PRÓLOGO

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Esa noche ella se consumió. Esa noche ella se extinguió. Pero seguía en pie todavía. "¡No me quitarán la felicidad! ¡Nunca podrán contra una imperfecta de orgullo!" Repetía siempre a todo aquel que la señalara por su ancha sonrisa ante sus desgracias. Ni siquiera cuando sus padres fallecieron la borró. No, porque tenía tres personas más a las que otorgársela.

Pero ahora, ahora que tenía al adolescente, de dos años mayor que ella, tirado sobre el duro suelo de piedra bajo el enorme charco rojo que alcanzaba sus propios zapatos... Ahora esa sonrisa había desaparecido por completo. Ahora solo tenía lágrimas y dolor.

Ni siquiera era capaz de oír sus alrededores. Ellos habían entrado en su casa, como a muchas otras, desvalijando todo. Sus hermanitos estaban dentro. Pero ella... ella no podía pensar en eso.

La gente gritaba, pasaba por su lado corriendo despavorida, otra se agazapaba intentando ocultarse. Pero era inútil, ella lo sabía, era inútil huir.

Disparos resonaron silenciando gran parte de las voces que constituían a los gritos.

-- ¡Luna! ¡Luna!

Viró la vista para llevarla al pequeño que corría a su encuentro y abrió los ojos como platos al verlo completamente manchado de sangre de arriba a abajo.

Finalmente reaccionó. Finalmente se dio cuenta de la situación al completo. Se incorporó echando una última mirada a su ya difunto hermano y acto seguido corrió al encuentro del otro.

Se puso nuevamente de cuclillas para quedar a la altura del más pequeño y lo miró preocupada cerciorándose de que no tenía ninguna lesión grave. La sangre no era suya, al menos no toda, eso fue un gran alivio.

Pero recordó entonces algo importante y la angustia volvió al ver al pequeño solo.

-- ¿Gael y tu hermano?

-- No lo sé, los hombres entraron en casa y yo solo corrí. Tengo miedo Luna. -- Trataba de aguantar las lágrimas, pero le era imposible hacerlo.

Su hermana lo abrazó con fuerza y se incorporó cogiéndolo en colo y acariciando sus oscuros cabellos de la nuca. El pequeño se amarró a su cuello con sus cortos brazos y enterró la cara en el hueco de su hombro. Realmente estaba asustado. Quería que todo eso acabara ya.

-- Tranquilo, tranquilo, todo estará bien.

Miró por encima del hombro, a lo lejos, las llamas que consumían la ciudad, por el otro lado. Más cerca los hombres se acercaban disparando con fusiles y otras armas más avanzadas.

Lo meditó varias veces, realmente se comió mucho el coco pensando todas las posibilidades, pero finalmente llegó a una terrible conclusión. Tenían que huir ellos también, como hacían todos a su alrededor, tenían que correr lejos. Tenían que dejar al más pequeño atrás porque ir a buscarlo ya no era una opción.

Así que sin pensarlo más echó a correr internándose por callejones, escapando del tumulto para no tropezar y ser aplastados, y por allí se escabulló sin ser vista con su pequeño hermano en brazos.

****

Todo estaba destrozado, quemado y derruido. Cuerpos sin vida abundaban cubriendo el suelo junto a los escombros.

Después de esa aterradora noche, ahora siendo ya de madrugada, habían vuelto a su barrio. Buscar al más pequeño, a su hermanito, a eso habían ido. Sabían que era prácticamente imposible que un niño, de tan solo 3 años de vida, hubiera podido sobrevivir a semejante catástrofe. Pero la esperanza es lo último que se pierde.

Por otro lado la imagen de su hermano mayor muerto no desaparecía de su mente y el pequeño, sin parar de reclamar su presencia, no la ayudaba en lo absoluto.

Pero, ¿cómo explicarle... como decirle a un niño, de tan solo 6 años, que su hermano estaba muerto? No tenía las agallas para hacerlo, con lo cual era mejor mantenerse callada e ignorarlo.
Llegaron a su casa y no se detuvieron de revisarla de cabo a rabo sin encontrar nada. Ni siquiera su cuerpo. Pero si hubiera muerto deberían haber obtenido su cuerpo en la búsqueda.

Se hicieron las 11:00 de la mañana y ellos ya se habían cepillado todo el barrio principal a su hogar sin rastro de nada. Habían levantado escombros, ella había revisado cada uno de los cadáveres, incluso habían tenido que pasar por donde estaba el hermano mayor de la forma más evasora posible para que Gael no lo viera. Pero nada. Absolutamente nada.

Y entonces lo supo, simplemente lo supo. Como hacían con muchos otros niños, a él no lo habían matado, se lo habían llevado.

-- ¿Ahora que haremos Luna?

El pequeño alzó la vista contemplando, con interés y temor a la vez, a su hermana. Esta apretó su manita estrechándola en un signo firme dándole fuerza y a la vez tranquilidad.

-- Vamos a buscar a nuestro hermano. Ian no está muerto, «Ellos» lo tienen.

Ilusoria perfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora