Mi dedo índice comenzó a marcar la superficie del vaso frente a mí con aburrimiento. La depresión me tenía por los suelos, ¡por qué no como a cualquier chica me puede bastar el helado para desahogar mis penas! No, que el meterme hasta por las narices chocolate con vainilla no me satisfacía para nada. Un trago era mejor, al menos me hacía dar tantas vueltas la cabeza que casi no me quedaba espacio para pensar en mis problemas. La palabra clave era casi.
― Vaya ― murmuró el barman frente a mí mientras pasaba un paño por el cuello de una botella cubierta de polvo. ― Mala noche, ¿eh? ― Me vi tentada a ignorarlo y seguir con mis pequeños tragos, pero recordé que en mi billetera ya no habitaba mucho dinero, así que ser amistosa podría asegurarme unas dos copas más antes de irme.
― Mal día ― me tragué el suspiro junto con el vodka que atravesaba mi garganta quemando los músculos que ahí se encontraban. ― ¿Tan mal estoy como para qué se note? ― Él negó con una sonrisa y cogió un sacacorchos para abrir lo que debería ser un exquisito vino.
― Déjame ver si adivino ― Me preparé mentalmente para escuchar todas las tediosas situaciones que mencionaría el moreno ―. ¿Mamá no acepta al novio de chaqueta de cuero y una costosa motocicleta? ― Negué levemente, ¿acaso me vería como una protagonista sacada de una novela llenas de clichés? ― ¿La estudiante estrella se estresa por bajas calificaciones? ― solté una pequeña carcajada, pero seguí meciendo m cabeza de izquierda a derecha ― ¡Espera, qué ya lo tengo! ― Me miró atentamente inclinándose un poco para ver mi rostro entre las luces palpitantes ― Tu lagarto de dos metros y medio ha escapado y ahora lo más probable es que ronde por las alcantarillas de Nueva York sembrando miedo a cada quien que desea ir al baño o tomar una ducha.
Vale, que el último me había alegrado los dos recientes minutos. Solté una risa sabiendo que lo había hecho a tientas para no tener que soportar mis lloriqueos de niña mimada que de seguro no obtuvo lo que querría, dudaba mucho que le importara mis problemas. Pero bueno, tenía una fachada de saber escuchar y me aprovecharía de eso. Si me quedaba con toda esta mierda dentro de seguro explotaría en cualquier momento y ya le había dado demasiados problemas a Tara como para seguir con la lista, y que el poner el apartamento patas arriba por mi furia contenida se repetiría unas tres veces contando esta.
― Bien, que siempre he tenido una fobia por todo lagarto o anfibio así que no.
― Te refieres a la Herpertofobia y a Batracofobia ― asentí levemente sin saber hasta ahora sobre esos nombres extraños.
― ¡Claro! A esos mismos. ― Apoyé mi vaso en la barra esperando que el barman notara que se encontraba vacío. ― Pero mi problema es el idiota de mi novio, bueno, más bien ex novio. ― Bajé mi vista hacia mis manos con una punzada en el pecho.
Sí, era un ser inhumano que no se merecía el aprecio de nadie, pero había logrado engatusarme con lindas palabras y el tan solo hecho de pensar que todo lo que me dijo eran frases memorizadas cada noche para ver quien caía dolía un poco. Un poco mucho.
― Pues, sí como dices era un idiota, no veo el problema de haber cortado con él. ― Mis ojos marrones comenzaron a bajar por todo el lugar ocupando todo su campo visual en cuerpos sudorosos que se refregaban entre sí como si quisieran gastar la tela de su ropa para luego seguir con su piel. ― Oh.