Capitulo 4: Regreso a clases.

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Ha pasado un mes desde que salí de vacaciones, me he acostumbrado bien a la casa, a mi madre y a Kiba.

Mañana comienza otro semestre, sin novio, sin amigos, sin siquiera alguien a quien hablarle.

Al otro día me aliste, me puse el atuendo más bonito que encontré y lleve mi mochila al hombro.

    -Adiós Kiba, dije mientras le acariciaba la cabeza en la puerta.

Kiba me lamió la mano y salí de mi casa.

De camino a la escuela, solo pensaba en los maestros que podrían llegar a darme clase; llegué a la escuela y me senté en una de las bancas que se encontraba justo debajo del edificio donde tomaba clase y comencé a editar una foto de Kiba.

    -Hola, ¿Sabes donde esta el laboratorio B-1? Preguntó una chava.

    -Ammm, si… Eres de mi grupo, ¿cierto?

    -Jaja, si, vamos juntas desde primer semestre, pero nunca le hablas a nadie, siempre estás hablando por teléfono con tu novio.

¡Carajo! Era totalmente cierto, pero ya no tengo novio.

    -Lo sé, lo lamento, este semestre socializare más, lo prometo. Dije mientras la guiaba al laboratorio donde teníamos nuestra primera clase.

    -Esto es muy vergonzoso, pero ¿Cual es tu nombre? Dije apenada.

    -Adriana. Dijo entre risas. Sabía que no lo recordarías.

    -Lo lamento, no socializo, y mucho menos aprendo nombres.

    -Lo sé, ¿Dulce, verdad?

    -Si.

Al terminar las clases nos despedimos y me dirigí a casa…

Abrí la puerta y Kiba saltó sobre mí tirándome al poco pasto que había fuera.

     -Ya Kiba, quítate de encima. Dije mientras trataba de quitarlo de encima.

    -Hoy ha estado muy inquieto. Dice mi madre. Chilló mucho, no esta acostumbrado a tu ausencia. Dijo mientras me daba la correa para su paseo diario.

Era tarde, las nueve, todo oscuro y tranquilo.

Solte a Kiba para que explorara y me senté a ver las estrellas.

    -Solíamos verlas juntos.

Me volteé repentinamente, era Yael, para variar.

    -¿No extrañas esos momentos?

    -Sinceramente, no.

Yael se acerca y se sienta junto a mi.

    -Dulce, te extraño. Suelta sin precedentes.

No respondo, me quedo fria.

    -Tu… ¿Me extrañas?

Kiba regresa y recarga su cabeza en mis rodillas mirando fijamente a Yael.

    -Responde por favor. Se acerca y me besa.

Lo separó, Kiba gruñe y él retrocede aún más, me levanto.

    -Hora de irnos Kiba.

Pongo la correa de Kiba y comienzo a caminar, Yael me sigue.

Kiba se suelta y se vuelve agresivo contra Yael.

    -Tranquilo muchacho. Dice Yael asustado y retrocediendo.

    -Kiba ven acá.

Kiba me ignora y le comienza a gruñir.

    -Dulce, quitame a tu perro.

    -No debiste besarme, dije entre sollozos.

    -¿No te gustó?

    -¡No!

Kiba se vuelve más tenso.

    -¿Crees que puedes volver como si nada besarme y decirme que me extrañas después de todo lo que has hecho?

    -Perdón.

Kiba regresa conmigo, me he soltado en llanto y no deja que Yael se me acerque, en su lugar lame mi mano.

Lo tomo y me dirijo a mi casa.

Mi madre está acostada, ya llegue ma’, iremos a dormir; subí a mi habitación y me recoste, Kiba se acuesta en mi cama, a lado de mi, lamiendo mis lágrimas, que desaparecen gracias a que su lengua me da cosquillas.

Lo abrazó, y me duermo.

No confío en las personas a quienes no les gustan los perros, pero confío en mi perro cuando no le gusta una persona.

    

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2016 ⏰

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Hasta Que La Muerte Nos Separe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora