DESPERTAR.

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Tras tres años de severo entrenamiento bajo su gran maestro, Jord fue incapaz de alcanzar satori.
Al comienzo de una sesión especial de disciplina de siete días, pensó que por fin había llegado su oportunidad.
Escaló la torre de la fachada del templo, y subiendo por las imágenes de los arhat hizo esta promesa: ¡O realizo mis sueños aquí arriba, o encontrarán un cadáver a los pies de esta torre!.
Estuvo sin comer ni dormir, entregándose a un constante zazen, a menudo gritando cosas como: ¿Cómo será mi karma que a pesar de todos estos esfuerzos no puedo encontrar la vía?
Al final admitió el fracaso, y, decidido a acabar con todo, se acercó a la barandilla y lentamente pasó la pierna sobre ella. En ese mismo instante tuvo un despertar.
Entusiasmado, bajó a toda prisa las escaleras y corrió bajo la lluvia hasta la habitación de su maestro, y antes de que pudiera hablar, el maestro gritó: ¡Bravo!, por fin has tenido tu día.

El hombre es el único animal que puede pensar en el suicidio, intentarlo, o incluso llevarlo a cabo. El suicidio es muy especial. Es humano.
Los animales viven, mueren, pero no pueden suicidarse. Ellos viven, pero no tienen problemas, la vida no les crea ninguna “congoja”, angustia. La vida para ellos no es una ansiedad; ellos simplemente la viven; y luego, tan simplemente como viven, mueren. Los animales no tienen consciencia alguna de la muerte. De hecho, no son conscientes ni de la vida ni de la muerte, así que la cuestión del suicidio no puede surgir. No son conscientes en absoluto; viven en el sueño más profundo de la inconsciencia.
Solo el ser humano puede suicidarse. Eso significa que solo las personas pueden decidir respecto a la vida o la muerte; eso significa que solo pueden estar en contra de la vida. Esa posibilidad existe porque el ser humano es consciente, pero recuerda, los problemas de la vida, la ansiedad, la tensión, la angustia, o la decisión final de suicidarse, no proceden de la consciencia: proceden de una consciencia fragmentaria.
Esto es algo que hay que entender con toda claridad.
Sois fragmentariamente conscientes: una parte de vosotros se ha vuelto consciente, esa es la raíz de todo el problema.
El resto, la mayor parte, se mantiene inconsciente, se ha dividido en dos, es decir, una pequeña parte es consciente, y todo el resto es inconsciente. No es un todo. No es una pieza. Es doble. Ha entrado la dualidad, es como los icebergs que van flotando en el océano: solo una décima parte sobresale del agua, nueve décimas partes se ocultan por debajo. La proporción entre la consciencia y la inconsciencia humana es la misma: una décima parte de la consciencia se ha vuelto consciente, y nueve décimas partes de la consciencia son inconscientes, permanecen bajo el agua en una profunda oscuridad.

Por supuesto, tiene que haber problemas, porque ha surgido un problema en el ser. Te has convertido en dos; y la parte consciente es tan pequeña que es casi impotente, puede hablar, es muy locuaz; puede pensar, pero cuando llega el momento de hacer algo, se necesita el inconsciente, ya que es el único que tiene la energía para hacerlo, puede decidir que no volverás a enfadarte, pero esta decisión viene de la parte impotente de la mente, de la parte consciente; de la parte que puede ver que la ira es inútil, dañina, venenosa; que puede ver toda la situación, y decidir. Pero la decisión no tiene poder que la respalde, porque todo el poder le pertenece al todo que todavía es inconsciente. La parte consciente decide: “No volveré a enfadarme”, y no lo hace; hasta que surge la situación. Es cuando surge la situación que el consciente es empujado a un lado, y emerge el inconsciente, que es vital, tiene fuerza, tiene energía, y de repente te sobrepasa. El consciente puede intentarlo un ratito, pero es inútil: no es nada en contra de la marea. Cuando el inconsciente se convierte en una marea y toma el mando de la situación, tú eres poseído, tú ya no eres el tú que tú conoces, tu ego se descarrila.
Todas las decisiones tomadas por tu consciente son absolutamente insignificantes: el que hace las cosas es el inconsciente. Luego, cuando la situación ha pasado, el inconsciente se retira y el consciente regresa al trono.
El consciente viene al trono solo cuando el inconsciente no está.
Por eso surgen muchos conflictos, porque la parte que decide no puede actuar, y la parte que actúa no puede decidir. La parte que ve las cosas puede pensar en ellas, pero no tiene energía; y la parte que no puede verlas, que está completamente ciega, tiene toda la energía.
En los animales no hay dos partes, solo existe el inconsciente, y actúa sin el pensamiento. No hay problema, porque no hay conflicto interno.
En mi propia mente también ocurre lo mismo, pero por el otro extremo: el todo se ha vuelto consciente. Ese es el significado de iluminación, satori, samadhi. De nuevo te has vuelto uno como un animal; de una pieza. Ahora, todo lo que decido ocurre automáticamente, porque no hay nadie en contra de ello, nadie inconsciente de ello.
Simplemente veo que la ira es inútil, y la ira desaparece. No hay que imponerlo, no hay que forzarlo, no hay que esforzarse.  Me mantengo suelta y natural. Puedo permitírmelo, y no es ego ni egoísmo, es naturaleza, esencia y paciencia.
Un ser humano no se puede permitir estar suelto y natural, porque en cuanto estás suelto y natural entra el inconsciente, tienes que estar controlándote, y cuanto más te controlas, más artificial te vuelves.
Un ser humano civilizado es una flor de plástico. No tiene vitalidad, no tiene energía; y cuando no hay energía, no hay deleite.

Uno de los más grandes poetas ingleses, William Blake, escribió algo muy hermoso al respecto, una visión muy profunda. Dice:
"La energía es deleite.
No existe otro deleite que la misma vitalidad...
La misma energía de ser, es deleite, es bendición.
Solo la impotencia es aflicción, la debilidad es aflicción."
Estás constantemente luchando en tu interior, reprimiendo algo, intentando forzar algo

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