– ¿Crees que debería invitarla de nuevo? – preguntó Eva metiéndose en un par de pantalones oscuros – o solo dejar al aire la idea de una nueva salida – dijo para sí, a pesar de que Irene la veía sentada desde la cama, con las piernas cruzadas.
– Tal vez deberías dejar fluir la cita – le respondió, poniendo cierto énfasis en la palabra "cita" – y solo esperar a ver si ella se ve interesada en volver a verte – dijo pensativa – que estoy segura de que lo estará – afirmó con una sonrisa, contagiando a Eva.
– Tienes demasiada fe en mis habilidades de conquista – dijo Eva – más fe que yo, incluso, que no tengo nada – agregó.
– Ya no empieces con el pesimismo – le dijo Irene enojándose – solo pásala bien, si se da la oportunidad de que se vuelvan a ver, salen, si no, vas a otra entrevista de trabajo y le pides una cita a quien te entreviste – dijo entre fastidiada y divertida, como si fuese lo más fácil del mundo.
– Estas son las cosas que solo suceden una vez cada vida – dijo Eva – estoy nerviosa – apretaba el bolso entre sus manos y miraba a Irene con terror.
Irene se levantó de la cama y la tomó de los hombros con fuerza.
– Haz que sea un día memorable, para ti y para ella, estate tranquila y calmada – le dijo mirándola a los ojos – no estás yendo a la guerra.
– Pero lo parece – dijo Eva cerrando los ojos y respirando – voy camino a mi primera salida con una mujer – repitió una y otra vez mientras caminaba hacia la puerta de su apartamento – una impresionante mujer – agregó ladeando la cabeza.
– Ojalá no sea una tonta – dijo Irene sosteniéndole la puerta – es hermosa y eso, pero, ojalá no sea su única virtud – Eva volvió a mirarla con terror – parece una muchacha inteligente – corrigió riéndose – no te preocupes, mucha suerte – le dijo dándole un beso y un leve empujón.
Eva estaba de pie, petrificada frente al ascensor, en parte esperando que las puertas se abrieran y en parte del terror que la invadía. Era su primera salida con alguien, independientemente de que fuera una cita o no, lo cual era obvio que era una cita en toda regla. Pero Camille tenía su tarjeta de presentación heterosexual, joven y exitosa. Y Eva solo era una chiquilla recién salida de la guardería de la adolescencia, desempleada y con una cantidad considerable de ahorros cuyas cifras iban bajando con el pasar de los días. Durante los minutos que estuvo dentro del ascensor y lo que le llevó de tiempo caminar desde el edificio hasta la parada más cercana, que quedaba justo al frente, Eva solo pudo deducir algo a su favor, que Camille no tenía pareja, porque de lo contrario jamás le hubiese hablado de nuevo. Y eso estaba bien, porque a pesar de que no pretendía una relación amorosa como las que nos enseñan las trilladas películas, si esperaba no tener que comerse la vida con celos innecesarios e inevitables por su adorada rubia, culpable de hacerla sentir cierta competencia con todos aquellos seres que la miraban sin descaro.
Y eso era porque al llegar a la dichosa plaza, inmediatamente reconoció su cabello rubio. Estaba sentada, de piernas cruzadas, leyendo un folleto que seguramente alguien le había dejado. Había escogido un banco en medio de la plaza y todos los que pasaban la miraban, pues llamaba la atención sin hacer ningún gesto o movimiento, solo estar sentada leyendo un simple papel.
Eva se acercó a ella despacio, intentando disimular la poca normalidad con la que latía su corazón. Camille levantó la mirada y le sonrió al verla, cosa que no ayudó a la transparente tranquilidad que quería demostrar Eva.
– Hola – le dijo Camille dándole un beso en la mejilla.
– Llegaste temprano – alcanzó a decir Eva nerviosa.

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Serendipia
Roman d'amourQue dulces son las casualidades, cuando se encuentra lo que no se buscaba, pero se necesitaba.