4. Trágico.

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La mañana del día siguiente llegó. Tweek, como siempre, no había dormido, a parte de la cafeína, pensó demasiado la situación de cuando estuviera frente a Craig de nuevo. No sabía si podría verlo a los ojos, si quiera. 
Cuando bajó a desayunar, como era costumbre, su padre tenía el café listo y calentito, su madre le tenía listo su plato; ésta vez miró que a su lado había una caja con un moño azul, y supuso que era para el regalo de Craig. Rogaba a Dios que no se le ocurriera hacer una tontería.
Una vez que entró en la cocina, dio los buenos días a sus progenitores y se dispuso a comer, o intentarlo. Sentía que tenía hambre, pero al masticar aquel pedazo de hot cake tuvo asco. Era por los nervios, estaba muy nervioso, faltaban 30 minutos para irse a la escuela, 30 minutos para ver a Craig. Sus manos temblaban demasiado, y al ver esto, el señor Tweak le sugirió a su esposa que le sirviera más café a Tweek, pues pensaba que el café lo calmaba.


— Ma-Mamá, ¿qué hiciste para C-Craig? —Preguntó el chico rubio, cuando se acercó a entregarle su plato a la susodicha.
— Hice unos panecillos, sólo falta ponerle el relleno. —Explicó la sra. Tweak— ¿cuál es el sabor favorito de tu amiguito?


Tweek se quedó paralítico por la pregunta. No sabía qué contestar, nunca llegó a preguntarle eso a Craig, ni siquiera sabía cuál era su apellido.
«¡¡Eso es mucha presión!!», gritó en su mente.
Eventualmente, respondió «seguramente chocolate» con mucho miedo. ¿Qué tal que no le gusta?,  ¿y si Craig era alérgico al chocolate y muere por su culpa? Su pequeña y grotesca mente explotaría.
Antes de irse, su madre le entregó la caja con los panecillos listos. Salió de su casa sosteniéndolos con sumo cuidado hasta la parada del autobús, pero casi los tiraba varias veces, las manos no paraban de agitárseles. 
Durante el viaje en el bus, escapó de la realidad y se encontraba revoloteando entre sus pensamientos, así que, cuando el camión se detuvo de un solo golpe, causando que los estudiantes se golpearan contra el asiento que tuvieran en frente, Tweek volvió. Por alguna extraña razón, había olvidado qué estaba haciendo allí, pero luego recuperó la memoria. Casualmente, de su mente se había borrado permanentemente el mini-discurso que había preparado para su "amigo". Se maldijo tanto, que no le alcanzaron los dedos de las manos y de los pies para contar las veces. Y ahora estaba un millón de veces más alterado.


Al bajar del bus, se dirigió al patio de juegos a buscarlo, pero sorpresivamente no había nadie. «Creo que llegué muy temprano», pensó.
Decidió ir a buscarlo donde habían estado el día anterior, detrás de los salones, pero nada. «Puede que esté en el salón».
Así, tomó rumbo hacia el aula, pero al doblar en esa misma esquina, se encontró con los del sexto grado. Como él era nuevo, nadie le había dicho que debía cuidarse de esos bravucones, a cualquiera que se pusiera en su camino, y más ese día, que según ellos, el patio les pertenecía y ningún mocoso podía ir a jugar, sólo ellos; por eso no había nadie, todos los demás los tomaban en serio y temían de ellos. 


— ¡¿Qué carajos haces aquí, pendejo?! —Interrogó el líder señalándolo, y los otros lo rodearon.
— ¡Yo sólo buscaba a un amigo! —Respondió Tweek, comenzando a temblar de nuevo.
Al verlo así, los bravucones lo tomaron como un débil más, quizá el más débil de todos. 
— El patio es nuestro este día, ningún niñato como tú puede estar aquí. —Declamó el líder nuevamente, esta vez, lo empujó y Tweek casi resbalaba.
— ¡¡Y-Yo no lo sabía, soy nuevo!! —Se defendió el rubio, pensando que lo dejarían en paz, pero no.
— ¿Con que nuevo, eh? —El guía de los de sexto grado les sonrió a todos, dándoles una señal de que pronto actuarían— los nuevos deben pasar por un... "ritual" de aceptación. ¡Ven acá!


Antes de que Tweek pudiera darse cuenta de que lo golpearían y salir corriendo, lo sujetaron de los brazos, quitándole primero la caja de regalo de Craig. El jefe la abrió, y sacó una nota que la madre de cierto rubio escribió para Craig, haciéndose pasar por su hijo; enseguida pensó que su presa la había escrito, pues no estaba firmada. Ellos ya conocían a Craig. Eso metería en problemas a los dos.
El líder empezó a leerla en voz alta:

El chico raro. [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora