Eva salió de la habitación luego de un rato, pues todavía tenía la resaca y su cabeza amenaza con explotar en cualquier momento. Buscó su bolso y su teléfono para salir rápido hacia la cocina.
– Me voy ya – le dijo con una sonrisa – hoy soy ama de casa – pensando en el desorden en el que tenía su apartamento.
– ¿Nos vemos más tarde? – le preguntó Irene lavando algunos platos sucios.
– No sé, te aviso – le dijo saliendo a la sala – te ayudaré a limpiar este desastre y me iré – agregó al ver la sala de batalla.
– Estuvo un poco agitado anoche – dijo Irene como si nada, intentando averiguar, de forma muy disimulada, qué había pasado entre ella y Camille. Eva solo asintió mientras recogía algunas cosas – ¿Qué pasó con Camille? – preguntó logrando una carcajada en Eva, pues ya sabía que lo iba a preguntar.
– Se portó un poco extraña hace rato conmigo – le dijo haciendo una mueca – me gusta ¿está bien? Me encanta – admitió – pero respeto lo que sea que esté pasando por su cabeza, y no me voy a ilusionar – añadió viendo que ya Irene abría la boca para darle su sermón del día. Pero la realidad era que ya Eva estaba ilusionada y decirlo era empezar una discusión que no quería tener. Porque cuando algo nos atrae y nos hace nacer ganas de ir a por ello, odiamos el hecho de que alguien tenga las ganas de arruinarnos los sueños, no necesitaba escuchar por milésima vez que Camille era heterosexual, ni que no tenía ningún chance con ella, no tenía ganas de esa realidad. A pesar que, desde el inicio, Irene había insistido en que Camille se sentía atraída por ella, pero no quería que su amiga saliera herida. Además, que ella constantemente cambiaba de opinión, sin notar, que eso era lo que hería a Eva.
– ¿Y anoche? – le preguntó Irene. Eva la miró con las mejillas coloradas.
– Ella estaba temblando de miedo, Irene – le respondió como si se estuviera excusando de algo – se sintió mejor cuando me metí a la cama con ella.
– Pero lo disfrutaste – dijo con una sonrisa y levantando las cejas de forma sugerente, logrando una carcajada en Eva.
– No molestes – fue lo único que le dijo terminando de recoger los vasos y platos y sacudiendo los muebles.
Se despidió de su amiga y de los demás, los pocos que aún dormían y fue a tomar el autobús directo a su apartamento.
– Lamento haberme ido tan pronto, mi hermano estaba preocupado – fue el mensaje que llegó al teléfono de Eva, quien estaba tan concentrada viendo la calle pasar por la ventana, que no se dio cuenta hasta que llegó a su dulce hogar y arrojó el teléfono fastidiada hacia la cama, que vio la luz parpadeante y leyó.
– No te preocupes, espero la hayas pasado bien – fue lo que le contestó antes de entrar al baño a darse una ducha.
Eva salió envuelta en una bata y no se percató de su teléfono, cuya luz parpadeaba insistentemente. Pero el cansancio le había ganado, ni siquiera recordó que tenía que limpiar su apartamento, solo se acostó en la cama y cerró los ojos, quedándose dormida sin darse cuenta.
Camille se mordía los labios, mientras intentaba distraerse frente a la computadora, donde redactaba un informe que debía entregar apenas terminaran sus pequeñas vacaciones. Miraba cada cinco minutos su teléfono, esperando una respuesta a su pregunta:
– ¿Quisieras salir a comer algo?
Pero Eva estaba más muerta que viva en su cama matrimonial, dormida en diagonal, ocupando todo el espacio. Por un momento Camille pensó que la chica la estaba ignorando y su desespero fue disminuido drásticamente cuando se dio cuenta de que se estaba portando como una adolescente paranoica.

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Serendipia
RomantikQue dulces son las casualidades, cuando se encuentra lo que no se buscaba, pero se necesitaba.