III.

101 20 1
                                    

«Pero soy tuyo, ya lo sabes,
Y te amaré incluso en el infierno...
¡Y caímos los dos!»
—Gay Pirates, (Cosmo Jarvis).

La luz que ves antes de morir no es blanca, sino azul

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La luz que ves antes de morir no es blanca, sino azul. Azul muy claro, casi verde. O a lo mejor si es blanca y yo sigo viva, pero es que esa última versión no me parece muy creíble.

Cuando recupero todos mis sentidos logro ubicar el sitio donde me encuentro. Son los baños del salón de fiestas. Tan desmejorados como deben estar después del abandono, aunque de algún modo las luces funcionan.

Aunque... yo recuerdo que la luz es amarilla, o al menos solía serlo. Tendida en el suelo, me doy cuenta también de los escombros a mi alrededor y, finalmente, de que hasta eso el techo está perfectamente intacto.

No es que esté como la última vez que lo vi, tiene sus grietas y un par de telarañas. Pero para haberme caído por ahí, se ha conservado sin problemas.

¿Sí me caí por ahí, no? Pensándolo bien, no hay forma de que cayendo por la entrada haya terminado en los baños. Sin embargo, tampoco hay forma de que haya caído sin romperse el techo.

Como al parecer estoy sola, no hago la pregunta en voz alta. No espero ninguna respuesta cuando me levanto dispuesta a salir de ahí.

Siento un dolor agudo en mi pie derecho. Suelto un pequeño grito. Oigo la puerta moverse y en los espejos —o lo que queda de ellos— alcanzo a verla cerrándose: alguien acaba de salir de ahí. Tratando de pensar en otra cosa miro hacia abajo, buscando lo que me ha lastimado.

Las ruinas que hay en el piso son más vidrio que nada, seguro pertenecientes al espejo roto. Me he cortado el pie con uno de los pedazos. Y al parecer ahora estoy descalza...

Intento seguir caminando y vuelvo a sentir una punzada. La mayor diferencia es que ahora sí puedo escuchar otra voz quejándose.

Creo que comienzo a correr, no estoy segura porque no llego a ningún lado. Yo no los veo, pero aparecen cristales en todas partes; imposible pisar suelo liso. ¿Porque había un suelo aquí, verdad? Ya no estoy segura de nada, excepto los gritos, que se deforman hasta formar varios lamentos.

«¡Me llamaste perra, Maite! ¡Hasta mis amigos de allá abajo lo escucharon!»

Maite. Con énfasis en el «Mai». ¿Dónde le has visto el acento a la e?

«¡Coño! ¡Coño! ¡Coño!»

Nadie más dice coño.

Grito con bastante fuerza, pero no es tan desgarrador como el de Nina. Nada suena tan real como su grito.

«¿Qué estás haciendo? ¡¿Qué haces?! ¡No!»

¿Te ha contagiado su miedo? Ese sí es aterrador.

Eye to EyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora