Reglas del Juego

19 0 0
                                    

Es una tarde aburrida como muchas otras, estoy hastiada, no se como hay personas que pueden estar satisfechas con una vida sin aventuras.
Me levantó y miro por la ventana, debo salir de aquí cuanto antes o quedaré loca.
Tomo apresuradamente las llaves, el móvil y mi cartera y salgo. Paso por el lado de mi secretaria y le digo:
— Estaré fuera el resto de la tarde por asuntos personales, cualquier cita re-agendala y da mis mas sincera disculpas – voy diciendo mientras atravieso el pasillo, no quiero que uno de sus comentarios sobre trabajo me hagan detenerme.

Salgo del edificio y tomo un taxi.
— ¿Hacia donde señorita?
— Conduzca, que en el transcurso le indico hacia donde vamos.
El obedientemente enciende el motor y conduce sin rumbo. En realidad no se para donde ir, solo sé que tenia que salir cuanto antes de ese lugar. En ese momento suena mi móvil, que prudente, veo el contacto. Y sorpresa, es Lisa.
— Hola Lisa querida, que bueno saber de ti.
— Hola Kathia. ¿Que tal todo?
— Pues normal, haciendo esto y aquello, nada extravagante – oigo como se ríe por lo bajo.
— Romper corazones no es extravagante. Auch que fría eres.
— Así soy. No me digas que me llamaste solo para hablar de como rompo corazones, porque si es así... – digo con intención de colgar.
— NO – grita en mi oído – no cuelgues, no te llame para eso. Realmente te quería decir que estoy en la ciudad y me apetece verte.
Me quedo en silencio para crear el ambiente tenso.
— ¿Colgaste?
— No aún estoy aquí, solo estoy pensando.
— Odio cuando haces eso.
— ¿Que? ¿Pensar? Preferirías que fuese una lela, sin pensamientos propios, ni opiniones.
— No, por supuesto que no. Me encanta lo sagaz que eres, pero a veces es irritante. Pero dime en que pensabas
— ¿Irritante? Ok.
— Por Dios Kathia no lo tomes por ahí. Por favor dime en que pensabas.
Se que le estoy dando la batalla. Y que al final iré donde esta, ya que oportunamente me llamo en el momento indicado. Pero la haré sudar un poco mas.
— Pensaba que tengo mas de 6 meses sin saber de ti, sin una llamada, un texto, una señal de humo, sin nada. Ahora apareces con tu carita limpia, que quieres verme, como si yo fuera algo desechable, que usa cuando se necesita y se tira en un cajón cuando ya no es de utilidad.
— Sabes que no es así Kathia, sabes el por que me fui, el por que debía alejarme, me estabas lastimando, me estaba enamorando de alguien que solo me daría unas horas de pasión y luego se iría sin mirar atrás, y eso Kathia, eso me estaba matando.
— Siempre fui clara, y te dije lo que estaba dispuesta a ofrecer, nunca te mentí, y jamas te di una cosa por otra. Ahora dime algo ¿funciono? ¿A que juegas?
— Miras todo como su fuese una conspiración, solo quería verte, para reafirmarme que ya todo paso, y que no era mas que un capricho.
— Mmm.. Esta bien. Te daré el chance de que confirmes que todo era un capricho. ¿Donde estas?
— ¡Oh! – suena sorprendida – Estoy en el Marriot que esta en el centro, habitación 804.
— Ok. Nos vemos en un rato.
— ¿No estas trabajando?
— Salí temprano. Nos vemos. – Le cuelgo.
Le digo al chofer que cambie de rumbo, y se dirija al Marriot. Me quedo pensando en lo que me dijo, tengo esa pequeña espinita de conciencia que dice que no debo ir, que quizás de verdad ya me superó, y que ir solo la confundirá más. Luego sonrió y se que iré, no soy tan buena y además nadie se olvida de mi tan rápido y menos si lo puedo evitar pienso con una sonrisita en el rostro mientras miro por la ventana.

— Señorita llegamos – dice el taxista sacándome de mis ensoñaciones.
Le pago y me bajo. Voy directo al ascensor y aprovecho que están entrando unos turistas y me cuelo con ellos, marco el piso 8.
Al llegar a mi piso, salgo y voy directa a su puerta y toco, escucho como algo se cae dentro, una maldición y paso apresurados a la puerta.
Me abre una despampanante rubia, un poco mas baja que yo, esta descalza, y solo lleva puesto el albornoz del hotel.
— Wow, eso fue rápido.
— Estaba cerca. – me le quedo mirando, se ve hermosa como siempre, el tiempo fuera la hizo tomar un aire mas seguro, me gusta. – No me invitaras a pasar – pregunto con una ceja arqueada.
Ella se ruboriza.
— Lo siento estaba dejando que terminaras de comerme con los ojos.
Me echo a reír fuerte y me acerco a su oído.
— No dirás mejor que estabas tu procesando mi presencia aquí. – le digo y entró a la habitación, mientras paso por su lado rozo un seno con mi brazo y noto que esta erecto, esto me saca una sonrisita sardónica, ¿no que me había superado?
— Eres una déspota Kathia. – dice a mi espalda. Eso me hace dar una carcajada.
— Y a ti excita que te mangoneen – le respondo. Da un portazo ante mis palabras. – Cualquier daño que le causes al hotel sera descontado de tu tarjeta – digo burlonamente.
Se acerca al bar de la habitación, y prepara dos tragos, uno de ellos tal como me gusta. Me pasa uno de ellos y se sienta en la cama. Yo me acerco a la ventana y veo el panorama de la ciudad en pleno apojeo laboral, pobres esclavos del sistema y de la burocracia. Me doy la vuelta y me siento en un sillón que hay en la esquina de la habitación. La observó, esta nerviosa, parece una chiquilla asustada ante su primera vez.
— No te voy a violar, no estés tan asustada, ni siquiera muerdo y si lo hago es con permiso.
— Uy, que respetuosa la niña.
Nos quedamos mirando un rato, el ambiente esta tenso con las cosas no dichas. No haré ninguna acción hacia ella, entraré en su juego de que solo es para reiterar que no le intereso.
— Te quedaras ahí mirándome y nada mas.
— Que quieres que haga, solo vine a que confirmaras que ya no te intereso.
Se levanta y va a la nevera saca un plato de moras (fresas, frambuesas, moras azules). Me ofrece el plato y tomo solo una fresa, la meto a la boca y juego un poco con ella, se me resbala un poco de zumo por la comisura del labio ella se queda mirándola y sin poder resistirse se acerca y lame el zumo.
— Te odio, te odio por hacerme desearte, te odio por hacer que mi cuerpo se encienda con solo verte y te odio por hacer que una estúpida fresa se vea sexy – me dice antes de besarme apasionadamente.
La tomo la cintura y la dejó tomar la iniciativa, no participó en su juego.
— Maldición colabora, no me hagas suplicarte – dice con sus labios pegados a los mios.
— Me dices al teléfono que te hago daño y que por eso te fuiste, que solo me llamaste para ver que ya no te intereso y cuando llego aquí me saltas arriba, ¿Que pretendes? Dejame decirte algo – le digo mientras la agarro por el cuello – este es mi juego y yo pongo las reglas, si quieres ser parte de él debes acatarlas, entendido – ella asiente y yo prosigo – esta vez no te iras y asi que pon frenos a tus sentimientos, sin exigencias, celos, solo sexo sin ataduras, y la próxima vez que quieras salir corriendo piensátelo bien porque no habrá vuelta atrás, no te aceptaré nuevamente, y no tomaré tus llamadas, dime si estas de acuerdo para que recuperemos el tiempo o si no podrás con la situación para largarme, no estoy para tonterías.
Ella me mira con ojos desorbitados, nunca había sido tan brusca ni tan cruda con ella. Se queda pensando y me impaciento.
— Entonces que dices.
Me mira fijamente y me responde.
— Acepto todos y cada uno de tus términos.

Es una victoria para mi, así que la agarro y la beso ferozmente. Me levanto con ella encima y la tiro en la cama, beso sus labios con desenfreno y ella me responde con la misma pasión. Le toco los pechos por encima de albornoz, frotando sus montículos ya erectos. Lamo por detrás de su oreja izquierda y bajo hacia su cuello, mientras mis manos se cuelan por la abertura de la bata para tocar su piel tersa y delicada, ella gime y eso me enciende, abro por completo su bata y la quito, voy repartiendo besos por los brazos mientras se los sacó, la tengo desnuda a mi merced, me alejo para por fin apreciar sus curvas en todo su esplendor, ver su piel blanca un tanto sonrojada por el deseo, sus pechos inflados, y su estomago reflejando su respiración acelerada. Me paro de la cama, siento su mirada sobre mi.
— No pretenderán dejarme así, salivando por tus caricias.
Tomo el plato de moras y regreso a la cama.
— Debería dejarte así, ya que me privaste por 6 meses de tu cuerpo, te lo mereces. Pero no, solo jugaré un poco contigo, así que acuéstate y déjame hacer mi trabajo.

Veo la lujuria en sus ojos, se vuelve a tirar en la cama. Desabotono mi camisa y me quedo en sujetador y falda, también desenvuelvo mi pelo del apretado moño en que lo puse en la mañana y dejo que caigan mis rizos rojos hasta la mitad de mi pelo.
Paso mis manos por su abdomen y veo el contraste de nuestras pieles, la de ella blanco como nieve y la mía oscura como la canela, es hermoso, se que hacemos un cuadro hermoso, es como la fantasía de todo varón mayor de 18 años.

Tomo una frambuesa la pongo en mi boca y rozo con ella sus pezones, los empapo de su jugo, no sólo los senos sino la unión entre ellos y debajo, masticó lo que queda de la fruta y me dedico a quitar el néctar de esta de su cuerpo, hago los mismo en su abdomen, pongo una mora azul en su ombligo y juego con mi lengua a poder sacarla, no tenia nada debajo del albornoz, así que su pubis esta descubierto para mi.
Me detengo y término de desnudarme, veo como su mirada me devora, pero no se mueve y me conoce para saber que por el momento la quiero así, dispuesta, sumisa. Quedan pocas frutas en el plato, de echo sólo hay 2 fresas, tomo la mas pequeña y la como, están muy dulces, ella mira como la muerdo, sus pupilas se dilatan de deseo, al parecer le excita verme chuparla. Tomo la otra, las mas grande, la paso por su pubis, roso su clítoris, sus labios, su abertura, luego me llevo la fresa a la boca y la lamo, le quito sus jugos, vuelvo a bajarla hacia su monte, la parte mas fina la introduzco en su vagina, grita de placer y curva su espalda, bajo mi boca por su cuerpo hasta su clítoris, entonces lo chupo con fuerza, y lo lamo, siento su cuerpo contraerse así que con los dientes saco la fresa y me la como, sigo lamiendo, chupando, tentando, mientras ella me canta un sinfonía de gemidos y gritos que enerva todo mi cuerpo, pues bajo una mano a mi clítoris y lo masajeo, con mi otra mano la penetro a ella, la oigo gemir y temblar, suplicar, quiero extender un poco mas el orgasmo, además quiero que nuestros jugos se mezclen. Me paro le abro de piernas, me subo en posición de tijera y empiezo a frotar nuestras partes intimas, de lado, circular, arriba abajo. Siento mi orgasmo llegar y la veo tensarse, ponerse roja, como a punto de ebullición, agarra las sabanas en un puño apretado, acelero mas los movimientos y culminamos prácticamente al mismo tiempo, como insaciable que soy, aun con la respiración entrecortada, bajo a su vagina y empiezo a lamer nuestros orgasmos entremezclados.
— Dios eres una maldita perra. – gime – deja de lamer ah aaaaahhh, maldición.
Vuelve a apretar la sabanas y entre lamidas y chupetones le provocó el segundo orgasmo. Subo a sus labios para que pruebe sus-nuestros fluidos.
Me bajo de la cama, recojo mis ropas desparramadas y me dirijo al baño, tomo una ducha rápida y me cambio. Cuando salgo la encuentro en la esquina de la cama sentada, con el albornoz nuevamente puesto, esta cabizbaja, no pongo atención, no me gustan estos dramas post-sexo.
— ¿Ya te vas?
Pienso responderle con un sarcasmo, pero mejor no empeorar las cosas.
— Si, debo hacer algo y antes pasar por casa a buscar unas cosas, voy retrasada.
— Ah, Ok.
Busco mi móvil, mi cartera y mis zapatos, intento re-acomodarme el moño, pero es inútil, así que me desordeno el pelo y lo dejo que caer libremente por mi espalda.
Siento su malestar, es el mismo de todas, quieren que te sientes a darles mimos y decirles que la amarás siempre, puaj, no es mi estilo y lo saben, la oigo lanzar el primer quejido de llanto, así que me despido con un beso en la frente y me largo. De camino a la puerta, oigo como empieza a hipar. Cierro la puerta sin mirar atrás, mientras camino al ascensor escuchó algo romperse en la habitación, no me detengo ni me devuelvo, mis reglas son claras, si quieres estar en el juego debes aceptarlas.

Kathia NotebookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora