Las cosas en casa no habían cambiado. Chris, su hermano mediano, seguía en Seattle, en el segundo año de carrera de Arquitectura. Sus clases terminarían a finales de junio, así que su dormitorio estaría un mes más vacío. Realmente le gustaba lo que estudiaba. Los señores Jauregui nunca les obligaron a hacer algo que no les apasionara, así que tuvieron voto propio para elegir su futuro. A él siempre le gustó dibujar. Es algo que venía de familia, Lauren también lo hacía en sus ratos libres.
En cambio, su hermana pequeña, Taylor, aún seguía cursando el último año de instituto. Estaba siendo la niña de la casa, siempre lo fue, pero entonces que, ni Chris ni la ojiverde estaban por allí, aquello se acentuó.
Taylor abrazó tan fuerte a su hermana cuando llegó a casa, que Lauren pensó que le rompería una o dos costillas. La noche estaba bien entrada, pero ella seguía despierta cuando aterrizó, porque era viernes. Dijo que canceló ir a una fiesta de cumpleaños porque estaba deseando reencontrarse Lauren. Realmente, no veía a su familia desde Navidad. Los echaba bastante de menos.
Su madre y su padre, no fueron menos. Su madre dejó su pintalabios marrón por toda la cara en el momento en que la vio y, su padre, era incapaz de soltar su abrazo.
Lauren nunca fue la persona más cariñosa del mundo, pero su familia era lo que más amaba. Así que se permitió demostrarlo aquella noche.
Harry llamó cuando aterrizó en Nueva York y estuvo contándole cuántas veces se había enamorado en el aeropuerto. Y cuántas veces le habían roto el corazón.
Ella, sin embargo, sólo esperaba con ansias a que llegara el momento de llamar a Camila. Aquella chica le había estado volviendo loca desde el momento en que se conocieron en el campus. Un momento que jamás olvidaría.
Lauren paseaba por el campus buscando una hermandad a la que afiliarse. Desde que era pequeña, siempre había oído hablar sobre las distintas hermandades que se podían elegir en las universidades. Su madre le contó que, en la facultad de Matemáticas, donde ella había estudiado, se afilió a la hermandad de cálculo. Un poco obvio.
Lauren, por otro lado, nunca quiso asociarse a ninguna que tuviera que ver con la Psicología, más bien, buscaba algo que no le recordara nada de nada a los estudios. Había estudiantes de último curso repartiendo panfletos de la hermandad de Natación, de Teatro, las hermandad de las más populares... Lauren pensaba que no encajaría en ninguna.
-Oh, lo siento -dijo un tipo de caballera larga y rizada que chocó con ella mientras caminaba hacia atrás. -Estaba en mi mundo.
-No te preocupes, yo tampoco te había visto -sonrió.
-Soy Harry -se presentó estirando su mano. -¿Eres de primer año?
-Lauren -contestó la chica estrechándola. -Sí. Psicología, ¿y tú?
-Igual -sonrió el muchacho. -¿Estás buscando alguna hermandad?
-Algo así -sonrió la ojiverde. -El problema es que no encuentro ninguna que me guste demasiado. Creo que voy a pasar.
-¿¡Cómo!? ¡No puedes pasar! -exclamó el paliducho de pelo rizado enganchando el brazo de Lauren con el suyo, caminando por el infinito césped del campus. -Si no te unes a una hermandad, no eres nadie. En el campus nadie te conocerá, serás la chica invisible.
-¿Sabes? No suena mal -bromeó Lauren. -Vamos, no será para tanto.
-Lauren -dijo él parándose frente a ella, tomando sus hombros -, es peor de lo que imaginas. Escucha, ven conmigo. Voy a asociarme a la hermandad de los Nightangles.
-¿La hermandad de los Nightangles? -preguntó ella confundida.
-Sí, son muy conocidos en el campus. Sobretodo por sus fiestas despampanantes.
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Treinta y Seis
Fiksi PenggemarCamila, Lauren y un reto de treinta y seis preguntas que promete hacer a sus dos jugadores terminar completamente enamorados el uno del otro. ¿Qué ocurrirá con estas dos escépticas estudiantes de último año de Psicología?