El turno nocturno. Qué bien lo pintaban. Pero yo sabía que era un rollazo que acoplaban a los que menos puntuación tenían en su cabaña. Pero, ¿qué culpa tengo yo de ser desordenada? Nací así y punto. Porque, vamos a ver, sólo de día te puede atacar un hipopótamo rosa gigante y enfurecido, pero de noche nunca pasaba nada. Toquetee mi collar, por vigésima vez esa noche. Ocho cuentas. Me senté, y eso provocó una mirada de Derek, que dejó de tararear “Creatures of the night” para decir:
-¿Sabes? Si te pillan te puedes meter en un lio.
-Oh, por los dioses, Didi. Relájate. Seguramente seamos los únicos despiertos en todo el campamento.
-No me llames Didi. Soy un chico.
-Vale, Didi. Lo que tú digas.-dije yo, con ironía. Derek era un chico alto para su edad, rubio, con el pelo rizado y los ojos azules. Probablemente fuese el chico más guapo del campamento. Pero claro, por algo era hijo de Apolo. El y yo somos amigos desde los cinco años, y lo seguimos siendo, junto con Asier, hijo de Hermes. Me pongo a pensar en ello. Pasé mi infancia aprendiendo a luchar. Qué deprimente. Estiro las piernas delante de mí, y me pongo a observar mis converse con alas, obsequio de Asier. Sonrío. Qué ironía, que me regale unas converse con alas, ya que soy hija de… Algo interrumpe mis pensamientos: veo a lo lejos una sombra. Cojo mi espada/colgante, que es un rayo literalmente. La figura me ve, pero en vez de correr hacia mí e intentar matarme como me esperaba que hiciese, se desploma. Derek me mira extrañado.
-¿Has visto eso, Didi?
-Que no me llames Didi ¿cuántas veces te lo voy a tener que…?
-Céntrate. Había una sombra, y se ha desplomado.
-Nara, no tiene gracia.- le fulmino con la mirada.
-¿Te parece que bromeo? Vamos a echar un vistazo.-avanzo cautelosamente, intentando no hacer ruido, porque ya me han intentado matar y no es agradable. Es lo que tiene que tu nacimiento esté prohibido. Conforme me voy acercando, me doy cuenta de que esa chica está inconsciente de verdad, y que tiene que ser una semidiosa porque si no, no hubiese encontrado Long Island. Está un poco flacucha y ojerosa, y sostiene una espada negra (pero negra negra) que es evidente que no sabe usar, porque ni siquiera la coge correctamente. Pero por el resto, la chica es bastante guapa. Alta, de pelo negro y piel morena, con los ojos color carne (los tiene cerrados ¿vale? No puedo verlos). Acerco un poco mi espada/colgante, para poder verla mejor. Lleva puesto el uniforme del colegio, por lo que es evidente que ha tenido que escapar atropelladamente. Está llena de rasguños, y tiene una herida grave en la pierna. Su uniforme está todo sucio y roto, lo que le arranca un comentario a Derek:
-Me da que esto le va a costar una regañina por parte de su madre.-yo pongo los ojos en blanco.
-Tú siempre tan oportuno.- convierto otra vez mi espada en un colgante, y la guardo junto a las cuentas del colgante. Ésta brilla por última vez y finalmente, se apaga.
-Ayúdame a llevarla a enfermería.- Derek asiente, conforme, y guarda su arco en el carcaj. La coge de los pies y yo de la cabeza. Cuando estamos en la enfermería, le digo a Derek que vaya a despertar a Quirón, mientras yo la voy curando los rasguños. Frunzo el ceño al encontrarme un bulto en su antebrazo. Hago un corte, y de él sale un veneno verde esmeralda. Una mantícora. Y está viva. Esta chica tiene potencial, pienso. Quirón llega enseguida, seguido de Derek. Ven el líquido verde que supura, y me parece que piensan lo mismo que yo. Derek y Quirón me echan (gracias), y empiezan a curarle la herida de la pierna. No veo nada más, a mí estas cosas me dan un poquito de asco. Llego a mi cabaña y entro. La contemplo: la estatua de mi padre ha sido apartada a una esquina, y tiene la cara tapada con un póster (que la estatua desnuda de mi padre me contemple mientras duermo me da escalofríos). La cama de dosel que me proporcionó Quirón está en una pared, y una mesa “para estudiar” delante de la ventana. ¿Estudiar? ¿Con mi dislexia? Vamos, ni que fuese hija de Atenea. De momento, para lo único que la he usado ha sido para comer. Me tumbo en mi cama, exhausta, y lo último que veo antes de dormirme es la estatua de mi padre, Zeus.