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Su reflejo en el espejo mostraba sus más grandes sueños, su verdadera meta en la vida. Sentía profundamente que ese era su destino, su lugar. Más sin embargo su madre estaba muy preocupada por esta decisión. Recién el mes pasado su hijo mayor había cumplido la mayoría de edad para así dejar el colegio y... después de tanto buscar al fin tendría la oportunidad que sus ojos azules gritaban y su cuerpo ansiaba.

—No estoy segura de esto, cariño—dijo la madre al muchacho delgado mientras que este se probaba unas botas café talla diez.

—Pero yo sí, mamá. Y eso basta—contesto cuando se erguía muy derecho y muy seguro de sí.

—¿Por qué no nos vamos, pasamos por un helado de nuez y arreglamos todo para que puedas volver al colegio?

—Mamá, estaré bien—el alto le abrazo para luego continuar—además necesitamos el dinero para terminar de pagar la casa.

La madre del joven asintió no muy segura todavía. Admitió para sus adentros que efectivamente necesitaban dar el último pago al banco para poder quedarse con la casa y que no la echaran de ahí con sus cuatro hijos huérfanos de padre hace un par de años ya.

—Bien, pero con una condición—condeno la madre.

—¿Cuál?

—Cuando juntemos todo lo necesario para pagar la casa dejaras esto... no me gusta que salgas y que todos te miren como si fueras un pedazo de carne jugosa de un venado en temporada de caza.

—Mamá exageras, además... es uno de mis sueños, lo sabes.

La madre asintió recordando al pequeño niño de seis años que gustaba de ver la televisión cuando había certámenes de belleza y ese mismo niño con once años practicando su caminata sobre un camino hecho con cinta adhesiva sobre la alfombra de su cuarto.

—Siempre he querido ser modelo mamá y... ahora tengo la oportunidad de hacerlo.

—Pero...

—Mamá no tienes de que preocuparte, como bien, me ejercito lo suficiente para quemar la grasa de mi cuerpo. Si eso es lo que te preocupa, siempre fui así de delgado.

Era cierto, desde que recordaba su hijo mayor siempre fue delgado, algunas veces uno o dos kilos debajo de su peso pero los médicos le decían que no debía preocuparse de más que eso era normal en la niñez y parte de la adolescencia. Entonces cuando salía de aquellas consultas con el pediatra pasaba y compraba algo de comida chatarra para ver si así subía por lo menos unos gramos. Ahora su estatura marcaba uno con noventa y tres de con setenta y cuatro de peso.

—Si no me preocupara no sería tu madre, Luke—dijo para al final abrazarlo.

—No perderemos la casa mamá. Lo prometo. —Sonrió.

La mujer de ojos azules asintió le murmuro un silencioso «Anda» cuando una mujer con unas hojas llamo a su hijo. La madre camino detrás del diminuto escenario con esa pasarela tan larga para poder tomar su lugar reservado en una de las últimas filas. Luke realmente le insistió a la encargada del evento que reservara una silla para su madre, ella a regañadientes acepto «pero sería en una de las últimas filas» le dijo la mujer de cabello rubio con mechas rosas en las puntas.

El evento comenzó y la madre Luke estaba muy nerviosa mientras esperaba atenta a que su hijo saliera, no sabía si aplaudirle y gritarle cuando este apareciera o sólo aplaudirle tan fuerte como pudiera, decidió lo segundo.

Bad for you | Muke {Smut}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora