Capítulo 35

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Aleksi

El lugar a mi lado en la cama se encontraba vacío. Oculté mis ojos con el antebrazo y traté de recordar qué demonios había ocurrido la noche anterior. Volví a ser ese niño un momento. Aquel que torturaban para que no olvidara sus obligaciones con la bratva. Sabía que era jodidamente débil por permitir que mi tío entrara en mi cabeza. Era un cobarde. Bella tenía razón. Pero la sombra de mi pasado regresaba con mis traumas y me atrapaba, llevándome al vacío. No me dejaba mirar el presente o mi futuro. Siempre sería un prisionero. Nunca sería libre. Por eso intentaba desesperadamente aferrarme a la única luz que me mantenía cuerdo. No la merecía. Sabía que no. Pero era un bastardo egoísta y no soltaría su mano.

Aparté las sábanas y busqué mi pantalón en el suelo. Encontré confort al ver algunas cosas de Bella esparcidas en mi habitación. Su dulce aroma frotaba en el aire e inhalé con la mandíbula tensa cuando pensé en como Allek la devoraba con sus ojos. Era violentamente posesivo con mis pertenencias. Bella estaba en esa categoría. Era mía. Y si mi primo volvía a dirigirle la palabra le cortaría la puta lengua.

Después de refrescarme, fui a la cocina dónde encontré a Bella y Dorothea preparando galletas. Una vieja canción sonaba en la radio mientras ambas cuchicheaban y compartían risitas. Se instaló el silencio cuando notaron mi presencia.

—Déjanos solos—Le ordené a Dorothea.

Se lavo las manos rápidamente y se retiró con una expresión preocupada. Bella continuó agregándole chispas de chocolate a la masa, apenas inmutándose cuando mis brazos le rodearon la cintura y le besé el cuello.

—¿Tienes una fecha? —pregunté.

—No—respondió distante.

Los músculos de mi mandíbula se tensaron.

—¿Qué te está tomando tanto tiempo? Elige una fecha o yo lo haré por ti. No te gustará, créeme.

Se giró en mis brazos, sus ojos azules destilando veneno y resentimiento. Tenía un vago recuerdo de ella anoche. Me dejó claro que estaba cansada de mis actitudes y que no me esperaría para siempre. Lástima. Nunca vería una salida al final del túnel. Estaba condenada a soportar mi oscuridad.

—Haz lo que quieras, Aleksi. Me da igual —Se encogió de hombros y regresó a su trabajo—. Esa boda se llevará a cabo en contra de mi voluntad.

Entonces noté la ausencia de mi anillo en su dedo.

—¿Dónde está? —siseé.

—¿Qué?

—El puto anillo.

—Lo tiré—Lo dijo simple y llanamente. Como si no fuera gran cosa.

La ira ardió en mis venas. El desafío de Bella fue suficiente para ponerme rojo de cólera. Soltó un chillido agudo cuando la incliné contra la isla y le di una fuerte nalgada. Agarré su cabello en mi puño y tiré de su cabeza hacia atrás. Pude sentirla temblar de miedo. Hablé en su oído. Mi voz jadeante y entrecortada.

—¿Crees que tienes control aquí, cariño? ¿Crees que puedes decidir qué hacer? —Mordí el lóbulo de su oreja—. Ahora vas a ir a buscar el maldito anillo y nunca volverás a quitártelo. ¿Entiendes?

—¿Qué pasa si no quiero?

Ella temblaba debajo de mí y lo único que conseguía era que yo quisiera llevar esto más lejos. Quería asustarla. Quería asegurarme de que comprendía las consecuencias de sus actos. No toleraría más de sus berrinches. Yo mandaba aquí.

—Tienes un minuto para recuperar el anillo, Bella.

—No.

Mi palma conectó de nuevo contra su trasero y gritó. Levanté su falda hasta la cintura, luego me desabroché los pantalones. Ella se quedó quieta con la respiración agitada y apretó los bordes de la encimera tan duro que sus nudillos se pusieron en blanco.

Cautivos [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora