Se buscaban molestándose para terminar con la molestia de la caricia. Y en versos distintos de tu corazón y el mío, él te escribía en tu vientre un cruel poema. Sin presagios en tu mente, no me amaste. Y tus labios se tornaron carmesí de infiernos, mientras mi Cielo maestro de un tornado de silencios, escurridiza sonrisa que llovía dentro, y regaba mis plantas en los amaneceres de lágrimas mirando al viento. Tú corrías por las calles dictando el camino de las hojas, mientras yo en la ventana, y tú libre de todo haciendo captura de quien te mira.