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Caminamos sin saber a dónde ir, todo el bosque nos confundía, pero por suerte encontramos una galera, y lo primero que se me vino a la mentes es que podríamos descansar allí.

Así que al abrir la puerta, nos encontramos con unas lavadoras viejas, unos martillos y otras herramientas, estábamos tan casados que nos tiramos al suelo a descansar los huesos. Me es increíble que ésto nos éste pasando, estoy muy cansado que prefiero estar en mi casa que estar buscando a Gabriel.

—De veras que no la hace— murmuro enojado.

—¿Cuánto tiempo llevamos ya? — pregunta Andrés.

—Es de madrugada, aquí las horas vuelan, no sentirás la hora, por ejemplo, que pasen diez días y no sentís — explica Luis.

Mientras ellos tocaban los temas extraños que jamás voy a entender de Luis, me pregunto ¿Dónde estará Gabriel?

Antes de dormir miré hacia una de las lavadoras, no pude evitar observar un bulto al lado de esta, rápido me levanto y quito el canasto de plástico y la alfombra de bajo.

Al quitarlo había una puerta que se dirigía debajo de la galera. Frunci el ceño, intrigado.

No pude evitar decirle a los demás sobre la puerta —Miren chicos— cuando les señalo rápidamente se levantan.

—Hay que entrar— suelta Andrés, algo que nos asusta porque ésto nos está pareciendo una película de terror.

Bajamos por las escaleras de madera, creíble que nos este aguantando a los cuatro, al bajar observamos que se ampliaba el lugar, habían toneles y gracias a la linterna del celular de Luis, podemos ver unos bultos en el suelo, cubiertos de unas sabanas, algo que se le asimilaba al cuerpo de una persona.

—¿Que diablos es eso? — el olor de algo podrido nos llega a las narices —¿Que mierda es ese olor? — se queja Andrés y todos nos cubrimos la nariz con la parte de atrás de la mano.

Luis da unos pasos al frente y toma la sabana.

Damos pasos hacia atrás, asqueados.

Observo que habían tres mujeres y un hombre acostados, una de ellas era joven y delgada, las otras eran gordas y viejas, tanto el hombre era alto, gordo de unos cuarenta años, aunque lo más extraño era que no parecían muertos, sino solo dormidos, pero aun así no daban señales de que aun respiraban.

Más atrás logramos observar unas bolsas que tenian unos bultos con forma de un cadaver. Éste nos parecía muy muerto.

José grita como niña— ¡creo que es Gabriel! —

—Cállate nos van a escuchar— grito en un susurro. Sin saber que hacer.

Andrés se le queda viendo a la más joven que se nos parecía conocida, así que él dice —oigan es la mesera del restaurante Caffetos ¿Qué harán con esos cuerpos? — se vuelve al vulto frente a nosotros.

Cuando le quitamos la sabana al cadáver, nos damos cuenta que no era Gabriel, así que ya estábamos más tranquilos.

Pero cómo vamos a estar tranquilos si matan a las personas...nos quedamos asimilando las cosas.

Hasta que minutos despues nos dimos cuenta que partian la carne y la guardaban en paquetes, los cuales decían Caffetos el nombre del restaurante...

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—Que raro que nadie venga...—

Gabriel al ver que nadie llegaba se asusto y empezó a meditar. Primero pensó que se habían ido sin él, pero que luego regresarían. Al final empezó a imaginar que no volverían y eso le asustaba demasiado.

Al terminar de meditar y caminar en el mismo lugar, escucha que alguien entra.

—Tal vez sean los demás— se dijo así mismo, esperanzado, al ver por la ventana, había un hombre con un cuchillo que caminaba a mil por hora, estaba de prisa.

— Wow de plano es el dueño— asustado se esconde en uno de los cuartos, pues viéndolo con un cuchillo no daba una buena impresión.

Por desgracia al entrar, el señor lo encuentra.

—¿Qué haces aquí chico? — 

Gabriel se levanta de su escondite, solo mirándolo.

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Luego salió un señor del lugar de donde estábamos y sin notarnos, salió al bosque.

—¿Pero que...?— se impresiona Jose.

—Hay que seguirlo— sugiero.

Seguimos al señor que había salido de la galera, hasta que llegó a la cabaña, lo vimos voltearse e inmediatamente nos escondemos detrás de unos árboles, me volteo para ver a José, estaba tratando de ser el árbol, esto es muy delgado.

Detrás de nuestro escondite vimos como entraba a la cabaña.

Andrés nos habla preocupado —Ese estúpido trae un cuchillo, podría lastimar a Gabriel—, eso nos hace reaccionar, pero en cuanto volteamos el señor ya le estaba metiendo el cuchillo por el cráneo, haciendo que se muriera instantáneamente.

Al ver esto no pudimos evitarlo. Nos hechamos a correr y tan solo entramos empezamos a golpear al hombre, Andrés le dio un golpe en las costillas, Jose una patada en la entre-pierna, Luis en la cabeza y yo en el rostro con una pala que logré agarrar en la entrada, desfigurando al pobre desgraciado.

Segundos fueron suficiente para matarlo.

Lo último y el tiro de coraje fue que José le escupió en la cara.

Nos quedamos un momento horrorizados por ver los dos cadáveres, se sentía el miedo en nuestro interior.

Pero por mi, sentía un deseo que jamás había sentido.

Más la tristeza de una pérdida.

Lloramos al ver el cuerpo de Gabriel, ya estaba Desangranfose de la frente y apenas podía verlo, no soporto esta imagen, así que me volteo viendo hacia el bosque.

De alguna manera relacionamos al hombre con las chicas de la galera.

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