I. Andar por andar.

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    En mi mente siempre hago el mismo recorrido, salgo de casa y camino hacia la izquierda,todo recto, sin pausa. Saludo de vez en cuando a la gente que me mira, les sonrío aunque esté triste, pero sigo andando, nunca me paro. Continuo hasta que llego al final del pueblo y elijo el camino que llaman de la "Virgen chica", paso por el parque gimnasio donde hay un señor que no conozco con su perro,ambos muy mayores, la mascota siempre detrás de su amo, pero no más de un metro, siempre a su lado. 

    Mi mente por un momento piensa en lo bonito que es tener a alguien o algo que sabes que va a estar ahí toda la vida, o, por lo menos, gran parte de ella,pero en seguida borro este pensamiento, continuo andando.

A ambos lados del camino hay campo, seco por el verano y algún que otro olivo verde con sus correspondientes mamones, hay cactus grandes con higos chumbos, granjas de ovejas, de cabras... Siempre veo a un señor cambiando a las ovejas de sitio para que coman un buen pasto. Me resulta extraño cómo todas aquellas criaturas obedecen al pastor, es como si supieran que con él están seguras,están a salvo, pero... ¿cómo lo saben? Vuelvo a olvidar todos estos pensamientos y prosigo hacia mi destino, que en el fondo no es ninguno. En realidad, camino por andar, porque el médico me ha dicho que lo tengo que hacer, porque así me evado de lo que hay en casa. Diez minutos y he llegado a mi destino, a la capilla de la Virgen Coronada, pero no entro, me quedo fuera, yo no creo en esas cosas y me parece ilógico entrar en su sitio al que no encuentro el sentido, al que no venero. Para mí cada uno tiene que vivir conforme a sus creencias, y si esto te priva de entrar a ciertos sitios o de no actuar de una u otra forma, pues no lo haré. 


Veo a una mujer entrando con su bebé, tendrá sus motivos para hacerlo así que hago caso omiso y me quedo mirando el paisaje. En el fondo me gusta ir a ese lugar porque las vistas son espectaculares, si me giro a la derecha veo enormes olivares y grandes montañas, y, si cambio a la dirección contraria, observo un campo verde donde las ovejas y los corderillos corren felices de un lado para otro. Puedo estar mirando horas y no aburrirme, me encanta hacerlo, por la derecha es como si hubiera paz, todo crece a su ritmo, y, a la izquierda, veo la libertad, en un lugar idílico, quizá sea así el lugar al que esperamos ir alguna vez. En seguida me pongo a caminar para volver a casa, y, todos estos pensamientos salen volando, se escapan para mañana volver conmigo. Cuando vuelvo hace más calor y hay muchísima  gente por el camino, cada vez me queda más claro que el ser humano odia madrugar aunque eso suponga pasar más calor. Me encuentro a mi prima, a toda prisa, camina muy rápido porque siempre quiere estar en casa ya que está de luto por su hermano y para ella es muy importante que no la vean en la calle. Para mí es una tontería, pero lo respeto, todos tenemos nuestras particularidades que de alguna manera nos convierten en especiales y únicos. El camino de vuelta es mucho menos duro, son todo cuestas hacia abajo, lo que lo convierte en más rápido. Pero yo no quiero llegar a casa, así que decelero el ritmo aun sabiendo que cada vez queda menos para entrar en "mi hogar". De paso, antes de llegar, compro el pan, cuatro barras.



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⏰ Last updated: Nov 25, 2016 ⏰

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Mientras jugábamos a las cartas.Where stories live. Discover now