Capítulo I

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"Empecemos por el comienzo"

Me acababan de dar la patada del año, me había quedado sin trabajo y quedaban cinco semanas para Navidad. No creía que nada en este mundo me podría haber salido peor, me había quedado sin trabajo y debía comprar un montón de regalos, a demás de la cena de todos los años para mi familia, que para más sosiego ese año era en mi casa. Bueno, caminaba junto a mi caja llena de mis cosas, por el pasillo de camino al ascensor. Entré al artilugio y apreté el botón que llevaba a la planta baja. El ascensor se paró de repente en la segunda planta, ya que yo venía de la quinta y pillaba de camino. No me molesté en mirar quien entraba y quien dejaba de hacerlo. Simplemente ya no me importaba lo que pasara a mi alrededor, estaba muy concentrada intentando buscar una solución al maldito problema con el dinero. A demás, notaba una persistente mirada sobre mi. Alcé la cabeza y la giré a la izquierda, ya que a la  derecha estaba la pared del ascensor. Mis ojos toparon con unos grandes y potentes ojos verdes esmeraldas que te cautivaban al segundo, tenía motitas más oscuras por el centro, al lado del iris, eran los ojos más bonitos que yo había visto en mi corta vida, eran muy expersivos, tan solo como me estaba mirando, ya me hacía estremecer y querer hacer lo que él dijera, ¿qué me pasaba? Aparté mi mirada de él y la dirijí a mi caja. Allí había una foto de mi prometido, Andrew. Estaba sonriente al lado de la misma Libertad, se la hizo en uno de sus muchos viajes de empresa. Seguía sintiendo esa mirada sobre mi y gracias a Dios, llegamos a la planta baja. Salí lo más rápido que pude, disimulándolo un poco. Llegué al exterior de la gran empresa en la que trabajaba antes. Me senté en un banco a pensar. Dejé la caja a mi lado derecho y miré al horizonte. Ya se estaba haciendo de noche y solo eran las cinco de la trade. Este es uno de los inconvenientes de vivir en Londres, se hace muy pronto de noche. Me paré a pensar en lo que podría hacer ahora, pensé en irme y abandonar, también en desaparecer y en varias tonterías más. Tenía dinero ahorrado, pero no creo que me llegara para hacer mucho. Miré a varios lados y me levanté, cogí la caja y caminé a casa, ya que esa mañana no se me había ocurrido que esto podría pasar. Llegué como quince minutos después a mi apartamento. Abrí la puerta después de haber saludado al portero en la entrada y haber subido por el ascensor. Me recibió mi solitario salón, que ese día parecía estar más triste de lo que ya estaba de normal. Dejé la caja sobre la mesa de la cocina y fui a darme una ducha. Lo hice y me puse mi pijama de corazoncitos rosas, más mis zapatos de cabezas de gatitos. Volví a la cocina y cogí mi móvil, una tarrina de helado y una gran cuchara, y fui al salón. Me senté en el sofá como un indio y encendí la tele. Abrí con delicadeza la tarrina y empecé a comer helado como una marrana mientras hacía algo de zapping. Sobre media hora después, cuando ya llevaba media tarrina dentro de mi organismo. El timbre sonó y me levanté a duras penas a abrir. Arrastré mis pies hasta la puerta y miré por la mirilla, me sorprendió mucho ver a esa persona justamente aquí, ¿que haría aquí?

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