Capítulo I

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"Pensaba que el mundo no entendía la poesía, y así, el cuervo voló con sus alas impregnadas en tinta, recitando todo a su paso."

Cierro la página con un pesado suspiro, que involuntariamente se escapa de mis labios. Los versos se arremolinan en mi cabeza, ocupando gran parte de mi mente.

- Señorita Curie, ¿está usted escuchando?

Una grave voz me saca de mis pensamientos, lo que me hace abrir los ojos un poco más de lo normal.

- Eh, por supuesto. - Me coloco correctamente en la silla, observando al dueño de dichas cuerdas vocales.

El juez Rousseau, un hombre que ronda por los 50 años, cabellos canosos, de figura gruesa y barriga prominente, me mira con sus ojos grisáceos y sin brillo, acompañados de grandes bolsas y unos labios secos curvados hacia abajo.

- ¿Está de acuerdo con la idea? - Pronuncia, manteniendo sus facciones de desagrado.

Yo también quiero irme de este lugar tan rápido como me sea posible, señor Rousseau.

- Claro, estoy de acuerdo. - Si soy sincera, no sé de qué me habla, estaba ocupada leyendo un libro que curiosamente llamó mi atención, puesto que no suelo leer poesía.

- Bien, su tío estará muy contento de recibirle en Londres. - Por primera y única vez, el juez levanta un poco sus comisuras, mostrando una muy leve y falsa sonrisa.

Espera... ¿Qué acabo de escuchar?

- ¿D-disculpe? - Tartamuedo, debido al desconcierto que me causó escuchar tales palabras.

El señor Rousseau volvió a bajar sus comisuras incluso con más desagrado que antes, definitivamente le estoy dando un dolor de cabeza.

-Señorita Curie, sus padres documentaron en el testamento que su tutela pasaría a su tío, residente en Londres. - Explica con una débil voz, parece cansado de repetirlo, y realmente no sé cuantas veces lo habrá hecho.

- ¿Mis padres hicieron tal cosa? - Si pudiera ver mi cara, juraría que mis facciones se han descolocado completamente. ¿Londres? ¿Desde cuándo tengo un familiar en Londres?
Y más importante... ¿Por qué ellos nunca me hablaron de él si, según ellos, decidieron dejarme a su cargo?

La pesada y desganada mirada del juez sigue clavada en mí, está cruzado de brazos, respirando profundamente por su nariz.

Lo pienso durante unos minutos, y realmente no puede ser tan malo... Londres es realmente preciosa, según las fotos que he llegado a ver. También voy a estar con un familiar, y es mejor que vivir sola, viendo la situación en la que estoy.

Suspiro, miro al hombre de pronunciada barriga y alzo mi cabeza con decisión.

- Lo entiendo, iré a vivir con mi tío.

El juez vuelve a sonreír y me habla sobre ciertos temas de papeleo, puesto que también tengo edad para algunas decisiones menores, y tras salir del juzgado, respiro profundamente. Siento que el señor Rousseau ha recibido el mismo alivio que yo.

Mirando el papel que me dieron en aquel antro... Quiero decir, lugar de leyes, vi con lástima que el billete de avión y los documentos para el viaje estarán listos en una semana, lo que me da tiempo para despedirme de mis amistades cercanas y aquel lugar al que dentro de unos días dejaré de llamar hogar.

La poesía del cuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora