XIII. «Probemos la suerte»

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Distrito Forestal. Jueves 13 de marzo, 7:40 h.

Dan, Jeannette y Ren iban rumbo a uno de los escondites donde, según lo que le dijo Encélado a la hiena, estaría Laverna, que a su vez era una pieza clave de lo que estaba pasando.

Se estaban adentrando cada vez más en el Distrito Forestal, yendo al sur. Jeannette le había dicho que el escondite se encontraba casi en los límites entre la ciudad y la vía que llevaba a Burrows, entre Marshland y calle Pack, por lo que Dan tenía una vaga idea de hacia dónde dirigirse.

—¡Acelera! —apremió Jeannette.

—¡Voy al máximo —gritó él, sobreponiéndose al ruido del motor—, la moto no da más!

—Sigue siendo muy lento.

—No, pues, consígueme nitro y ahí sí llegamos en un parpadeo. ¡Confórmate!

—Ustedes dos, ya cállense —les riñó Ren, montada en su moto, a su lado—. Estamos cerca así que tranquilos.

Jeannette, a espaldas de Dan, refunfuñó algo inentendible mientras aún seguían surcando las calles del Distrito Forestal. Y, efectivamente como dijo Ren, estaban cerca, porque al cabo de quince minutos más de camino llegaron a la zona. Algo que extrañó al zorro fue que no había escondite alguno, era una explanada de tierra, ni más ni menos.

—Saca tu arma y prepárate, y recuerda: es Trivia, no Jeannette —le susurró Jeannette antes de bajarse de la moto; él la imitó y la siguió. Se detuvieron en una compuerta del servicio de aguas de la ciudad.

—¿Y dónde está el escondite? —preguntó él; ella señaló la compuerta—. ¿Abajo?

Jeannette asintió.

—Aquí es donde trajeron a Encélado la primera vez.

Tomó el asa de la compuerta metálica y tiró de ella, ésta se abrió con un chirrido.

Con un ademán de la pata, para que la siguieran sin hacer ruido, Jeannette se internó camino abajo. Dan asintió, sacó una de las dos armas que llevaba y se adentró tras ella.

Pensó que tal vez tendría que atravesar un canal de aguas residuales o blancas, sin embargo, se topó con otra cosa. Unas escaleras bajaban en forma de caracol hasta una pequeña luz al fondo. Un tiro de unos cinco metros hacia abajo, supuso. Luego de bajar, la cosa se volvió más confusa, era en toda regla un laberinto bajo la ciudad.

Si no hubiera sido por Jeannette que los guió por los pasillos que se bifurcaban, dividían y cerraban cada tanto, se hubieran perdido y hubieran muerto de inanición. Los pasillos eran cambiantes, algunos estaban iluminados por completo, otros por bombillas colgantes y otros sólo eran oscuridad total. Al final llegaron a un sendero de ladrillos de casi el doble de ancho que los otros, y ella se volvió a verlos.

—Atentos —les susurró a ambos; Ren y Dan alzaron sus armas.

Al terminar el pasillo el suelo pasó de ser de una mezcla variante de tierra y piedras a ser de concreto firme. Dos metros más adelante se hallaba unas puertas dobles de metal reforzado, como si fuera un fuerte militar, entreabiertas. Jeannette les lanzó una mirada de advertencia y el zorro entendió lo que quiso decir: debería estar cerrada. Se detuvieron frente al portal y la hiena alzó una pata en señal de conteo; estiró tres dedos.

Bajó el primero; Dan y Ren le quitaron el seguro a las armas.

Bajo el segundo; Dan inspiró con fuerza.

Bajó el tercero. Jeannette se movió para entrar, un milisegundo después lo hizo Ren y Dan siguió a ambas. Abrieron las puertas dobles por completo de una patada y entraron. Dan se sintió sobrecogido por un momento al observar e lugar; una especie de almacén tan gigantesco que contendría varias manadas de elefantes sin esfuerzo. Al salir de su asombro, siguió por instinto a Jeannette, cubriéndose ambos con las columnas de soporte; Ren fue hacia otra.

Zootopia: Subesse Senatus Romanus (SEPT 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora