∆ Apresurado dolor

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, la fiesta del vecindario —aclaró la rubia.

¿Y qué tendríamos que poner nosotros?inquirió amablemente Yuu.

Nosotros pensamos que sería un sueño que cocinaras porque tu sazón es asombroso —halagó ella—. Nosotros te daríamos el dinero para que compres lo que necesites, tú sólo deberías cocinar.

Oh, está biensonrió el azabache—. Sólo diganme la fecha y listo.

La maldita fiesta anual del vecindario estaba por venir, y los vecinos habían tenido la gran idea de que el azabache cocinase; en representación de todos los de la calle, habían enviado a la madre de Krul, Horn.

Y mientras el moreno arreglabla los dellates de la fiesta, Mika se debatía mentalmente cómo decirle lo de su oportunidad de trabajo a Yuu y que este no lo odiara a la par que mecía a Michi en sus brazos.

Días después, los pasteles, postres y aperitivos estaban listos y servidos en la gran mesa ubicada en una de las aceras esperando para ser comidos; Yuu había hecho un excelente trabajo tanto en la cocina como en la decoración del trozo de madera.

¡Yuu, amor!vociferó el castaño acercándose al aludido, el cual palideció al reconocerlo a la distancia.

Narumile saludó incómodo.

Hola, Michi, Mikaela-san —sonrió el doctor.

Yuu aún no había terminado con el castaño, no porque no quisiera, sino que la oportunidad no se daba; así que cada vez que Narumi estaba cerca de Mika, había un aura incómoda.

Ambos hombres se observaron con un profundo odio, los orbes castaños y los azules batallaban para saber quien sería el vencedor en aquel duelo de miradas asesinas que se daba en medio de la calle y por encima de los dos azabaches.

Y hubiesen continuado matándose con los ojos y la mente, pero el ojiesmeralda no lo permitió; el ambiente se tornó pesado de un momento a otro, y ninguno decía una sola palabra, aunque sobraba decir algo: se podía ver el aura de celos y posesión que ambos hombres emanaban, al igual que el aura de culpa del moreno al ser causante de tal enfrentamiento.

N-Narumi, ¿qué te parece si vamos por unas galletas?preguntó Yuu en un intento por calmar la sed de sangre del aludido.

Vamos —aceptó el castaño.

Ya vuelvo, Mika, Michiavisó sonriéndole a ambos.

Entonces Yuu caminó junto a Narumi mientras le hacía un gesto disimulado a Mika que decía que no tardaba, por lo que el rubio —junto al pequeño infante— decidió esperar a que él volviera.

Mientras tanto, el azabache caminaba a una distancia de cinco centímetros de Narumi, lo que a este le extrañaba en sobremanera, sin embargo, decidió no decir nada con respecto a eso.

Narumi, yo...intentó decir.

Pero antes de poder. completar la oración, una galleta se incrustó en su boca: el castaño se la había dado; un poco enojado, el moreno masticó con algo de fastidio para luego recibir un rápido y no correspondido beso.

Bajo el mismo techo [MikaYuu] |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora