Capítulo 1

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Me desperté sin ganas de hacer nada, me estiré en mi cama y aplacé el despertador para cinco minutos más tarde. Mi madre siempre me decía que eso era una tontería, porqué esos cinco minutos no eran más que una pérdida de tiempo. Pero para mi son mi tiempo de relax antes de empezar mi rutina. En cuanto sonó mi segunda alarma me destapé y baje perezosamente de mi cama, caminé hasta mi baño, me deshice de mi pijama y me metí en la ducha. Y en la ducha es donde empezó mi día con mal pie, no había agua caliente, fuera estábamos a diez grados y yo me tuve que duchar con agua fría. Para seguir mis pantalones calentitos estaban recién lavados así que me tuve que poner mis vaqueros ajustados que dejaban que el frío llegase hasta mis huesos. Y lo peor fue que la cosa no terminó ahí, porque mi queridísimo hermano (nótese el sarcasmo) se había llevado el coche. Así que sí, sin desayunar, con el pelo mojado y congelándome de frío inicie mi camino hacia el primer día del último curso de instituto, al cual ya llegaba tarde. ¡Magnífico!

Entré al instituto roja por el frío y con el pelo suelto y despeinado ya que debido al viento helado que hacía se me ocurrió la maravillosa idea de soltarme el pelo para calentarme el cuello, pero no sirvió de nada. Lo único que conseguí con otra de mis brillantes ideas fue despeinarme. Caminé hacia el grupito de amigos donde mi hermano solía estar, me acerqué a el y de su bolsillo trasero le arrebaté las llaves del coche.


–Si a la salida vas tarde caminarás tú. ¿Qué te hubiera costado esperarme? – le dije cabreada – Hace mucho frío para caminar.

–Haberte levantado antes, no quería llegar tarde al primer día.

–No he llegado tarde ni yo que vengo caminando. ¡No tienes vergüenza Jason!

–Lo que tu digas enana.

– Si, si. Pero que tu no sientas frío no significa que yo tampoco así que me quedo las llaves del coche. Esta tarde vas a llevarme a casa perrito – su cara se volvió roja, me agarró del brazo y me arrastró fuera del grupo.

– ¿Pero tú estás loca? ¡Cuida tus comentarios!

Evitando una discusión no le di importancia a su comentario y fui directamente a hablar con la secretaria, necesitaba el número y la llave de mi nueva taquilla y saber mi clase y horario. Caminé hasta el ala este de el instituto y llegué a Secretaria. La secretaria, una mujer de mediana edad, rubia teñida y algo rechoncha me preguntó mi nombre, me buscó en sus archivos y enseguida me dio todo lo necesario para poder empezar el primer día. 

Volví al edificio de aulas y busqué la taquilla 307, después de unos minuto buscando la encontré, introduje la llave, descargué los libros dentro de ella (excepto el mi primera hora) y cerré. Caminé arrastrando los pies hasta el aula 117, literatura universal. Cuando entré aun estaba vacía, así que me dirigí directamente hacía el fondo y me senté en uno de los pupitres vacío, el que más cerca tenía la pared. Saqué mi móvil y vi que aun quedaban quince minutos para que empezara la clase, así que conecté los auriculares y me centré en la música. Me fui relajando hasta que no se en que punto se me cerraron los ojos.

Me desperté con alguien pegándome un tirón en los auriculares. Era Max, uno de los pocos amigos que tenía en el instituto. Me sonrío alegremente me dio dos besos en las mejillas y se sentó en la silla de mi lado.

–¿Que tal tus vacaciones?

– No se qué esperas que te responda, hice lo de siempre: dormir, comer y vaguear.

–¡Pero si queda un mes para que cumplas 18! Deberías haber disfrutado al máximo lo que te quedaba de inmadurez, ¡por Dios!

– Sabes que no soy de esas, para eso está mi hermano.

