Capítulo 4.

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Se sentía terrible casi como en ese momento donde vas en un auto y estas quedándote dormido y sientes que caes en un hoyo, rápido, profundo y está quitándote el aliento; despiertas sudando con el corazón golpeando tan rápido en tu pecho que juras que la persona sentada a tu lado lo escucha y estás temeroso, tan terriblemente asustado que tus ojos se llenan de lágrimas que resbalan tristemente por tu cara mientras evitas sollozar. Es más o menos lo que estaba sucediendo conmigo porque Matthew es mi punto de referencia, mi compañero en crimen, un chico que conocía desde los 5 años, cuando unos niños me lanzaron al suelo porque creyeron que era una niña y él tomó al líder de los pequeños malcriados por el cabello hasta que este soltó el mío. Al tener 10 años y el cabello aún corto con una corona de lindas flores amarillas y un vestido de algodón azul, él me había invitado a su casa a una partida de videojuegos y estaba muy bien para mí, tuve ganas de llorar cuando ni siquiera dio un segundo vistazo a mi ropa sólo tomo mi mano con un agarre de hierro y nos guio hasta su casa. Era mi salvador y marcó un punto y aparte en mi vida demostrando que con la confianza y amor suficiente puedes llegar lo más alto que quieras y entonces... Se cae, en picada al suelo y tan rápido que no hay oportunidad de tomar un respiro. Un sollozo escapó de mi garganta cuando Alexius me apretó un poco más contra su pecho.

—No entiendes lo que sucede. —susurró él, yo estaba metida en medio de sus piernas dobladas y tenía posada mi cabeza en su cuello, mientras veía el verde pasto del campo, él me abrazaba más fuerte—. Estás tan empeñada, esforzándote al 100% para que las personas te comprendan y acepten pero olvidaste a alguien importante. —volteé mi rostro para mirarlo, estaba cerca de mi rostro, tanto que su respiración chocaba contra mis labios entreabiertos—. Tú misma. Estás ahí pero no puedes alcanzarte y sigues chocando contra las flechas en lugar de pararte y decir basta, en lugar de mirarte al espejo y decirte que te amas, ya es muy lamentable que la basura de tu amigo no entienda nada, pero tú; la más importante siempre serás tú. Y duele, imagino que debe de doler pero la protagonista eres tú, borras a quien no quieres, tachas, redactas y añades lo que quieras porque es tuya, tu historia y yo quiero que me permitas ser parte de ella.

Sentía mi cuerpo arder como pequeñas brasas, la pequeña chispa de una estrella que se va volviendo mucho más fuerte con tanta luz que parece fuego, abrazador, caliente ¿Se suponía que tenía que responder? No lo creía posible con mi corazón latiendo en mi garganta al punto de pensar que iba a vomitarlo, así que presioné mis labios rápidamente contra los suyos aun mirando sus ojos tan azules que de lejos podrían resultar amatista pero que tenían pequeñas motas doradas y verdes con un halo de azul más oscuro alrededor.

—Gracias. —me sonrojé y miré mis dedos entrelazados en mi regazo—, es lo más lindo que alguien me ha dicho jamás y estoy muy agradecida.

Él tomó mi barbilla con sus largos dedos mientras acercaba su rostro al mío y sinceramente no quería apartarme o que él lo hiciera a pesar que sabía que las palabras de Matthew eran ciertas por más que doliera, las personas hermosas jamás dan una mirada a quien consideran menos, a los raros, a los gays, nerds o transgéneros; para ellos somos más bien animales, que puedes observar, molestar, empujar hasta el límite pero jamás adoptarías a uno de ellos. Miré sus labios y sonreí cuando en lugar de besarme en labios presionó ligeramente un beso contra mi frente. Protegida por sus brazos oculté mi rostro bajo su barbilla y deje que el dolor de tener cerca lo que jamás sería mío me arrullara.

—¡Alexius! —la voz gruesa de Mitchell llenó el silencio.

—Maldición, tiene que dejar de hacer eso. —refunfuñó Alexius mientras se levantaba y me ayudaba a hacer lo mismo y quitándose su chaqueta la colocó en mis hombros tibia y con su olor por todos lados estuve a punto de echarme a llorar de nuevo, lo único que atiné a hacer fue colocarme de puntas y besar tiernamente su mejilla—. Nos vemos.

Él bajó de las gradas y paró frente a Mitchell parecían estar discutiendo sobre algo y luego Alexius lo dejó hablando solo mientras caminaba fuera del campus. No pude evitar sonreír cuando me di cuenta que el agua y el aceite tenían más probabilidades de unirse que nosotros juntos.

Ese día caminé a casa, estaba cansada del mal día de ayer, de la mañana donde mi mejor amigo prácticamente mi pulmón derecho se volteaba dándome la espalda (estas personas jamás se fijarían en alguien como tú)sacudí la cabeza (alguien como tú) enterré los dientes en mi labio inferior cuando me di cuenta de que no había mucho que negar, si mi propia madre me dio la espalda ¿quién iba a cubrirme? (como tú ). Abrí mi casa y me lancé en el mullido sofá enrollándome alrededor del olor en la chaqueta del equipo de Alexius  ¿qué tipo de personas agradarían a Alexius? (no  alguien como tú ) gritó la voz en mi cabeza antes de quedarme dormida.

—Tienes que irte. —escuché la voz de mi padre susurrar.

—Entonces ¿Cuándo comenzarás a ser sincero con ella? —me asomé un poco bajo la chaqueta de Alexius y vi a un hombre alto frente a mi padre con las manos en sus mejillas.

—¿Vas a dejarme si no lo hago? —el hombre de chaqueta de cuero negro bajó la mirada y mi padre se alejó de él.

—Hasta la persona más fuerte se cansa de esperar si no hay nada a cambio, Kellin y tú no me has ahorrado ni un día de sufrimiento, ni uno. —mi padre secó la lágrimas que corrían por sus mejillas y luego bajo la cabeza.

—Te mereces algo mejor. —el hombre rubio negó con la cabeza y su cabello largo hasta los hombros se sacudió —. Sí, debes dejar de rogar conmigo y tienes que buscar a alguien de quien seas prioridad y yo no puedo ser esa persona. —mi papá tomó una de sus manos y la besó.

—¿Y qué pasa si eres la persona que amo y estás diciéndome adiós? —él abrazo a mi padre y mi padre correspondió.

—Eso habría de responder todas tus preguntas. —fue el momento más triste ver como el hombre se marchaba y mi padre se marchitaba contra el suelo en un llanto silencioso, éramos dos personas rotas que de alguna u otra forma no podían ser felices.

Dos piezas de un corazón roto.

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La cena fue silenciosa, el ambiente pesado y tan triste como definitivamente nosotros nos sentíamos hasta que alguien llamó a la puerta.

—Yo voy. —él levantó su mirada rojiza del llanto y trató de sonreír.

—Hola. —la voz de Alexius me paralizó con la mano en la puerta, traté de hablar, mis labios se abrían y cerraban pero nada salía, luego miré mi ropa, tenía una bata para dormir de seda blanca que me había regalado Matthew, me sonrojé y me cubrí con la puerta—. Es un lindo vestuario para dormir.

—Y-yo... T-tu... Q-quiero decir —golpeé mi cabeza contra la puerta ¿por qué tenía que tener ese efecto en mí? —. ¿Tu chaqueta?

—No. —él colocó su mano sobre la mía encima de la puerta—. Vine por ti.

—¿Quién...? —mi padre me alejó de la puerta y abrió completamente—. Uhm... ¿Alexius, no? ¿Te agradaría entrar?

Yo tapé mi rostro con mis manos y tras la puerta negué para que solo mi padre me viera, no lo hizo.

Joder.

Krause Köler. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora