Cinco putas letras que a veces cuesta decir, se te quedan atrapadas en la garganta y no hay manera de soltarlas.
Yo pensaba que iba a ser incapaz de decirle adiós a ciertas personas, mantenía esa relación de amistad tirando ya a conocidos porque no quería asumir lo que podría pasar.
Y un día te das cuenta que esa persona con la que has compartido miles de historias no merece que sigas sin cortar el hilo que os une, y no sé si lo mejor o lo peor de todo es que no te cuesta decir adiós, porque sabes que todo ha acabado y que por mucho esfuerzo que pongas ya nada va a volver a ser ni la mitad de increíble de lo que era.
Cuando eres incapaz de reconocer a una persona a la que antes mirabas a los ojos y leías sus pensamientos te tienes que dar cuenta de que algo falla.
No sabéis lo cansanda que estoy de mantener hilos de esperanza cuando la otra persona está empezando a sujetar el hilo con unas tijeras en la otra mano.
A veces hay que hacer borrón y cuenta nueva, no hay que pasar página, hay que cerrar el maldito libro, y parece imposible pero lo he hecho, lo he conseguido, he quitado las fotos de la pared y he mirado como ardían sin que haya dolor.
Y después de todo he conseguido decir esas cinco letras sin derramar ni una sola lágrima; adiós.