Nota de la autora

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Gracias por leer y votar en esta historia. No dejes de leer la primera parte de la saga La esposa que no quería. Próximamente la tercera parte Cuando el amor llega de polizón de la que les dejo un adelanto .




 Próximamente la tercera parte Cuando el amor llega de polizón de la que les dejo un adelanto

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Capítulo 1

Tiempo Presente

Se movían sigilosamente. Sólo se escuchaba el sonido del viento ulular a su alrededor. Había aterrizado la nave sin problemas a las afuera de la ciudad y ahora se dirigían a cumplir su misión; rescatar al Regente. Pasaron las solitarias y desiertas calles de la ciudad, que alguna vez fue hermosa y llena de vida pero que ahora estaban completamente atestadas de escombros y  edificios abandonados. Se notaba que los Grox habían invadido la ciudad y encarcelado a los habitantes. Había esperado ver escenas de cuerpos ensangrentados y descuartizados por toda la ciudad, pero ese no era el caso. Algo no estaba bien. Conocía a los Grox y sabía cómo actuaban. Allí había algo que no concordaba. Tal vez este nuevo grupo de Grox era diferente.  Su conducta había sido diferente desde el principio. Debía estar sumamente alerta, no podía bajar la guardia.
Llegaron a los predios del Palacio de Gobierno de Kepler sin problemas.  Ocultos entre los arbustos que rodeaban el jardín, caminaban en dirección de la parte posterior del magnífico edificio. Un gran palacio que constaba de varios edificios y torres. Era el centro de  toda actividad en el planeta.
Gracias a Dios hasta el momento no se habían encontrado con ningún Gox. Usualmente evitaban salir durante el día ya que al tener a sangre fría las altas temperaturas les afectaban y Kepler se sentía bastante caluroso ese día. Así que esperaba no toparse con ninguno, aunque siempre cabía la posibilidad. Acompañado de tres de sus mejores hombres, todos armados y Pat, quien los guiaba, llegó a su objetivo. Una entrada oculta que servía de salida de emergencia.
Mientras caminaba, Benjamin analizaba la situación y el enorme peligro que corrían al entrar en un territorio ocupado por los Grox. En esta ocasión no temía por sus hombres, más bien por la mujer. Ella no tenía ningún tipo de experiencia en combate.  Sin embargo comprendía que era la única que podía llevarlos al éxito de la misión. Se notaba que conocía a perfección el lugar y eso le daba confianza. Demasiada confianza tal vez. Tenía que mantener sus sentidos alertas. Debía estar preparado para cualquier ataque sorpresa de los Grox. Tenía que defender a su mujer aunque le costara la vida. “Su mujer”. «¡Que irónico era todo eso! » pensó. «¿Por cuánto tiempo la podría considerar suya?  Hasta que la entregara a su verdadero dueño, si es que aún vivía.» Sabía que durante la misión no debía considerarla su mujer. Si no lograban salir de allí con vida, tal vez nunca lo sería en verdad. Tenía que apartar esos pensamientos y volver a concentrarse en la misión. Ya casi llegaban a su objetivo.
—Aquí es capitán. —susurró la mujer de pelo rojo moviendo unos arbustos que ocultaban la entrada. Sólo algunas personas conocían de su existencia y Pat era una de ellas.
—Bien, haz lo tuyo. —le ordenó.
La chica se acercó a la entrada y retiró el guante negro de su mano derecha y la colocó en la placa digital de la cerradura, que leería su código genético. Inmediatamente y sin hacer ningún sonido, como por arte de magia la puerta se abrió. Verificando que el camino estuviera libre el capitán dio la orden de entrar cerrando tras de sí una vez todos estaban seguros.
Inmediatamente las luces se encendieron dejando ver un largo corredor  lleno de polvo y telarañas que parecía no haber sido visitado en años.
—No se preocupen por las luces —indicó Pat —no están conectadas al sistema central, por lo tanto nadie notará que se encienden. Debemos continuar, todavía faltan varias puertas de seguridad más adelante.
Caminaron en silencio pero muy alertas. Con cada nueva puerta se repetía el proceso. Pat tenía que abrir cada una de ellas. El capitán verificaba que no hubiera peligro y luego continuaban hasta la próxima. Los siguientes corredores ya no estaban tan sucios ni abandonados. Al parecer había tráfico frecuente por ellos.
—Debemos tener cuidado. Estos corredores se utilizan con mayor frecuencia. El Regente y sus ayudantes lo utilizan para pasar de una oficina a otra cuando tienen prisa.
—¿Si el Regente tenía forma de escapar, por qué no lo hizo? Es obvio que no salió por atrás del edificio.
—Él no se irá —aseguró la chica, como si lo conociera bien. —Es como el capitán del barco. Prefiere hundirse con él. El regente no antepondrá su seguridad a la de sus ciudadanos.
—¿Entonces? Tal vez tengamos problemas para sacarlo de aquí. —esta vez fue otro de los soldados el que habló.
—No si entiende que hay más tropas rescatando a los demás. Una vez entienda que el ejército ha tomado control de la situación no habrá problemas —respondió la chica.
—Espero que no te equivoques. No quiero que la misión se afecte por un regente intransigente —expresó Ben dudoso.
—Todo saldrá bien, ya verás Capi…tán. Sigamos aún faltan varias puertas más.
Llegaron al final del corredor. Ya no había más puertas. Parecía que era un camino sin salida.
—¿Pat? —preguntó Ben un poco preocupado.
—Tranquilo. Confía en mí. Aquí es donde comienza la aventura. —Patricia caminó hacia una de las paredes laterales y oprimió un panel que a simple vista no se notaba. Un nuevo tablero de seguridad apareció  y colocó la mano nuevamente en él. Todos observaron como una puerta se abría al fondo del pasillo. Sin pensarlo dos veces entraron por ella. Era una pequeña habitación completamente blanca en la que había varias puertas.
