que dar a luz en casa, y se apañaron bien, pero nunca me dijeron por qué... Es curioso que con lo temerosos que son, no me den la seguridad que dan en un hospital, pero tampoco me disgusta nacer en lo que es mi hogar, o bueno... Lo era.
Mi infancia fue de lo más normal, nací en un entorno totalmente natural, con pura libertad por parte de mis padres, pues he de admitir que eran increíblemente permisivos... Y por mi parte, yo era realmente tranquila, cosa que me extraña, pues ahora soy un saco de nervios que no deja de moverse por todos lados. Mis padres no tardaron en compartir su espíritu aventurero conmigo, y a los 5 añitos ya viajaba por todos los alrededores de mi ciudad, pero nunca fuera de Francia... Me habría encantado ir a Londres con ellos.
Cuando entré en la escuela, no tardé en hacer amigos, puesto que Leo (sí, ese pesadito de párvulos que ahora es uno de mis pilares en la vida) es muy extrovertido y social, y me juntaba con toda persona que veía, y así conocí a Loana, mi "cupidito".
Loana es una chica de piel morena, con unos preciosos ojos color chocolate y una perfecta figura (al menos ahora, antes era una bolita). Su cabello ondulado le llega hasta media espalda y el tono castaño claro de este la hace parecer una verdadera modelo.
Nos conocimos por puro infortunio, y no miento: En la fiesta de cumpleaños de Leo se me cayó un helado de chocolate en su zapato y comenzó a llorar como una loca. Yo me sentía fatal por lo que la ayudé a limpiarse, pero me hizo darle con agua y jabón unas 6 veces... Un poco más y lo limpio con la lengua.
Dudo que haya pasado algo más interesante en mi vida, me considero una buena estudiante, aunque fuera de ella sea una vaga de cuidado. Paso mis días en mi habitación o en el campo cercano a casa, escuchando música o durmiendo... Buena vida para una chica criada en naturaleza, ¿eh?
Pero soy una adolescente, y para qué mentir, necesito pasar por esta etapa.
Actualmente, mi vida sigue siendo igual, solo que ahora tengo a una lapa en mi brazo que ha logrado sacarme de casa por pura suerte.
-Vamos, Astrid... Te queda poco para irte, despídete al menos de Loana y quedemos una última vez. - El joven me mira con su desgarradora mirada de cachorrillo.
Así es, tras aquella loca noche de videojuegos, el hiperactivo chico me ha obligado a salir de mi guarida para quedar, pero nos acostamos a las 5 por las partidas, y realmente no hay ganas de sentir la luz del sol en tu cara de zombie recién levantado.
-Leo... Soy un vampiro, voy a morir... - Realmente se me da bien actuar, pero este chico es demasiado listo, por lo que sigue tirando de mi camiseta levemente.
Sin prestarme un mínimo de atención, saca su móvil para teclear un número que, intuyendo por la cantidad de cuatros que hay en él, es Loana.
-¡Heeeey, Lo! - Leo le pone motes hasta a una roca, cosa que me resulta tierna y sonrío inconscientemente. Este chico...
Escucho unos murmullos provenientes del altavoz, y tras ver la risa del chico, intuyo que Lo ha vuelto a soltar otro de sus chistes malos que al joven tanta gracia le hacen.
-¿Quieres venir con As y conmigo al bar de siempre? Sí... ¡Claro que puedes! Oh vamos, no le molestará... Venga, ¡allí nos vemos! - Antes de que la receptora pueda decir nada, Leo había cortado la llamada. - A que no sabes quién viene con Lo... -
- Viniendo de ella, algún lunático de esos que conoce en las tiendas rusas, seguro. - Me cruzo de brazos con una débil risa escapándose de mis labios y una ceja arqueada en señal de duda.
- No, no... - Negando con el dedo, me dedica una mirada llena de maldad, y en aquel momento he de admitir que me perdí completamente. ¿Qué amigos tiene Loana además de locos y skaters que grafitean por las calles?
-Lo conoces muy bien y le gustas mucho... Es más, se le hace la boca agua cada vez que te ve... - Al escuchar el terrible y malévolo tono de voz de Leo, mi cara cambia rotundamente, y mi mirada divertida se transforma en cuestión de segundos en una de pánico puro.
-No, por favor... Dime que no es Gilbert... - Rogué a los dioses que no fuera aquel sujeto, pero nadie me libraría de esta.
-Sí señora, el señor Gilbert viene a verte. - Comenzando a reír, Leo no puede evitar celebrar su victoria con una de sus locas carcajadas. En ellas de podía oler mi terror.
No, por favor... Gilbert no...
Lo que sea
Todo menos el perro baboso con problemas de afecto de Loana.
¡Hooola! Moon al habla~
Lamento haber retrasado el capítulo, sé que debió ser ayer, pero mi hermano y sus 30.000 necesidades vitales me succionan la vida.
Procuraré que el próximo sea mucho antes para compensar la demora.
¡Espero que os haya gustado el capítulo!
Cambio y corto~
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La poesía del cuervo
Teen FictionLos cuervos son aves solitarias, extrañas... misteriosas. No van en bandadas como las otras aves, pero son el único animal capaz de crear pura poesía. "¿Quién dijo que un cuervo no podría escribir poesía? Tiene tantas plumas como desee... Y un...