El ajetreo de la casa interrumpió el sueño que tanto le había costado conciliar a Topacio. Se había quedado dormida ya cuando los primeros rayos del alba indicaban el inminente amanecer, y todo el esfuerzo para dormirse ¿para qué sirvió? Para ser despertada al menos dos horas después por el sonido de los criados yendo de un lado a otro preparando todo para la gran celebración. Y eso que no se celebraría ahí.
Con un gruñido, se levantó, pidió un baño, y luego llamó a su doncella para que la ayudase a vestirse después de este.
Rubí debía estar en ese momento siendo atosigada por Rowena y varios pares de doncellas, que la arreglarían para la boda que según sus cálculos, estaba programada para dentro de cuatro horas.
Sonrió. Después de una eternidad, y un sinfín de quejas y pretextos, su prima se había dado cuanta de que estaba perdidamente enamorada del marqués de Aberdeen, y hoy, se realizaría la tan esperada unión.
Topacio creía en el amor, ya que sus padres se casaron por él y su prima se casaba enamorada, solo que ella no estaba dispuesta a caer en esas redes. Mejor dicho, no estaba dispuesta ni a casarse. Cuando cumpliera los 25, podría disponer de su dote y con ella viviría tranquila el resto de su vida. Para ella el matrimonio y el amor era una estupidez. El matrimonio, solo te volvía propiedad de un hombre, y el amor, te volvía estúpida y se confiaba ciegamente en esa persona y Topacio Loughy juró hace años no confiar en nadie que no fuera su familia, incluyendo a Rowena, William y James, por supuesto, ellos también eran su familia. Solo confiaba en ellos, aunque la vida le hubiera demostrado que esta también traiciona. El hecho era que cualquiera te podía traicionar y ella no pensaba bajar la guardia, ya había planeado su vida y estaba feliz con ella.
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La boda fue por lo mínimo, el evento de la temporada. A pesar de haber tenido poco tiempo para planearla, y la presura con la que se enviaron las invitaciones, casi toda la alta sociedad se aglomeró en la iglesia de St James, y los que no estaban en la iglesia, llegaron a la celebración de esta.
Topacio vio desde una esquina como los recién casados inauguraban el baile. Rubí estaba radiante, y no solo por su aspecto, no, lo que hacía que se viera radiante era esa sonrisa de felicidad que Topacio estaba segura nada podría borrar de sus labios. Esa alegría que brillaba en sus ojos avellana, hacía que las bellas facciones de la pelirroja resaltaran aún más. Bailaba como si no hubiera nadie más que ellos dos en ese salón, y cualquiera que gozara de buena vista se daría cuenta que la pareja estaba más que enamorada.
El baile terminó y más parejas se reunieron en el salón de baile para el siguiente. Todo era perfecto, y pensar que la boda había sido producto de un error cometido por su prima.
A pesar de la música entretenida, a mitad de la velada Topacio ya estaba un tanto aburrida. Eran pocas las personas con las que se llevaba bien y por ende, pocas con las que podía conversar. Tampoco es que recibiera muchas invitaciones a bailar. A pesar de ser un beldad, con su cabello caoba, su piel clara pero un tanto tostada, y unos misteriosos ojos grises, era bien conocida su filosa lengua, por ello, los caballeros ya había descubierto que con ella no se podía tratar. En el fondo eso era lo que ella siempre deseaba. Quería que la gente se diera cuenta de que no era una estúpida joven manipulable con la que podían hacer lo que les viniera en gana. La sociedad estaba llena de hipócritas y muchos de ellos eran traicioneros, una no podía mostrarse débil ante gente así.
Cansada, decidió tomar una copa de oporto de la bandeja de un mesero y tomarla tranquila en una esquina. Se supone que una dama, y mucho menos una soltera,no debía tomar, pero a ella no le importaba lo que la sociedad pensase, su reputación era de por sí bastante mala, así qué ¿Qué mas daba?, además, tomar no le haría ningún daño, mientras no lo hiciera en exceso claro, Rubí le había enseñado esa lección que había aprendido de la peor manera. Sonrió, a juzgar por su cara de felicidad, tal vez fue de la mejor.
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Los secretos de Topacio (joyas De La Nobleza #2)
Historical FictionLa lengua de Topacio Loughy es tan afilidad como de bella es su cara. Ella no cree que el amor este hecho para ella y sinceramente lo considera una estupidez. Eso de volverse esclava legal de un hombre no es lo de ella y no piensa casarse nunca. Lo...