Sus versos.

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Cuando te conocí fuiste un completo deleite,

eras un alma incomprendida

que luchaba contra la escoria que te rodeaba.

Tus versos eran como el jarabe para la tos que mi madre me obligaba a tomar cuando era niño;

amargo como un ácido, hacía que mi estómago se retorciera

y que mi cuerpo se estremeciera,

pero era necesario. Justo así sentía tus versos, cariño.

Me hacían peso en el alma, pero nunca te lo dije.

Porque ellos eran cuchillos que me atravesaban el corazón,
porque en cada uno de ellos hablabas sobre lo miserable que te sentías

en un mundo lleno de malditos ignorantes que no hacen más que lastimarte...

Te necesito devuelta. Vuelve.

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