De una de las puertas del fondo salieron tres hombres lagartos gigantes. Al ver a los soldados, los Grox mostraron sus garras y afilados dientes abalanzándose enfurecidos sobre ellos. Sin dudar Ben corrió al lado de la mujer y la protegió con su cuerpo. Mientras los soldados dispararon sus armas láser logrando aniquilar en un momento a los atacantes.  Definitivamente estaban mucho más cerca de su objetivo.
—Es por aquí —dijo Pat pasando al lado de los cuerpos sin vida de los Grox sin que le afectara y abrió una última puerta y les indicó el camino.
—Esto ya me está cansando. —se quejó otro de los soldadlos. —Es un maldito laberinto.
—Ya falta poco. Confía en mí. Sólo una puerta más y ya no tendrán más de que preocuparse. —Pat sonaba segura y muy tranquila al hablar. Lo que hiso que todos se tranquilizaran y la siguieran.
—Entren aquí —les indicó al ver un estrecho corredor.
Todos habían estado confiados de que ella abriría una última puerta oculta en alguna parte. Sin embargo una barrera magnética los aprisionó dentro. Pat estaba justo del otro lado. Ella los había encerrado.
—¿Pat? —Ben no podía entender lo que sucedía. Una gran confusión invadió su mente como una ola que arrasaba con todo. Durante los días que habían compartido, ni por un instante se le ocurrió pensar que tal vez el verdadero peligro se encontraba justo al otro lado en su cama. Pat no era lo que él había pensado. Estaba consciente de que no era una chica indefensa, pero no esperaba que ella le jugara una pasada como esa.
—Hasta aquí llegaron capitán. No se preocupen, estarán seguros hasta que regrese.  De aquí en adelante sigo sola.
—No comprendo. Creí que estabas de nuestro lado.
— Al menos no estoy del lado de los Grox —aseguró bajando la vista evitando mirarlo de frente. — No tengo tiempo de explicar ahora.
—Confié en ti. —El tono de decepción  en la voz de Ben decía mucho más que sus palabras y ella lo sabía. Habían compartido demasiado, sabía que él le había entregado mucho más que su confianza y se lo estaba reclamando. Por un momento se sintió culpable. Lo había engañado desde el principio y no se sentía bien consigo misma. Pensó en abrir la reja y permitir que saliera, pero era imposible. Sabía que una vez él conociera la verdad no la perdonaría. Pero ella tenía que cumplir con su misión y él estaba en medio. Tenía que llegar hasta el regente y enfrentarse con su destino. Ya no había forma de escapar. Mucha gente dependía de eso.
—Lo siento mucho —dijo Pat casi en un susurro. —Así es como tiene que ser.
— Pat…—la llamó, pero ella ya se había dado la vuelta. La vio sacar su arma, abrir otra puerta y desaparecer sin mirar atrás. No podía creerlo. Ella lo había engatusado de la forma más tonta y él había caído como un bebé. Lo hizo confiar ciegamente en ella. Por ella él hubiera sido capaz de cualquier cosa. En menos de cinco días habían compartido todo. Al menos lo que él entendía que era todo lo que un hombre y una mujer podían compartir. Recordó cómo la había cuidado, consolado y amado como a ninguna otra mujer. Pero ella no había confiado lo suficiente en él. “Confía en mí”, le había dicho tantas veces que se lo había creído. Ella podía ser una espía o una asesina a sueldo contratada para matar al regente. Tal vez una cómplice de los Grox, aunque ella asegurara que no. “Confía en mí.” Sus palabras se repetían una y otra vez en su cabeza.
—Señor… —la voz del soldado insinuaba la pregunta que ninguno de ellos se atrevía a hacer.
—Tranquilos. Ella volverá. —«Tengo que confiar… tengo que confiar», repetía continuamente en su mente, aunque para él era como una misión imposible de lograr.
Pat se movía por los corredores conociendo exactamente la ruta que tenía que seguir para llegar a su destino. Se sentía sumamente culpable por haber dado vueltas y vueltas para desorientar a Ben y los otros. Pero fue necesario, siempre supo dónde ir. Conocía aquellos pasajes como la palma de su mano. De niña había jugado y descubierto dónde conducía cada uno. Ahora estaba de regreso y esta vez se enfrentaría cara a cara con su destino. Ya no valía la pena luchar ni nadar contra la corriente. Se detuvo frente a la última puerta. La habitación del regente estaba del otro lado. Estaba más que lista. Esperaba no encontrarse con algún Grox dentro. Aunque  no tenía miedo. Había sido entrenada con ese propósito. Una vez más abrió la cerradura de seguridad con la palma de su mano. Entró en la habitación que permanecía en penumbras. Un rayo de sol que se colaba por una rendija de las cortinas que estaban cerradas era la única fuente de luz. Hacía demasiado calor como para que alguien durmiera allí. La estancia contaba con varios muebles, un sofá y varias sillas para formar una especie de salita. Más allá una enorme cama en la que alguien fingía dormir. Lentamente, con su arma apuntando justo a la cabeza del durmiente, se acercó a la cama. A pesar del calor, estaba totalmente cubierto, así que retiró la cobija de un golpe. 
El regente, un hombre como de treinta años y pelo negro se encontraba quieto, mirándola con sus asustados ojos oscuros. Su mirada recorría de su arma, a su rostro y de regreso. A pesar de todo el hombre trataba de aparentar estar tranquilo, aunque ella sabía que se moría de miedo. ¡El muy cobarde!
—Buenos días Regente. – Dijo Patricia, sin dejar de apuntarle, con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

persiguiendo al cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora