Al llegar al negocio familiar, Marinette ayudó a sus padres y con eso despachó a varios clientes, finalizando -milagrosamente- el día.
— Fue un largo día, —suspiró Tom, el padre de Marinette— Sabine, ¿qué te parece si preparamos unos deliciosos croissants? —La señora Dupain sonrió y miró a su hija.
— Cariño, ve a ducharte mientras tu padre y yo preparamos unas tazas de chocolate caliente.
Los ojos de la aludida brillaron encantada y, sin esperar ninguna respuesta, se adentró rápidamente al baño. Tan rápido como entró salió, sonrió nerviosa ante la mirada inquisidora de sus padres.
— Olvidé mi ropa y la toalla —Sabine rio levemente, acostumbrada a la torpeza natural de la joven Dupain-Cheng.
Subió las escaleras que conducían a una especie de habitación-ático.
La alcoba era de un delicado tono rosa pastel, decorado con unos muebles del mismo color con detalles negros, un sofá blanco y la cama, que estaba subiendo una pequeña escalera. Bastante amplia y con un balcón, el cual la azabache frecuentaba cuando a su gato se le ocurría visitarla -claro está, bajo el oscuro manto de la noche-.
De su armario sacó una toalla blanca, y un vestido beige suelto hasta las rodillas, nada exótico o escandaloso. Después de todo, sería una pequeña cena familiar... hasta que llegasen las once de la noche.
Se preguntaba qué estaría haciendo Chat Noir mientras jugaba con el tenedor sobre el plato, esperando los deliciosos platillos chinos que haría su madre. Tikki estaba en su habitación comiendo unas galletas con chispas de chocolate que habían quedado y ella aprovechó para llevárselas a su kwami.
¿Chat estaría tan ansioso como ella? ¿Él iría esa noche?
Le resultaba raro que una familia no pasase las vísperas de navidad como toda familia debía pasarla; unida. Pensó en qué tipo de padres tendría el héroe de París, pero no tuvo más tiempo para pensar. Sabine había colocado frente a ella un humeante plato de Chow mein (*), el cual la cautivó apenas el delicioso aroma entró por sus fosas nasales.
Además de Chow mein, su madre había preparado el clásico arroz frito y un tazón de ramen con carne de cerdo para cada uno.
Marinette estaba más que encantada con degustar las exquisiteces orientales que la mujer cocinaba en las vísperas navideñas, y sin hacer esperar más a su estómago, le sonrió a sus padres, recibiendo una sonrisa y un asentimiento de cabeza.
Todos quedaron más que encantados.
Durante la cena, la familia platicó sobre lo que habían pasado todo el año; los akumas, el colegio, los tropiezos de Marinette, la aparición de los héroes Ladybug y Chat Noir-aunque la azabache no se encontraba cómoda hablando de ese tema-, la pastelería y demás.
— Marinette, tu madre y yo estamos muy orgullosos de tus calificaciones —empezó Tom recibiendo un asentimiento por parte de su esposa—, así que te compramos... bueno, en realidad fue idea de tu madre...
Sabine le sonrió a su hija.
— Lo que tu padre quiere decir, es que te compramos una máquina nueva para que puedas hacer tus trabajos, cariño.
— Y una tablet más grande —añadió el hombre—, así podrás ver tus diseños mucho mejor y te será más cómodo.
La azabache sonrió emocionada y se levantó para darle un cálido abrazo a sus padres, quienes gustosos se lo devolvieron.
— Gracias —les murmuró con los ojos llorosos. No podría pedir una familia mejor de la que tenía.
Ellos siempre la apoyaban en todo, la escuchaban y eran atentos. ¿Qué más podía pedir? El corazón se le encogió en una fracción de segundos ante un repentino pensamiento.
Chat Noir quizá no tendría una familia como la de ella.
Si tan sólo pudiera saber su identidad, Marinette lo invitaría a cenar a su casa, soportaría todas las preguntas incómodas sólo para que el felino pudiese pasar una velada familiar. Pero no. Sabía que, aunque él quisiera, ella no debía saber quién era, aunque la azabache se estuviera muriendo por decirle que era Ladybug, no debía. Ni su mejor amiga Alya lo sabía -quién, por cierto, había creado el LadyBlog-, y era demasiado arriesgado.
— No te preocupes Marinette, hoy la navidad de Chat será diferente — se prometió para sí mientras recobraba su semblante alegre que la había abandonado unos segundos, lo que pasó desapercibido por los mayores.
Pasadas las diez de la noche, Marinette se había ofrecido a lavar los platos, pero su madre la detuvo, alegando que ella misma lo haría para ''poder bajar mejor la comida'' y que le llevaría el postre a su cuarto. Al principio, la azabache se había opuesto, pero ante la terquedad de la mujer china, asintió y se fue a la habitación, no sin antes depositar un amoroso beso en la mejilla de su progenitora.
Apenas cerró la trampilla de su cuarto, fue a darle unas cuantas galletas más a Tikki, la cual las recibió gustosa y se fue a comerlas al pequeño 'dormitorio' que tenía en el armario de la muchacha.
Mientras tanto, Marinette colocaba unos cuantos croissants que habían hecho sus padres para ella en una fuente, algunos muffins de chocolate y barba de dragón (*), pues aunque Chat no lo dijera, la oji-azul podía notar el cómo perdía la cabeza con los platos dulces.
Suspiró y miró la manta que había colocado en el balcón, simulando un picnic bajo las estrellas y la luna menguante que se imponían ante sus ojos. Estaba nerviosa, no podía negarlo, así que decidió esperar al rubio sentada, para disimular los ligeros temblores que se podrían en sus piernas, amenazando con hacerla tropezar.
Lo que Marinette no sabía, es que ella estaba siendo observada por un divertido felino desde otro tejado, el cual estaba sonriendo y tenía un extraño brillo en sus ojos esmeralda.
Alegría, nostalgia, melancolía. Todo en una misma mirada.
De un salto, terminó frente a la muchacha, ofreciéndole una de sus típicas sonrisas coquetas. El pasar noche buena con su princesa le hacía el gato más feliz de Francia.
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Feliz navidad, gatito | MariChat ; {#PremiosLadybugTLE}. ©
FanfictionPara Marinette, las navidades eran sinónimo de regalos, dulces, galletas y una familia unida y cariñosa, pero, ¿qué era la navidad para el héroe de París, Chat Noir? 【Lᴏꜱ ᴘᴇʀꜱᴏɴᴀᴊᴇꜱ ɴᴏ ꜱᴏɴ ᴅᴇ ᴍɪ ᴄʀᴇᴀᴄɪᴏ́ɴ, ꜱɪɴ ᴇᴍʙᴀʀɢᴏ, ʟᴀ ʜɪꜱᴛᴏʀɪᴀ ꜱɪ́ ʟᴏ ᴇꜱ.】