La mañana entera he pasado con la sensación de unos ojos sobre mí nuca, pero cuando me giré las dos primeras veces en lengua sólo me encontré con un profundo y meditador – por no decir dormido – Michael Kinney. No pude quitarme esa sensación de ser observada constantemente ni por un segundo, y de las tres clases que tuve, en un total de dos, los profesores habían tenido que llamar mi atención para continuar con la clase.
Esa mañana no había desayunado, pero cojí una manzana y algo de dinero de casa, para comprar algo en la pausa.
Sin duda el momento culminante de mi paranoia llegó cuando aún estaba en la puerta del aula de matemáticas, rebuscando el dinero en el fondo de mi mochila, cuando esta causó un gran estruendo al golpear contra el marco, y presa del sobresalto dejé caer la mochila de golpe. Me llevé un susto de muerte y hubiera tardado unos segundos más a volver en mí pero alguien me llama tocándome el hombro, y ese es hecho, el que colma el vaso y no puedo hacer otra cosa más que gritar.
– ¡Tranquila! No planeo matarte…por el momento.
– ¡Estúpido, casi me da un ataque al corazón! La próxima vez prueba a esperar a que me gire – me dirijo a Mark, aún con el corazón a cien por hora. – ¿vale?
– Estoy seguro de que si hubiera hecho eso, tú hubieras dicho algo como – deja caer el peso sobre una pierna y apoya su brazo izquierdo en la cadera – ¡Estúpido, la próxima vez prueba tocarme el hombro para saber que estas aquí! No puedes aparecerte así de la nada. –rió ante su imitación mía.
– He de decirte que esta ha sido una interpretación muy barata, no la compro.
– ¿Quieres decir que debería dejar de lado mi carrera como actor?
– No, para ello tendrías que tener una en primer lugar – rio – digo que no es gracioso.
– ¡Oh, vamos, sabes que lo es! – Mark recoge mi mochila del suelo, me la pasa y comenzamos a caminar de nuevo como en la mañana por el largo pasillo del Tides en dirección a la cafetería.
– Oye, ¿vas a tardar mucho en la cafetería? – le pregunto.
– No, de hecho no quiero nada, pensé que tu sí.
– No vayamos entonces, quiero hablar de algo lo antes posible. – en lugar de girar a la izquierda como deberíamos haber hecho, continuamos recto en dirección al gimnasio dónde se encuentra la salida a la pista y mesas de picnic. Nos dirigimos hacía ellas cruzando la pista de baloncesto. Mark iba a sentarse en una en la que almenos cabían diez personas, en la que había una chica leyendo, pero no quiero que nadie escuche lo que tengo que decirle, por muy estúpido que esto fuera. así que lo agarro de la manga de su chaqueta azul vaquera estilo ochentero, y lo guió hasta la última mesa del patio al lado de la vaya que hacía de separación entre la calle y el Tides.
– Amy, si no te conociera – pausó para tragar saliva – diría que me alejas del resto de estudiantes para darnos el lote, y quizás después declararte – iba a interrumpirle pero levantó una de sus manos sobre mi cara y continuó hablando – no es que no me parezcas guapa, pero esto de las relaciones en secreto…
– ¿Qué? ¡Oh no! No, nada de eso, yo…no – ¿Qué había sido eso? De todo menos por lo que yo quería hablar con el – quiero algunas respuestas sobre el doce de Septiembre, saber que pasó después de recoger mi bici del taller. – En respuesta, un bufo sale de su boca.
– Menos mal, porque no estaba preparado para darte algún tipo de respuesta tipo “no eres tú, soy yo”. – dice con la mirada en el suelo.