Asi fui menos que el nada

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Llego el momento de agonía, cuando todo el ser se llena de rabia, vuela y conspira contra todo.

Muriéndome logre sentir el cielo en mi propia boca, mi saliva más que una sabía y dulce alegría reconoció tan fragantes labios de ella, la diosa.

Más que nada, fui el desolado desorden que acaparaba su llamado corazón errante un solo desastre, la famosa melancolía, de esa era mi agonía.

Volver a verla es mi deseo, tan obvio que quisiera que volviera, que con sus ojos me atrape y me convierta en algo.

Ese algo que golpea su corazón, e invade las neuronas más exquisitas para tan literata y dulce niña de ojos color cielo.

Tan solo aprendí a no enamorarme del desvío de sus ojos, pudieron ver algo más y ese no sería yo.

Nada es mi nombre aunque para ella el todo lo arrebataba el neófito de zapatos bonitos y cartera prestada por el padre de su propia casa.

Ven y bésame, estos labios desean morder como dulce tu boca, la desenfrenada alegoría de mi mundo de mentiras.

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