Capítulo 1

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Esa misma noche mi padre me despertó con la escusa de que debía acompañarlo a una reunión muy importante, en un edificio del centro.

-Esta sera una de tus primeras experiencias como sicário- hablaba mi padre entrando a la limusina negra que nos esperaba frente a casa.

-Pero papá no quiero matar a nadie- repuse tomando asiento en el vehículo. El chófer, un tipo canoso, y mi padre comenzaron a reírse -No digas tonterías como esa Bruno- mi padre se puso serio -Esta noche me pones a mi también a prueba delante del señor V.

El señor V, era uno de los clientes predilectos de mis padres, era el que más solicitaba sus ayudas y era de vital importancia mantenerlo contento y causarle una buena impresión. Mi padre me pasó un peine y laca y me dijo que me peinase, cosa que me costó bastante ya que mi pelo era complicado de domar.

Al fin llegamos al edificio que se trataba de un casino, tal vez el más viejo de la urbe. Seguí a mi padre a paso ligero entre la multitud vestida de etiqueta que hacía cola para entrar.

-Disculpe señor pero debe respetar...-antes de que el portero continuara mi padre le puso un carnet dorado a poco centímetros de su cara -Oh, disculpe señor Akerman, pase- el hombre se hizo a un lado y nos dejo pasar. Pronto empecé a sentirme extraño... otra vez alguien me observaba, ¿sería aquella chica? Pues desde hace unos meses había sido espiado por ella.

-Vamos Bruno no te quedes atrás- me riñó mi padre que entraba por una sala con menos gente y con música y luz más tenues. Allí, junto a unas mujeres, se encontraba sentado el señor V bebiendo vino de su copa.

-Buenas noches señor V- le saludó mi padre tomando asiento a su lado.

-Buenas Leonardo- se dirigió a mi padre con una sonrisa -esta noche iré al grano así que... si no les importa señoritas- se refirió a las prostitutas que andaban con él. Estas se marcharon pegando ridículos saltitos.

-Veo que has traído a tu chico contigo- ahora su mirada se clavó en mi -¿estas preparado para matar a docenas de hombres con una metralleta como tu padre? o ¿eres más de poner bombas y trampas como tu madre?- escuchar salir aquellas cosas de su apestosa boca me revolvía el estómago, lo único que quería era matarlo a él.

-Bruno no a matado a nadie, todavía- contestó mi padre por mí. Por lo que veo, no me conocía demasiado bien.

-Pues esta es una buena noche para empezar- el señor V sacó un revolver oscuro de su pernera y me lo entregó, no me quedo más remedio que recibirlo de buen agrado -Como conocerán, Esta noche viene a visitarnos Madame Gui una hermosa mujer a cantar en el escenario- apuntó con su cuadrada barbilla al escenario cubierto por un rojo telón a un lado de la sala -Debéis matarla a ella y traerme a su pupila (aprendiz) viva o muerta-

-La recompensa es de un millón de coronas- finalizó este.

Mi padre me llevó casi a rastras a la planta superior para asomarnos por uno de los balcones que daban al escenario, allí mismo empezó a montar un trípode donde colocó un fusil de franco tirador. Yo no sabía que hacer en aquel momento.

-Se que aún no estas preparado hijo- enfocó la mirilla y puso el arma apuntando al esceario -si no te ves capacitado no te obligare- se refería a que no estaba obligado a disparar el arma.

-No me veo capaz- le dije rápidamente -Lo siento.-

-No te preocupes- de repente el telón se abrió dejando ver a varios músicos y frente a ellos una mujer asiática vestida con un despampanante kimono azul marino con miles de flores blancas en la parte inferior de la falda. Tan pronto como empezó a entonar una canción, mi padre apretó el gatillo y disparó, dándole de lleno, entre ceja y ceja.

En ese instante mis oídos empezaron a zumbar y todo a mi alrededor parecía irreal. Huí de aquel balcón y me escondí en una habitación a oscuras, mis ojos me escocían y una voz resonó en mi cabeza diciendo: voy a buscarte .

Esa voz tan dulce y familiar me tranquilizó, mientras me limité a escuchar los chillos de mi padre buscándome, hasta que se marchó y no lo volví a sentir.

La puerta se abrió levemente dejándome ver una silueta de una chica de más o menos un metro sesenta.

Por alguna extraña razón me alegré de verla en tal circunstancia.

-Tu padre me anda buscando pero al parecer ya se rindió y se fue para casa- sus cálidas palabras sonaron como cuchillas, no podía creer que mi padre se hubiera ido sin mi.

-No te preocupes, yo no te abandonare- contestó como si me leyera la mente -vente conmigo - me extendió la mano. En aquella penumbrosa habitación, ella parecía la única que desprendía un brillo especial en su mirada. Un brillo violeta que parecía provenir de un lugar olvidado en el tiempo.

Memorias de una NefilimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora