|•T h r e e•|

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Había sido difícil concentrarme la tarde de ayer con TaeHyung, había perdido por completo las ganas de pasar una agradable tarde y en mi mente solo se encontraba el rostro desolado de Min YoonGi.

No había una explicación en concreto y para mí solo existían sus ojos ásperos y sin brillo. Me costó mucho conciliar el sueño una vez llegué a casa, pues estaba seguro que aquel chico de cabellera grisácea estaba tan solitario como el hogar que me abrazaba esa noche.

Mientras manejaba de camino a la universidad, observando el día nublado que anunciaba una próxima tarde de lluvias, tenía una imaginaria conversación en posibilidad con YoonGi, pues los nervios que me recorrían la espina dorsal, no me dejaban estar completamente tranquilo.

Necesitaba acercarme a YoonGi.

Necesitaba sus brazos.

Necesitaba sus besos.

Pero sobre todo... Necesitaba su bienestar.

Estacioné el auto, observé a un porcentaje del estudiantado fumando tabaco en el estacionamiento y otro porcentaje entrando como si se les acabara el tiempo, a pesar de que el reloj aún marcaba un cuarto para las 9 de la mañana.

Estar de vuelta en la escuela era una sensación extraña, estaba por mucho muy lejos de sentirse familiar. En mi razón y juicio no comprendía la dimensión del tiempo, pues realmente sólo había un año de diferencia entre el futuro que intentaba cambiar y el pasado que tanto me atormentó. Había sido una impresión difícil de digerir, pues ver a cada uno de mis conocidos, me hacía sentir como si nuestra relación más fuerte fuese similar a la de ser simplemente extraños.

Ver a los ojos Min YoonGi era como ocultar un verdad crucial y disparar mentiras en forma de dagas hirientes, pues para mí, el estar frente a él había sido conocer su final y profanar sobre ello en cada momento en el que decidía cerrar la boca ante lo que habíamos vivido, manteniéndolo como un secreto de dos, que debía pertenecer a una sola persona.

A mí.

Me dolía tanto el corazón, que no podía exigirle tampoco a aquel peligris, pretender que tenía un fuerte lazo junto a mí, porque prácticamente era nuestra primera vez hablando y por alguna razón, yo estaba forzando demasiado las circunstancias.

Entendía por completo que las cosas no podrían ser como las imaginaba, pero me sentía tan impotente y vulnerable ante él, que no podía evitarlo. Mi cuerpo reaccionaba a su simple existencia, al momento en que mis ojos le veían, mi corazón salía disparado de mi pecho y todo lo que resultaba de ello era una interminable sensación de necesidad y angustia.

Del lado en el que mi cerebro se esforzaba por retener los impulsos de correr hacia él y tomarlo entre mis brazos hasta hundir mi nariz en su cabello e inhalar su dulce aroma, hasta el otro extremo de mi corazón que gritaba su nombre en busca de sentirse querido y escuchado por la persona que más amaba. Estaba en un dilema todos los días y eso me hacía sentir tan exhausto.

Entré al salón de mi primera clase, la horrible y nada bien vista clase del profesor Kim. Él se encontraba en su escritorio, tan predecible de aquel hombre con un exasperante sentido de la puntualidad tan bien agudizado. Me vio entrar y separó sus ojos de la revista de ciencias que se encontraba leyendo, me sonrió y tan pronto como lo hizo, sentí el líquido gástrico subiéndome por la garganta.

Hacía ya mucho tiempo que no me sentía tan asqueado por alguien, pero el coraje que bullía desde el interior de mi estómago cual lava no me permitía sentir ni una pizca de aprecio por ese hombre. Era tan simple decir, que el pedestal del que se hizo dueño desde la primera vez que entre a su clase y compartimos el mismo amor por la ciencia, se había derrumbado tras un fuerte sismo lleno de sentimientos de odio y resentimiento.

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2022 ⏰

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