– Uy si, tu hermano. Pero como ha cambiado, ¡que bueno esta! –dijo mientras ponía cara de enamorado.

– Eh... No, no me he fijado, es mi hermano. No quiero ni imaginármelo gay retorcido. ¡Quieres dejarme un trauma de por vida!

Se río y en ese instante entró la profesora por la puerta, con sus zapatos de tacón y su bolso de imitación. Observó la clase con mirada intimidante, tan solo estábamos Max, dos empollones de los que van a clase incluso con varicela y yo. 

–Bueno parece que a la mayoría de vuestros compañeros no les importa el primer día, pero yo no puedo daos clase, sois minoría. Os repartiré el programa del primer curso y podéis iros.

Nos repartió el folleto y salió de clase. Dos horas de clase reducida a 15 minutos.

– Bueno... tenemos casi dos horas. ¿Qué sugieres que hagamos? – me preguntó Max

– Yo no sé tu pero a mi esta mañana no me ha dado tiempo a desayunar y tengo hambre.

– No hay problema, rumbo a la cafetería se ha dicho. 

Caminamos hablando sobre su increíble verano en Nueva York, sobre todos los chicos que había conocido y todo lo que había comido (a Max le encanta hablar de comida) hasta que llegamos a la cafetería. Nos sentamos en nuestra mesa de siempre ya con nuestro almuerzo y empezamos a comer. Estaba contándole algo a Max que no recuerdo cuando me interrumpió. 

– Hay un chico detrás de ti que te lleva mirando los veinte minutos que llevamos aquí.

No quise girarme pero no soporté la curiosidad, pero era verdad, nada más me giré vi a Alex, uno de los mejores amigos de mi hermano mirándome. Le miré con confusión y el no se molestó tan siquiera en disimular. Siguió mirándome directamente. Me estaba incomodando. 

...

El resto del día fue similar a la mañana, no dimos ninguna clase por la falta de alumnos y pasé el día con Max. Al salir de la escuela Jason estaba esperándome apoyado en el coche. Me acerqué a el despacio y le pasé las llaves del coche. Una vez estuvimos dentro del coche la imagen de Alex mirándome se repitió en mi mente así que me decidí por preguntarle a Jason.

– ¿A Alex le pasa algo conmigo?

–¿A qué te refieres?

– Se ha pasado la hora del almuerzo mirándome y ni siquiera ha disimulado cuando yo le he devuelto la mirada.

– No sé, lleva algún tiempo abstraído, desde su transformación más bien.

– ¿Ya se transformó?

– Sí, su cumpleaños fue la semana pasada.

– Bueno al menos puedo disfrutar de su cumpleaños.

– No hables de nuestros genes como si fueran una maldición.

– Algunas historias lo relatan como tal.

– Dices eso porqué aun no te has transformado, hablaremos el mes que viene enana.

– Bueno como digas. ¿Entonces debo pasar a llamarle Alfa?

– No se le concederá su título de Alfa hasta que no encuentre a su Luna.

– ¿No es Stefanie?

– Por lo visto no, rompió con ella nada más se enteró.

– ¿Y no hay noticias de quién pueda ser su mate?

– No que yo sepa. Pero seré su beta y soy su mejor amigo. Estoy seguro de qué en cuanto la encuentre me lo dirá.

– Buena suerte para él.

Ese fue el fin de nuestra conversación, diez minutos más tarde llegamos a casa y me subí las escaleras hasta mi habitación. La curiosidad seguía carcomiéndome, así que busqué su número y le envié un mensaje.

"Sarah: ¿Estás bien?"     

Al minuto de enviarlo me arrepentí. No debería meterme en su vida, apenas habíamos hablado un par de veces. No tuve tiempo a intentar borrarlo ya que en seguida me contestó.   

"Alex: Tengo que hablar contigo, pero será más tarde..."

"Sarah: ¿Que significa más tarde?"

"Alex: Eso tendrás que averiguarlo tu solita"

El día que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora