2. Fingir algo que no eres es complicado.

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En cuanto nos sentamos en la mesa, ninguno de los dos hizo conversación. No me interesaba realmente ser amigo de Tweek, y estaba con él sólo porque es niño nuevo y seguramente se siente perdido; sólo por este día estaré algo cerca de él. Trataba de no mirarle a los ojos; reitero, me intimidaba su mirada. Yo comía papas fritas, y él sólo café. ¿Café? Qué... extraño. Pero bueno, él había dicho que le gustaba el café, pero no pensé que tanto fuera su obsesión.

— ¿No tienes hambre? —Al final, hablé yo, rompiendo el hielo. 
— Casi siempre, c-café es lo único que, ¡ahg!, que bebo en el día. A-Así que no, n-no tengo hambre.

Éste chico sale con cada cosa... No sabía si creerle, digo, ¿quién coño podría subsistir sólo con café? Decidí ofrecerle de mis papas, de todas maneras ya no tenía tanta hambre. Estaba seguro que se ha de estar muriendo de hambre.

— Tómalas, ya no quiero. —Dije pasándole mi charola.
— T-Te dije que no, ¡gah! uh, no, no tengo ha-hambre. —Y se atrevió a devolvérmela. Que malagradecido. 
— Insisto.
— Craig, no, ¡no quiero!

Esto parecía tan infantil. Estuvimos batallando como por 10 minutos, empujando y devolviendo la charola. Las papas ya estaban más que frías y cada vez me hartaba más.

— ¡E-Es que no me gustan! —Gritó desesperado, probablemente todos lo escucharon y voltearon a vernos.

Mierda. Todo fue en vano. No dije nada, tan sólo pensé: por qué carajos no lo dijiste antes. Y yo ahí, como pendejo ofreciéndote. No podía quedar como un idiota, así que actué rápido.

— Bueno, te compraré otra cosa, hombre. ¿Qué quieres? —Cuestioné sacando mi billetera con estampado de Terrance y Phillip. Un regalo reciente, exclusivo de mi padre. 

Tweek se quedó en silencio, seguía temblando, y susurraba cosas que no alcanzaba a entender. De pronto comenzó a jalar su cabello, y yo sólo podía pensar que estaba más que demente. Iba a preguntarle que qué le pasaba, pero me interrumpió gritando:

— ¡E-Eso es mucha presión! ¡Hay tanta comida! ¡aaagghh, Dios!
— ¡Sólo cálmate, ¿quieres?! —Grité también, levantándome del lugar, lo tomé de los hombros y lo obligué a que me mirara. Su respiración estaba agitada a un nivel bastante alto, pensé que le daría un infarto—. A ver, a ver, ¿cuál es tu comida favorita?
— Café. —Sonrió.

Ahora mismo, estábamos en el patio, detrás de la escuela, exactamente. Observaba a los demás, tan libres y divirtiéndose, mientras tanto yo tenía que soportar a un rarito de mierda. Tweek estaba sentado en el pasto, recargando su encorvada espalda contra el muro, bebiendo el capuccino que le compré. El Chef no me lo quiso vender al principio, porque el café es sólo para profesores, así que tuve que mentir y decir que el Señor Garrison me envió por uno. 

— ¿Ya acabaste?
— S-Sí, vamos a clases. —Respondió, despegando el vaso de sus labios. Se le había pintado un bigote de crema, se veía gracioso. 
— Tienes algo... —Murmuré, me agaché más o menos a su altura y con el dedo pulgar, limpié la crema. Fue un acto marica, pero nada me costaba—. Ya, vamos.


Al principio, Tweek pegó un chillido por lo cerca que estaba (no estaba tan cerca, como para que pareciera que lo iba a besar), y luego, cuando me separé, noté que se había ruborizado. Decidí no hacer comentario alguno, y le tendí la mano para que se levantara. Cuando él me tocó, pude percibir cuán temblorosas eran sus manos, y aunque fue poco tiempo en el cual pude sostener su mano, la sentí delicada, hasta parecían manos de niña. 
Eso fue lo que me hizo pensar que es un marica. Seguramente siempre hace su tarea, y limpia su cuarto, en fin, cosas de raritos maricas.

El chico raro. [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora