INCOMODO RESTAURANTE

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Una gran luz invadió el callejón; debido a que todavía había luz de Sol, esto no fue percibido ante los civiles que habitan la ciudad del amor.

El corazón de ambos latía rápido, mucho a decir verdad; decidieron cerrar los ojos para prepararse y visualizar quien era el compañero de peleas del otro.

Lentamente fueron abriendo sus orbes. Les resultó muy extraño observar a su mismo cuerpo enfrente de sí mismo, como si se tratara de un espejo. Una risita nerviosa salió de la garganta de los dos jóvenes.

Fueron bajando la vista poco a poco, para visualizar un poco el cuerpo en cuestión; de inmediato, reconocieron aquellas características ropas que portaban en ese momento. Sabían perfectamente en el cuerpo de quien estaban dentro. Los ojos de ambos se abrieron cual platos extendidos, quedando sin completa expresión, pero esto no duró mucho.

La interna Marinette cubrió su boca con sus varoniles manos, sus verdes ojos se volvieron cristalinos al procesar la información que acababa de recibir. A los ojos de cualquier otra persona, no se veía muy masculino que Adrien estuviera a punto de llorar mientras que la azabache simplemente esbozaba una cálida y llena de felicidad sonrisa, pero eso les importaba poco en ese momento.

La chica se juntó al modelo para brindarle un abrazo. Aunque el de cabellos como oro interno quería tener a su amada dentro de sus brazos, por la condición en la que se encontraba le resultaba imposible, así que tenía que conformarse con únicamente abrazarse a sí mismo por debajo de las extremidades, como toda dama hace.

Mantuvieron dicha posición unos cuantos segundos, hasta volverse minutos.

—Marinette, siempre fuiste tú... ¿Qué tan ciego estuve para no darme cuenta antes?— dijo en voz alta la de coletas, mientras aumentaba su agarre.

—No fuiste el único, yo tampoco me di cuenta que mi compañero gatuno es aquel chico que me.— el habla del adolescente de chaqueta blanca se disminuyó de golpe, dilatando sus pupilas en forma de sorpresa. Pronto, éste sintió que sus mejillas se enrojecían cada vez más.

—¿Que te qué, Marinette?— preguntó, la de coletas mientras se soltaba de su agarre. Una sonrisa traviesa salió en sus labios.

—Que me... Me... Me... Mejor vamos por algo de comer, ¿no? ¡Cuánta hambre tengo!— la voz del joven era un poco más fuerte de lo normal, lo que indicaba que quería evadir la pregunta. De inmediato, éste avanzó torpemente mientras reía de manera nerviosa.

El par de seres mágicos se aproximaron mientras apreciaban la escena cómica. Quedaron a la misma altura y se rieron en bajo.

—Hola Tikki, hace mucho tiempo que no nos veíamos.— dijo cordialmente el felino mientras simulaba una pequeña reverencia.

—Aunque para nosotros no haya sido mucho, Plagg; también me da gusto volver a verte.— comentó la carmesí para después sonreírle a su contrario.

Se observaron mutuamente para luego reír un poco más. Ambos estaban muy contentos de volverse a encontrar después de tanto tiempo y tantas dificultades.

—Y al final, creo que yo gané, ¿cierto?—por fin habló la de rojo algo divertida.

—¿Sobre qué?— contestó el negruzco ser mientras se colocaba en frente de la criatura.

—Sobre aquella vez en la que apostamos cómo iban a descubrir sus identidades los próximos Ladybug y Chat Noir.

—¿En serio?— el fanático del queso hizo una pausa al mismo tiempo de llevar sus pequeñas patas hacia su frente.

UN PEQUEÑO CAMBIO (PRODIJIOSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora