—Ambas tuvieron un accidente automovilístico, al parecer un camión las embistió al pasarse el semáforo en rojo. —Su respuesta me tomó por sorpresa y las imágenes acudieron a mí. Recordé el llanto de mi hija, mi mano derecha ensangrentada acercándole su oso para tranquilizarla y luego silencio, mucho silencio. Tomé el medicamento de su mano y al tragar elevé mi rostro, pero en ningún momento quiso verme a los ojos.
—¿Qué sabes de mi niña? Yo la veo tranquila pero no sé si eso sea bueno después de ese accidente. —La enfermera me miró con inquietud, sin saber qué responder, la vi dudar un par de veces y me sentí mal por presionarla, así que cambié el tema.
—¿Sabes quién es Minerva? —Mi pregunta la obligó a verme pero al instante desvió su mirada de nuevo.
—No le haga caso a Alice, es una señora solitaria que le hace falta atención. A los nuevos pacientes les cuenta la misma historia.
—Eso quiere decir que sabes a quién se refiere ¿Cómo te llamas?
—Luisa.
—Cuéntame Luisa, Alice no tuvo la oportunidad de decirme nada o será que estoy tan nerviosa que no le puse atención. —Mi súplica había hecho efecto, la mujer asintió y se sentó en la cama contigua mientras yo cobijaba a mi nena con mi cuerpo y poniendo mi brazo sobre ella. Entonces dijo:
—Los empleados más antiguos se refieren a ella como una enfermera que trabajaba aquí casi desde que se fundó el hospital. Era de las mejores y se encargaba del área de pediatría. Un día entró un grupo armado buscando a alguien por una vendetta familiar, revisaron cada habitación y la enfermera estaba ocultando a la niña en la capilla del lugar. Al poco tiempo dieron con ellas y las asesinaron a sangre fría. La historia se convirtió en leyenda y ahora dicen que ella nunca se fue en paz, que en su último aliento culpó a la madre de la niña por aquello y la maldijo. Juró que ninguna niña que llegara en el mes de octubre al hospital del pueblo sobreviviría y que se llevaría su alma a la oscuridad donde la habían enviado por aquella injusticia.
—¿Usted lo cree?
—No señora, hay muchas versiones de esa historia. Son cosas de gente mayor que se aprovecha con morbo de las desgracias de algunas familias.
Su respuesta me calmó. Tenía razón, la gente siempre inventa cosas tontas para este mes que está lleno de mitos y supersticiones.
—Luisa... ¿sabe cuándo nos darán de alta? –Mis palabras causaron ese semblante de circunstancias en ella nuevamente.
—Se lo diré, pero mañana..., al salir de mi turno. Siempre y cuando descanse un poco antes que venga el Doctor Torres. ¿Le parece?
Realmente me sentía agotada, no solo físicamente. Me di cuenta que toda aquella locura podía tener origen en la presión de los últimos días, tenía sentido pensar que el estrés acumulado por el accidente y el tiempo que llevábamos hospitalizadas había hecho mella en mi mente y en mi cuerpo. Asentí ante su propuesta y una tenue sonrisa se dibujó en su semblante.
Como si hubiese medido el tiempo exacto, mis ojos empezaron a cerrarse. En ese instante el rostro de Luisa se deformó, convirtiéndose en el ser oscuro que había visto previamente y se acercaba lentamente a mí, ¡a mi niña! Deleitándose ante mi incapacidad por mantenerme despierta. Antes de caer en la inconsciencia sólo fui capaz de escuchar con angustia, su voz retorcida susurrando cautivada:
—Ven nena, ven a descansar...
Una luz intensa me cegó, provocando mi incomodidad. Tuve que cubrirme con mi antebrazo protegiéndome de su brillo y al enfocar su procedencia vi al Doctor Torres con una diminuta linterna en su mano. Me erguí con velocidad buscando a mi hija y allí estaba, acomodada en su cama, descansando con Tomy, su oso de peluche preferido. Pensé en lo permisivos que eran en el hospital al dejar que Samantha pudiera dormir con él, quizás era una de esas nuevas teorías para mantener tranquilo al paciente y en mi interior lo agradecí.
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Almas Inocentes
Mystery / ThrillerNo despiertes, no despiertes o se la llevará, no abras los ojos o la niña el día no verá. No despiertes, no despiertes o se la llevará, no despiertes o su pequeña alma, suya será, Y tú, sin reparos al dolor sucumbirás. Vuelve cada año y con ella...