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SECRETS. JUNIO 2016, SÁBADO 19. ━━━━━━━━━━━━
18 MESES DESPUÉS, CIUDAD GÓTICA, OLIVIA WAYNE:
Tomé aire profundo saliendo mi escondite un salto, para luego golpear de inmediato a los hombres del mafioso a quien buscaba, quienes tenían caretas de payasos.
Al terminar con tres de los cinco hombres que lo protegían, me paré a unos metros lejos de él con semblante serio.
—Vaya, vaya. Por fin nos volvemos a ver, querida —la voz del Joker no fue algo agradable para mis oídos luego de no haberla escuchado desde hace varios meses—. ¿Acaso huías de mí y mandabas a Batsy? Sé que adoras verme —movió su cabeza con exageración.
Apreté mis manos intentando mantener la calma, ignorando su pregunta—. ¿Qué buscas esta vez?
El maniático sonrió dando unos pasos hacia mí, pero yo me quedé en mi lugar con firmeza.
—Nada que sea de importancia, sólo quería verte —jugó un mechón de cabello que salía de mi máscara. Antes de que pudiera hablar nuevamente, tomé su brazo y lo giré poniéndolo en su espalda, luego lo empujé para quedar sobre él en el suelo.
Sus hombres me apuntaron con sus armas de inmediato, y lo único que se escuchó en la habitación fue la risa del mafioso.
—Ya te extrañaba —murmuró entre risas que lograron erizarme la piel.
Cuando escuché que uno de los hombres le quitó el seguro al gatillo, le di la vuelta al hombre de pelo verde y puse mi rodilla en su garganta para luego abrir su saco y sacar dos armas para apuntar a sus secuaces.
—¡¿Dónde está la bomba, imbécil?! —grito, el aparato que diseñó Alfred hizo que mi voz sonara muy grave.
Sí, me encontraba deteniendo al Joker ya que mi hermano me estaba haciendo un favor, y como siempre, me obligó hacer su trabajo, que es hacerse cargo del payaso de Gótica. Digo "obligar" porque estar con él no es la cosa que más me guste en el mundo.
—No lo sé, olvidé donde la dejé —relamió sus labios y miró a los lados, riendo—. ¿Quieres averiguarlo conmigo?
—Oh, créeme que si no lo encuentro, tú y tus hombres lo harán cuando exploten en pedazos —cuando iba a golpearlo para hacerlo quedar inconsciente, la voz de mi hermano me interrumpió a través del comunicador.
—No vayas a hacerle daño, déjalo ir —eso me molestó.
¿Dejarlo ir? ¿Entonces para qué vine? ¿A ver su feo rostro y recordarme que uno de los mayores asesinos del mundo tiene una extraña obsesión conmigo?
No puedo evitar golpearlo en la mejilla, y de lo fuerte que fue el golpe, su boca comenzó a sangrar.
—¡Olivia! —me regañó Bruce. Y tenía razón, ahora lo había hecho enojar.