Capítulo ocho: Olor a lluvia y humo

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Bajé la vista nuevamente para ocultar mi leve sonrojo, en cuanto mis ojos chocaron con los de él, pude sentir a mi corazón golpeando fuertemente contra mi pecho.
- ¿Estas bien? ¿Te hicieron algo de nuevo?
Levante levemente el rostro para poder mirarlo, él solo estaba ahí, frente a mi, asujentadome de los hombros, podía notar la preocupación en la forma en que me miraba mientras pequeñas gotas caían por su cabello, no podía explicarlo, pero en ese momento sentí que se veía tan... Vulnerable.
- Aylin, por favor responde...
- Oh, disculpa, estoy bien, no han hecho nada.
- ¿Estas segura?
En aquel instante me causó algo de gracia ver su preocupación, e inevitablemente solté una pequeña risa, lo cual, también pareció calmarlo un poco.
- Si, no harán nada mientras haya harta gente, me han tirado un par de miradas, pero me es indiferente.
- Entiendo, lo siento, temía que hicieran algo de nuevo
- De verdad no tienes que preocuparte, dudo que vuelvan a hacer eso.
- Aún así, prefiero no arriesgarme
De pronto las gotas de lluvia comenzaron a molestarle en la cara, no dejaba de pensar que verlo así, me causaba algo... Simplemente no podía dejar de mirarlo.
De pronto notó como lo observaba, mis mejillas se volvieron de un fuerte tono rojizo y volteé inmediatamente la mirada.
- ¿A dónde ibas? - preguntó de pronto rompiendo el leve silencio que se había formado
- Oh, en realidad no lo sé, solo quería salir de aquí.
Su pregunta me hizo recordar la razón por la que huía, no de alguien, si no de mis propios pensamientos... De pronto, me sentía ridícula por haber llegado a tal punto de paranoia sin razón.
- Ya veo, me alivia al menos que estés bien
- Si, no tienes de que preocuparte.
- Y bueno, respecto a la pregunta que me hiciste ayer...
Sus palabras fueron interrumpidas con el exageradamente fuerte timbre de vuelta a clases, cada alumno comenzó a dirigirse a sus respectivas aulas, luego cada profesor fue a su respectiva sala donde debía realizar su clase, pronto vimos también a nuestro profesor que se acercaba.
- Lo siento, tendrá que ser en otro momento.
Me sentí tan impotente, no sé exactamente el por qué, pero realmente quería saber la respuesta.
Me tomó de los hombros y entramos juntos a la sala, cada quien fue a su asiento, con las miradas de todos sobre nosotros, la Darly no dejaba de verme de la forma mas amenazante posible, era cierto, me metí en su territorio.

Las dos horas mas eternas en mi vida, no presté atención en clases y solo me dediqué a hacer garabatos en mi cuaderno, ya era hora de que me respondiera, pero antes de darme cuenta, Darly y sus "secuases" estaban nuevamente encima de él, esas chicas de verdad no sabían cuando rendirse. Segundos, minutos y eternidades, cuando me di cuenta finalmente de que no lo dejarían en paz, preferí retirarme de ahí, quizás a dar un leve paseo por el patio para disfrutar la lluvia, me levanté de mi asiento y guardé todas mis cosas en mi mochila, mientras sacaba mis audífonos de ella, me los puse y seleccioné un par de canciones, pronto como apareció una que me gustara tomé camino a la puerta, antes de salir, miré una vez más a Andrés... No fijó su vista en mi ni por un segundo.

La lluvia se sentía refrescante, como si me intentara liberar de todos mis tormentos... Aún quedaba un tiempo antes de entrar a clases, así que saqué una cajetilla de mi bolsillo y la abrí... 15 dagas y un encendedor.
Saqué uno con cuidado de no mojarlo, me posicioné bajo el árbol en el que menos llegara la lluvia y procedí a encender aquella daga que mataba lentamente mi alma, permitiéndole entrar en mi, para pudrirme desde dentro, amaba esa sensación de que mi alma se quemaba cada vez que el humo viajaba a mis pulmones. Era una escena digna de recordar, la música, la lluvia y un simple pero mortal cigarrillo, cerré los ojos, sintiendo las pequeñas gotas que se filtabran entre las hojas caer en mi frente, y las ondas de humo disiparse rápidamente con el viento.
Para cuando me di cuenta, ya no estaba sola, él estaba ahí... Mirándome fijamente mientras sostenía entre sus dedos un cigarro sin encender todavía.

- ¿Te molesta si te hago compañía?

Tú, tu frialdad... Yo, mi amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora