Capítulo 1: Golpe tras golpe

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Todo comenzó aquella noche cuando llegué tarde a casa. Luego de eso, llegaron los golpes y las agresiones que fueron imposibles de ignorar.

Con cada golpe recordaba las sabias palabras de mi madre, al decirme que mi relación con Nate no serviría de mucho. Sus celos eran cada vez más difíciles de controlar.

Con Kate, mi mejor amiga, decidimos trabajar en la cafeteria de la cuidad, la llamada “Coffee Lovers” o mejor conocida como el café de los enamorados, la cuál tenía un toque romántico, que ayudaba a las parejas con sus situaciones amorosas.

Nasha, tienes un pedido en la mesa cuatro - dijo Carl, yo sólo asentí. Tomé la bandeja con el pedido y me acerqué a la mesa del cliente - Buenos días señor, aquí tiene su pedido, que lo disfrute - me miró con sus ojos azules, oscuros como el mar, capaces de perderme en ellos.

- ¿Qué le pasó en las muñecas? - las cubrí rápidamente con mi campera.

- No es nada, sólo unos golpes, soy torpe y suelo lastimarme con todo lo que se me cruce por el camino - dije nerviosa.

- Ya veo - su mirada seguía puesta en mi manos - La próxima vez sea más cuidadosa señorita - asentí y volví al mostrador.

- Oye Nasha, ¿qué te ha dicho el señor White? - preguntó Kate observando al cliente de ojos azules que se encontraba en la mesa cuatro.

- Sólo fue un comentario, nada más - la miré.

- Sea lo que haya pasado, eres una suertuda, está buenísimo - mordió su labio.

- Por Dios santo Kate, lo conocí hace diez minutos - dije exaltada. Ella sólo asintió mientras estiraba su chicle y volvía a masticarlo. - Eres una completa asquerosa, tienes 23 no 17, compórtate como una mujer adulta, no puedes hacer eso con el maldito chicle -

- Deja de exagerar Nasha, todos algún día lo habremos hecho - rodeó sus ojos verdes.

Nuestro trabajo de cada día había terminado, Kate ya se había marchado a su casa, sin embargo yo, tenía que cerrar la cafetería.

- Nasha, ve a casa, ya es tarde - dijo Carl.

- ¿Seguro? - asintió - Puedo quedarme hasta la hora de cerrar sólo para ayudarte - negó.

- Tu ve tranquila, no quiero que tengas problemas con Nate - me acerqué a el y besé su mejilla.

- Hasta mañana Carl -

- Hasta mañana Nasha - me mostró una sonrisa antes de que me marchara por la puerta principal.

Carl era un hombre de 50 años, lamentablemente había quedado viudo hace dos años y no podía superar la pérdida de su esposa. Él se encontraba sólo, debido a que no pudieron tener hijos ya que Susan, su esposa, tenía problemas de fertilidad. Yo lo consideraba como mi padre y él a mi como su hija.

Al llegar al casa, me encontré con varias botellas de cervezas esparcidas en el suelo, muchas de ellas se encontraban en el sillón y otras en la mesa del living.

- Por fin llegas zorra, ¿ya te haz dado el revolcón que deseabas? - dijo sarcástico.
Aún no entiendo como el amor de mi vida se convirtió en una persona humillante y maltratadora.

- Siento llegar de nuevo tarde, no es lo que crees - sentí mi mejilla arder, por impulso puse mi mano sobre ella - Carl me mandó a casa si no estaría todavía en la cafetería, yo no tengo la culpa de que haya mucho trabajo - dije entre lágrimas.

- Ya deja de llorar, espero qué llores así cuando me muera - tomó un sorbo de su botella de cerveza, la cual tenía en la mano derecha - Ven y sirve para algo, es hora de darte placer - tomó fuertemente mi muñeca y me empujó contra el sillón. Se colocó sobre mi y comenzó a besar mi cuello. Sus actos me daban repugnancia al igual que sus besos.

En menos de dos minutos me encontraba completamente desnuda, totalmente indefensa, sin ningún cuidado entró en mi y penetró fuertemente, sin saber las consecuencias que luego provocaría. Nuevamente volví a ser víctima de una violación. Una más que marcaría de nuevo mi vida.

Se levantó rápidamente, se acomodó su ropa y se marchó rumbo a la habitación sin antes decirme un insulto.

- Haz bajado tu nivel, antes eras buena en la cama, igual no me importa, vístete si no quieres que te haga el amor de nuevo - desapareció en el pasillo rumbo a la habitación.

Como pude tomé mi ropa y me cambié sin antes darme una ducha. No soportaba que sus manos tocasen mi cuerpo, deseaba borrar cada hematoma que dejaban sus golpes.

Al salir del baño, Nate se encontraba acostado en la cama. Lamentablemente había olvidado mi ropa sobre ella. Tomé una toalla y la envolví en mi cuerpo.

- No es necesaria la toalla Nasha, te conozco más desnuda que con ropa - sonrió arrogante, yo sólo pasé del comentario y me introduje en el baño para terminar de vestirme.

Desearía terminar con esta tortura de una vez por todas.

Coffee LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora