Capitulo 2

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Por la ventana pude ver la vieja camioneta de mi amigo. Miré el reloj que había en la pared del living y me sorprendí. Athan siempre fue de esas personas que llegan tarde a todo y cuando las llamas para preguntarle donde están te contestan algo como "estoy llegando" o "estoy cerca, pero llegaré un poco tarde porque hay un tráfico que no te imaginas".

Se oyeron golpes en la puerta de entrada y, sin dudar, la abrí. Miré al castaño oscuro con una ceja alzada y le pregunté:

―¿Quién eres y qué has hecho con mi Athan?

―¿Ahora soy tuyo?― preguntó Athan picaramente. Si las miradas mataran él estaría seis metros bajo tierra con una lápida de mármol que identifique su tumba.

―Sabes a lo que me refiero, Athanasios.―le dije con tono desganado.

―Primero: es Athan―dijo él levantando el dedo índice―. Segundo: Tienes razón, hoy es tu cumpleaños y no quieres escuchar mis bromas malas que yo se que en el fondo las amas. Pero ese no es el punto.

Salimos de mi casa, para luego caminar hacia la vieja camioneta celeste semi-oxidada.

―¿Y? ¿Me dirás a donde me llevas?―pregunté una vez que llegamos a el automóvil.

―Nop.―dijo remarcando la 'p'.

―Dime al menos ¿quién fue el que planeó todo esto?

―Alaska―hizo una pausa―¿Por qué siempre tengo que organizar todo con ayuda de alguien o, directamente, son ustedes los que organizan todo?

Este chico era tonto o muy olvidadizo. Creo que la primera opción es la más precisa.

―¿Lo dices en serio?―Le pregunté incrédulo―¿Acaso no recuerdas lo que paso en mi último cumpleaños?

―Oh eso, ¿ups?―contestó dudoso, a la vez se encogía de hombros.

―¿Ups? ¿Eso es lo único que dirás?―inquirí molesto.

―¿Qué? Elegí un buen lugar para-

―Que me traumara.―lo interrumpí antes que terminara la oración―O sea, literalmente me llevaste al lugar de mis peores pesadillas.

―No seas exagerado.―habló el castaño oscuro, a la vez que rodaba sus ojos.

―No soy exagerado, soy sincero.

―Como digas.

―¡Me llevaste a una puta convención de muñecos de ventrílocuo, sabiendo que yo soy automatonofóbico!―exclamé enojado.

―Ya te dije que no sabía que era una convención de muñecos raros.―replicó calmado.

―¡Pudiste haber investigado un poco antes de llevarnos!―chillé.

―¡Ya ha pasado un año desde eso!―dijo alzando la voz―¡Deberías olvidarlo!

―Como digas.―dije en una voz ridículamente grave, queriendo imitarlo. Athan rodó los ojos.

―Bueno, olvidemos todo esto―dijo ―es tu cumpleaños y hay que disfrutarlo.

Esto último lo dijo moviendo sus cejas de arriba a abajo, en un gesto pervertido. Rodé los ojos y le golpeé suavemente el hombro, comenzando a reír. Athan se llevó una mano al hombro, dramáticamente.

―Idiota.―dije con una pequeña sonrisa.

―Me hieres, Camaroncito―sonrió burlonamente.

―¿En serio?, ¿otra vez ese apodo?―le pregunté en tono molesto.

―Sipi―dijo tratando de sonar tierno, cosa que no le salio.

―Esta bien―hice una pausa―, Athanasios.

Touché.

Nos subimos a la camioneta y Athan nos condujo al misterioso lugar. Las calles por las que pasamos me resultaban familiares.

―¿Por qué siento que ya pasé por acá?

―Porque ya lo has hecho, duh.―dijo Athan en tono obvio.

―Lo se, idiota, pero no recuerdo cuando.

―Te gusta mucho llamarme 'idiota' ¿no?

―Lo amo.

Pasaron unos minutos antes que nos detuviéramos frente a un edificio que conocía bien. Era la pista de patinaje a la que Athan y yo íbamos cuando eramos unos niños inocentes. O al menos yo lo era. Emocionado, baje de la camioneta.

-No puedo creer que me trajeras aquí.-dije mirándolo con una inevitable sonrisa en mi rostro-Amaba este lugar de niño.

-Por eso lo hice-dijo. En sus facciones se podía ver el orgullo que sentía-cuando planificamos las cosas con Alaska, ella mencionó que te gustaba el patinaje sobre hielo e, inmediatamente, me acordé de este lugar.

-Son los mejores.-reconocí, lo que es raro ya que yo jamás lo habría admitido en voz alta, y lo abracé de forma amistosa. Athan correspondió a mi abrazo.

―¡Oye, me asfixias!―canturreé en modo de broma.

―No es cierto―dijo separándose del abrazo para luego empujarme levemente―. Bueno, basta de charla y-

―¡Vamos a patinar!―exclamé emocionado, interrumpiéndolo. Tomé a Athan de la mano y lo arrastré hacia el sitio donde se alquilaban los patines.

Mientras llegábamos al lugar pude identificar a Michael, parado detrás del puesto de alquiler. Él era un viejo amigo que conocimos en Lehormanía, lugar al que íbamos seguido, además de ser el sitio donde él trabaja a la tarde los días de semana. Mickey, como le decíamos, era un cincuentón de cabello castaño con algunas canas y mirada amable, al igual que su personalidad.

―¡Mickey! ¿Ahora trabajas aquí?―exclamé.

―No, nada más se queda parado ahí por horas sin hacer nada por diversión.―dijo, sarcásticamente, Athan.

Yo simplemente rodé los ojos a su comentario. Al parecer, a Mickey le causó gracia nuestra mini-pelea ya que soltó una suave risa.
―¿Y tu de qué te ríes?―dijimos Athan y yo, al mismo tiempo.

―De ustedes, parece un matrimonio viejo.

Con Athan nos miramos vergonzosamente y pude sentir como mis mejillas se calentaban.

―¡Tranquilos, es broma!―exclamó rápidamente. Sin embargo no pude evitar sentirme incómodo. El echo de parecer pareja con mi mejor amigo siempre me pareció algo extraño.

―Bueno, a lo que vinimos ¿Nos darías dos pares de patines?―pidió Athan. Aunque intentó disimularlo, se podía notar la incomodidad en su voz.

Nos preguntó sobre nuestro número de calzado. Por obviedad el de Athan era más grande que el mío. Nuestro amigo nos los entregó y nos dirigimos hacia unos bancos que habían en el lugar para poder ponérnoslos. Mientras yo ya estaba terminando, pude ver como Athan estaba luchando con sus cordones.

―¿Necesitas ayuda?―le pregunté en tono burlón. Él solo me miró molesto.

Me arrodillé frente a él y tomé su pie cubierto por el calzado, para luego colocar la cuchilla entre mis piernas para mantenerlo firme. Comencé a entrelazar los cordones entre sí bajo la atenta mirada de Athan.

Al finalizar la tarea, lo ayudé a levantarse ya que le costaba un poco, y luego nos dirigimos a la pista.

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⏰ Última actualización: Feb 13, 2017 ⏰

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